Como el río

Unos servicios hospitalarios dignos de mención

El buen trato recibido en el Hospital Valle del Nalón y la profesionalidad de su personal

Albino Suárez

Albino Suárez

Todavía convaleciente, si LA NUEVA ESPAÑA me lo permite, deseo hacer público reconocimiento al personal del Hospital Valle del Nalón, donde ingresé días antes de finalizar el año 2022.

Se me diagnostica neumonía, fiebres y no sé qué más. Me da la noticia el médico de guardia, el doctor Joaquín Llorente, que es natural de León, vive en Oviedo y está casado en Sevilla. Estoy dos o tres días en Urgencias; sufro la tremenda luz que inunda la planta donde me encuentro. No hay habitaciones libres en plantas superiores. Mientras tanto, veo entre mamparas el trasiego que hay de personal, camillas, sillas con ruedas, servicio, atenciones...

Un auxiliar de enfermería, Carlos del Valle Cuervo, al día siguiente, me lava sobre la cama. No sentí reparo que otro hombre me lavara. Ni, otras veces, algunas auxiliares femeninas. El pudor se va cuando uno está enfermo.

Por fin me advierten que me van a subir a la plata tercera. La primera noche, estoy solo. Al día siguiente, ingresa otro paciente que me dice que es de Pola de Laviana y colombiano, recién llegado a España, y que sufre infarto... Al día siguiente lo visita una ahijada, que también dice vivir en Laviana, hacia el Prado de la Hueria... El enfermo se llama Óscar... Espero se haya repuesto.

Dos o tres días después, me dan el alta. Pero estoy más que bajo...

Tal vez por eso, cuatro o cinco días después, ingreso de nuevo por Urgencias. Me hacen pruebas, se me dice que tienen que intervenir porque la vesícula...Va mal... Hablan de piedras... No es nada. Anestesia local. No va a sentir nada. Y aquella noche fue la de Troya. Mis voces, mis gritos y espantos seguramente que los recuerdan los que introdujeron agujas por el lado derecho de la barriga... Sentía que me pedían que me estuviera quieto, que estaban acabando... Esta tarea merece un amplio temario, que no voy a tratar, porque tal vez fuera yo un mal enfermo, forzado a soportar aquello, que no sé cuánto duró ni porqué la anestesia local no mitigó más aquel sufrimiento...

Marisa me dice que me van a subir a una habitación. Es en la primera planta, ya calmado de dolores, en la que hay otro paciente, que resultó ser José Manuel Martínez, de Tanes pero residente en Laviana. Nos conocíamos, aunque nunca habíamos hablado. La amistad surge de sitios así. Cuando a él le dan el alta a los tres o cuatro días, a mediodía llega un nuevo paciente, de pie, que va a ser operado de una hernia; lo que hacen por la tarde y, al otro día, por la mañana, ya fue dado de alta. Se llama Alejandro, era de La Huerta, en la Hueria de Carrocera. Espero que esté bien.

El servicio de habitaciones llega, despoja la ropa de la cama, la limpia, la airea y la muda de nuevo. Esta tarea es cotidiana e ineludible. Una o dos horas después llega un nuevo paciente, Jesús, del mismo lugar que Alejandro, de La Huerta, en la Hueria de Carrocera. Asombra cómo llega. Su barriga está hinchada voluminosamente, asusta. Después de tres días –al cuarto de su llegada, me dieron el alta– ya le había deshinchado...

Aquí debo reconocer a todo el personal que, más o menos estuvo en contacto conmigo: El referido doctor Llorente, el doctor Rivero, Miguel Ángel Díaz Rivero –hijo de padres asturianos, pero él nacido en República Dominicana–, el doctor Vargas, también hispano, aunque no sé de dónde... Y, a la vez, las enfermeras y auxiliares, por su afecto, su diligencia, esmero y humanismo...Nuestro reconocido agradecimiento...

No olvidamos cuando, a las dos de la madrugada, mientras dormíamos, una enfermera, a la que llamaba Neña de Noreña –lpor su cara bonita y su juventud– intentaba cambiarnos el gotero sin despertarnos... Estos detalles muestran el rasgo humanitario de este personal sanitario encontrado en el Hospital Valle del Nalón... que no fue único, pues no olvidamos las limpiadoras, siempre amenas y siempre procurando tenerlo todo como una patena. Ni olvidamos las horas de revisión y medicamento para los enfermos, ni quien nos tomaba la tensión, miraba la fiebre...

Sé que quedan muchas cosas sin citar, pero no quiero que quede sin referir la comida, siempre a punto, siempre de acuerdo a la prescripción médica...Comida que en Nochevieja y Año Nuevo fue estupenda y de acuerdo a la situación de cada enfermo... De tal modo, que en la tarjeta que llegaba con el nombre sobre cada bandeja, al dorso les escribí mi agradecimiento por aquella cena y la devolví en la misma bandeja, esperando que la leyeran. Y la leyeron. Por eso un día me fueron a visitar para darme las gracias, lo que no pudieron hacer porque no me encontraba en la habitación; había sido llevado para unas pruebas de rayos...

Reitero que sé que quedan muchas cosas sin referir, pero como no tengo el don de contarlo todo en pocas palabras, espero que lo expuesto justifique el agradecimiento que siento por unos servicios hospitalarios dignos de mencionar. Y eso hago aquí.

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