Desde la Meseta

Nochevieja a cien kilómetros

Los recuerdos de cómo recibíamos el año en la casa de unos amigos situada a buena distancia: ahora ya solo nos queda felicitarnos por teléfono

Luis Alonso-Vega

Luis Alonso-Vega

A medida que uno entra en años y la mente aún conserva buenas anécdotas pasadas, el empezar un nuevo año significa el contar aquello de los "cuentos del abuela" y, entonces, allá va el mío.

Tengo un amigo que vive a 50 kilómetros de mi casa y, durante unos cuantos años, el día 31 de diciembre, antes de dar las campanadas de la Puerta del Sol, yo me ponía en marcha hacia su casa, pretendiendo llegar antes de las 12 de la noche y así tomar las uvas en casa de mi amigo.

A decir verdad, hubo algún año que dicha hora me pilló en la carretera, lo que me obligó a tomar las uvas en el coche, lógicamente después de aparcar en la cuneta. Después, una vez llegado a la casa de mi amigo, nos quedaba la fortuna de tomar allí los turrones y dulces navideños con su familia. Y toda esa posible jarana podía durar hasta las dos de la madrugada, hora límite para mi regreso y vuelta a mi casa a 50 kilómetros, los que hacen el total de los 100 kilómetros del título.

Al cabo de un tiempo transcurrido, ya entrando en años y con dificultades para conducir, aquella, hoy historia, quedó interrumpida con gran sentimiento y la defunción de la suegra de mi amigo que venía ex profeso desde Asturias a pasar las Navidades con ellos.

Hoy solo nos queda el felicitarnos por teléfono y desearnos un cordial saludo y un buen Año Nuevo para nuestras respectivas familias, lo mismo que yo deseo a mis posibles lectores desde estas líneas de LA NUEVA ESPAÑA.

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