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¿Un vestigio de la francesada en Lena?

El lienzo de piedra hallado en las obras del aparcamiento junto al teatro Vital Aza puede ser una defensa bélica de la Guerra de la Independencia

Ernesto Burgos

Ernesto Burgos

Verán que el título de esta historia lleva unos signos de interrogación. Esto es así porque quiero dejar claro que hoy les voy a presentar solo una posibilidad: a lo mejor alguien tiene datos que la puedan confirmar, o a lo peor aparece un documento que la eche por tierra sin falta de dar otros pasos. De cualquier forma, como llevo tiempo intentando inútilmente recabar una opinión más autorizada, creo que es hora de pasar la patata caliente al área de Cultura del Ayuntamiento de Lena para que nos saque de dudas.

¿Un vestigio de la francesada en Lena?

¿Un vestigio de la francesada en Lena? / Ernesto BURGOS

El caso es que hace pocos años se inauguró un aparcamiento público junto al Teatro Vital Aza, con entrada por la calle Corporaciones de Lena, dejando a la vista en uno de sus laterales un lienzo de piedra de unos dos metros y medio de altura rematado por una serie de huecos separados entre sí por muy poca distancia, que actualmente se asemejan a almenas, pero muy bien pudieron ser las aspilleras de una construcción con más empaque.

Al parecer, lo que ahora vemos fue en el siglo XX una de las paredes de un antiguo taller comercial, pero todo indica que se trata de una obra reaprovechada a partir de otra anterior. Por otro lado, esta estructura recuerda a las fortificaciones de urgencia que se multiplicaron, primero, durante la Guerra de la Independencia y, más tarde, en las guerras carlistas para proteger a las poblaciones, habilitar comandancias o albergar guarniciones militares.

Además, su ubicación formando una línea perpendicular a lo que fue la principal carretera que comunicó durante siglos Asturias con la Meseta y que siempre atravesó por su centro el núcleo urbano de Pola de Lena podría corresponderse perfectamente con una defensa levantada sin más pretensiones que las exigidas por algún momento de apuro bélico.

Por último, la toponimia que se guardó para dar nombre a una calle próxima: cava baja, también apoya esta idea si tenemos en cuenta que una de las acepciones que da la Real Academia a la palabra cava es la de "foso o excavación que circuye una fortaleza". De ser así, a principios del siglo XIX se habría reforzado una zona elegida desde mucho antes para completar de manera artificial el aislamiento de Pola de Lena, que ya está protegida naturalmente en otros dos flancos por los ríos Lena y Naredo.

Ahora hagamos un poco de historia para intentar situar en el tiempo este posible vestigio arqueológico. Hace años busqué para un trabajo sobre la Guerra de la Independencia en Mieres los períodos de ocupación francesa que había tenido esta población, que fueron cuatro: el primero desde el 19 de mayo de 1809, cuando entraron las tropas de Ney y Kellerman, hasta el 14 de junio del mismo año; el segundo, desde el 27 de abril de 1810, cuando entraron las de Bonet, hasta el 13 de junio de 1811; el tercero, desde el 6 de noviembre de 1811, otra vez con las mismas tropas, hasta el 24 de enero de 1812, y, finalmente, desde el 17 de mayo de 1812 hasta su evacuación definitiva, el 14 de junio de dicho año.

Como los avatares bélicos de esta contienda, incluidos avances y retiradas de los dos bandos, afectaron por igual a todo el antiguo Conceyón de Lena, es de suponer que estos períodos fuesen prácticamente los mismos con pocos días de diferencia para todo su territorio. Así, sabemos que en mayo de 1809 los franceses bajaron por la carretera de Castilla arrasando casas e iglesias como la de Pajares hasta llegar a la Pola, que saquearon, incendiando tanto su Ayuntamiento como el rico archivo municipal, que se perdió para siempre. Ese fue un episodio breve. Sin embargo, la segunda vez llegaron para quedarse más de un año, emplazando aquí una guarnición estable con la intención de ganarse a los vecinos, compartiendo sus costumbres y participando en sus celebraciones, aunque este acercamiento no les salió bien y concluyó con uno de los episodios más dramáticos que registra la historia de la Montaña Central.

Fue durante el Corpus de 1810. Normalmente, cada año esa jornada festiva se celebraba recorriendo las calles con el Santísimo Sacramento bajo palio acompañado por la imagen de san Martín de Tours; sin embargo, en esa ocasión los fieles no sacaron a este santo porque rechazaban así su origen francés. Lo hicieron entonces cuatro soldados, pero los lenenses se negaron a seguir adelante.

Finalmente, la intervención del párroco hizo que la procesión avanzase y no hubo represalias, aunque a la noche siguiente un segundo desprecio de los notables de la población negándose a acudir a un baile en el que estaban invitados por las tropas invasoras colmó la paciencia de su comandante, que mandó ahorcar en un castañar de la Plaza Mayor a cinco ciudadanos elegidos entre los que habían hecho aquel desplante.

Hace años ya les conté con detalle estos hechos y aproveché para pedir que una placa recordase a estos héroes en el lugar de su muerte. Desgraciadamente, nadie me hizo caso, porque, como se sabe, la memoria histórica tiene fecha de caducidad.

Pero esa es otra cuestión. Lo cierto es que los soldados franceses tuvieron entonces tiempo de sobra para levantar una fortificación y es seguro que lo hicieron. La prueba documental la encontramos en el "Diario de Mallorca" del día 3 de enero de 1811, en el que se relata el intento fallido de los españoles para desalojar de la villa a sus ocupantes foráneos:

"El brigadier don Pedro de la Bárcena, con fecha de 3 del corriente, desde Cienfuegos participa al Mariscal de Campo don Xavier de Losada, comandante en segundo del Principado, que se había hecho un fuego vivísimo sobre las fortificaciones que tienen los enemigos en Campomanes, y particularmente en la Pola de Lena; pero que el pequeño calibre de nuestras piezas no había permitido se abriese brecha practicable. En esta situación, habiéndose visto obligado el Brigadier Porlier a retirarse el primero del mes de los puntos del Padrún y Mieres, habiendo llegado el 2 por la dirección de Carabanzo y de Mieres refuerzos enemigos sobre la Pola, y quedando descubierto de todas las avenidas de Oviedo el flanco izquierdo de Bárcena, tuvo este por conveniente retirarse como lo hizo sobre las alturas cercanas de la Pola".

El texto es claro: tanto Campomanes como Pola de Lena tuvieron en estos años sus propias fortificaciones y, al menos, las de la capital del concejo eran capaces de resistir las descargas de artillería con munición de pequeño calibre.

También sabemos por los informes de época que, durante la primera guerra carlista, Pola de Lena, como siempre por su situación estratégica, jugó un papel importante y hubo momentos en que albergó un número importante de tropas. Fue lo que ocurrió, por ejemplo, cuando la famosa expedición de Miguel Gómez llegó a Asturias intentando sumar la región a la causa tradicionalista. En el curso de esta campaña, los carlistas pudieron ocupar Oviedo sin problemas cuando los 1.400 soldados de su guarnición, mandados por el coronel Ramón Pardiñas la abandonaron para presentar batalla en el Puente de Soto el 7 de julio de 1836.

La crónica dice que en aquel momento estaban acuartelados en Pola nada menos que tres batallones, caballería y voluntarios nacionales mandados por el capitán general de Castilla La Vieja, José Manso, a los que había que sumar una columna de 1.000 hombres, mandada por el coronel Benito Losada, que también estaba acampada cerca de Santullano de Mieres.

Aquel día vencieron los carlistas y el marqués de Bóveda de Limia, José Pimentel, lugarteniente de Gómez, causó a los liberales 300 bajas e hizo 521 prisioneros, entre ellos siete capitanes y 11 tenientes, porque Manso consideró que la carretera estaba impracticable y dejó a sus hombres en Lena a la espera de que mejorase el tiempo.

En el año 2014 dediqué una de estas páginas a contarles el viaje en automóvil que hizo don Pío Baroja un siglo más tarde buscando el recuerdo de esta expedición para hacer uno de los reportajes de su libro "Desde la última vuelta del camino". Entonces les dije que el escritor vasco pudo comprobar que ni los hombres ni las piedras le podían decir nada sobre la expedición de Gómez y cerré con esta frase: "Tampoco en Pola de Lena, un lugar fundamental para esta historia, queda el mínimo recuerdo".

Puede que me haya equivocado. Antes ya adelanté que la prudencia no nos permite asegurar que lo que vemos en este aparcamiento público sea con certeza un vestigio de unas antiguas defensas, pero lo cierto es que si una investigación más seria llega a invalidar esta hipótesis, habría que buscar en otro punto de la villa. Si no se hace por rescatar la historia, hágase por el recurso turístico: otras ciudades asturianas exhiben recreaciones de murallas que han hecho crecer a partir de menos restos que estos que vemos en Lena.

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