Desde Langreo hasta Caso y desde Caso hasta Infiesto. Desde la aldea más pequeña al pueblo más grande no existe gentilicio en nuestra tierra que se libre de la inquina de su vecino, quizá porque, como dice el refrán, "cada uno quiere llevar el agua a su molino y dejar en seco el de su vecino". La carpetovetónica envidia hispana ha dado lugar a ocurrencias chistosas de los naturales de unos pueblos contra otros. Pero frente a estos dichos oportunos se esconden en ocasiones expresiones insultantes y desvergonzadas.
Ocurre que la rivalidad vecinal tampoco entiende de fronteras, y sino que se lo pregunten a los de Sama y La Felguera o los de L’Entregu y Sotrondio, donde tal parece que se tengan ojeriza entre algunos de ellos, aunque yo más bien me incline a pensar que tal vez sea producto de la envidia, esa enfermedad tan extendida por todo el país.
Sin embargo, en todos los pueblos y aldeas existen esa clase de hombres y mujeres – por suerte, la inmensa mayoría – que son el reverso de esa moneda que representa, por una cara, la envidia y la ignorancia en contraste con la otra, que representa la bonhomía y la calidad humana.
Pues bien, en el pueblín de Abantru, perteneciente al concejo de Caso, nació mi amigo Felipe Blanco, al que desde estas páginas quiero rendir este pequeño pero sincero homenaje a "un hombre del pueblo para el pueblo". Felipe era un hombre vital, cariñoso, buen vecino, capaz de hacer el bien siempre y, además, era un ágil observador. Mi amigo Felipe era bueno para todo, para arreglar un tubo, para ayudar a levantar la casa o la cuadra del vecino o para ayudarle en la siega o en el cierre de los praos, siempre de aquella forma tan desinteresada. Pocas cosas había que no supiere hacer o no lo intentase, pues Felipe sabía de electricidad, de mecánica, de albañilería y hasta para arreglar el tractor del pueblo si se terciaba.
El 29 de setiembre de 2022, nos dejaba sin avisar, pero estoy seguro de que si existe el cielo, él estará ocupando un lugar de privilegio. Seguro que tendrá a todos sus amigos que le acompañan organizados en comuna –tarea muy sencilla, porque esa otra clase de gente envidiosa y dañina no tendrán el privilegio de estar en ese lugar– tendrán todos los praos segados como la pradera del estadio del Molinón o del Carlos Tartiere, y en este momento estará rompiéndose la cabeza para arreglar el tractor comunitario que se estropeó hace unos días cuando se encontraba empacando la yerba para dar de comer al ganado. Compañero Felipe, descansa en paz. Me atrevo, en mi nombre,en el de la Asociación de Apicultores y muy muy en especial en el de los vecinos de Soto de Caso, a decirte Gracias.