Opinión | Desde mi atalaya turonesa

Turón pronto será un desierto

La compleja situación en la que se encuentra el valle

Es el momento de escribir este artículo –nos expresamos en tales términos porque se acaban de celebrar unas elecciones generales– pues ya nadie podrá acusarnos de tratar de interferir en los comicios ¡Líbrenos Dios de tal inoportunidad! Ahora podemos hacer una reflexión profunda sobre la deriva que ha tomado el valle de Turón.

Hace bastantes años se intuían las intenciones de la Administración de convertirlo en una especie de aldea decimonónica. A fuer de ser sinceros, que lo han conseguido. Hoy, lo percibe hasta un ciego, hay tanto silencio en el Valle que resulta inquietante. Basta haber sido testigo del triste panorama de las fiestas del Cristo de 2022 para percibir que, haciendo un símil, se trata de un ser que vive con respiración asistida. Hace ya unos cuantos años, cierto joven se esforzaba en denunciar la ruta suicida que estaba tomando el Valle por el completo abandono a que estaba sometido. A través de la prensa iban apareciendo con cierta periodicidad un rosario de epístolas que incidían sobre un mismo tema: el maltrato de Turón por parte de aquellos que manejaban los Fondos Mineros. Un territorio que llegó a tener 8000 trabajadores y de cuyo subsuelo se extrajeron "solamente" ¡100 millones de toneladas de carbón! Nos atreveríamos a decir que no hay un lugar en España con tantos méritos como atesoró esta tierra en los aspectos industrial y cultural y que haya sufrido afrenta semejante. A partir de entonces, desde determinados niveles iniciaron una campaña de desprestigio contra aquel joven para que desistiera en su empecinamiento porque ¡menos guapo, le llamaron de todo! No resulta extraño todo esto pues ya manifestó Platón hace más de dos mil años que "nadie es más odiado que el que dice la verdad".

Volviendo al momento actual hay que admitir que el problema de Turón tiene una solución muy compleja pero no imposible de resolver aún después de haber diseñada su destrucción de forma calculada: inversión nula en la zona para "espantar" a las nuevas generaciones y esperar a que vayan desapareciendo las viejas por ley natural. Así, el tiempo se encargaría de debilitar y anular la fuerza de la ciudadanía que es la base de toda exigencia. Por eso, la táctica a seguir, si queremos alcanzar un futuro luminoso para nuestra tierra, debe de ser la de contrarrestar esa estrategia enviando a los jóvenes de ambos géneros un mensaje reparador porque ellos son la semilla del futuro. Se necesita, entonces, inculcarles el conocimiento de nuestra historia, magnífica en un tiempo, gloriosa siempre. Eso fortalecerá su autoestima como turoneses y habremos contribuido a fabricar un nuevo núcleo duro de auténticos turonistas que como una piña estarán dispuestos a actuar (desde Figaredo hasta Urbiés porque aquí nadie es ajeno).

Se precisa crear un núcleo duro con la capacidad y la resolución para convencer y aunar a la población en el sentido de la rehabilitación de nuestra tierra. Así habremos dado el primer paso pues ya dijo Gandhi que "la fuerza del pueblo no estriba en la capacidad física sino en su fuerza indomable" Ese embrión de luchadores por el Valle estará, a partir de ahí, dotado de una ilusión que le servirá de apoyo y fortaleza para derribar ese bastión de negligentes e injustos con nuestro presente que un día caerán como un gigante de pies de barro. Esa fe que los ha de nutrir y que nos alimenta a todos, es la historia de nuestro pasado reciente. Crónica esculpida a fuego en cada uno de los sillares que conforman la embocadura de nuestras minas que, como cicatrices profundas, nos hablan de un esforzado y continuado trabajo, de sangre y de muerte, protagonizados por nuestros ancestros.

Ese germen de auténticos turonistas llegará el día en que pasará a cumplir el destino para el que fue creado y será como un cofre en el que está depositada la esencia de nuestro pasado y la esperanza de nuestro futuro. Será el grupo compacto que habrá de reconducir en su momento a nuestros hombres y mujeres para exigir la modernización de un territorio que hasta el momento lleva clavado el estigma de la ruina más absoluta. El instante de la gran transformación llegará cuando nos atrevamos a sitiar esa plaza del desprecio hacia nuestro valle, cuando seamos capaces de asaltar la indolencia de unos y la incompetencia de otros. Entonces, podremos imponer nuestras condiciones, siempre justas: la recuperación de un territorio que nunca debió de pasar por tantos años de ignominia. Turón solo necesita que sus gentes se lo crean porque su historia es magnífica. Esa debe de ser su arma reivindicativa más poderosa. Para ello, sin dejar nunca el hacha de la palabra y el aguijón de la denuncia, es necesario ir creando ese movimiento rocoso que debe de ser un colectivo convencido de que ha llegado la hora de enderezar el rumbo de la nave de Turón que la tempestad de unos rectores insensibles ha tratado de destartalar. Armado con idéntica fortaleza con la que Ulises y sus compañeros vencieron a los Cíclopes camino de La Argólida, con el mismo coraje y decisión que Leónidas y sus espartanos frenaron a los persas en el paso de Las Termópilas y con el empuje de los cartagineses en la gloriosa jornada de Cannas, el día en que Aníbal, puso de rodillas al imperio romano, con esa firmeza incontenible, estamos persuadidos de que ese compacto grupo de turoneses, derrotará a las fuerzas de la incomprensión y del olvido y ganará para el Valle la batalla del futuro.

La solución al porvenir de nuestro valle depende, además, de otro parámetro fundamental, a saber: la traslación a los puntos importantes de la Comunidad Autónoma del problema de este valle minero. Quiere esto decir, "regionalizar" el conflicto al igual que el General Torrijos internacionalizó el suyo –según relata nuestro amigo Zoilo Martínez de Vega en su libro sobre el militar panameño– para obligar a los EE. UU a devolver el Canal. En cuanto a las actuaciones a plantear sobre el Valle son muy variadas, pero aquí, por razones de espacio, solo vamos a mencionar una que sería la primera a desarrollar y la más importante pues todas las que podríamos imaginar vendrían por añadidura. Pero eso sí, dando tiempo al tiempo, pues como dice el adagio "Zamora no se hizo en una hora".

La condición necesaria para iniciar el camino de una verdadera rehabilitación del Valle como de cualquier territorio, pasa por mejorar las comunicaciones con el exterior. Para ello sería preciso trazar una doble calzada entre el cruce de Figaredo y L’Arquera (en una fase siguiente, se llevaría hasta La Cuadriella). Quedaría roto para siempre ese aislamiento secular y con ello se favorecería la instalación de empresas en el nuevo polígono a crear en L’Arquera, donde debía de asentarse una TIC (Tecnologías de la Información y de las Comunicaciones). No olvidemos que nuestro valle tiene futuro: está al lado de la autovía Gijón-Madrid y a diez minutos de Mieres del Camino por el que pasará el AVE. Atravesemos la frontera del conformismo, hagamos honor a aquellas generaciones anteriores que pusieron todo su esfuerzo en modernizar el Valle o detener su decadencia (fundación de Mejoras del Valle por el Dr. Rodríguez-Hevia y actuación dirigida por el Catedrático José Espiño).

Sin aquellas manifestaciones multitudinarias de 1996 y 1999 en defensa de la continuidad del IES, por ejemplo, en el día de hoy, ya no habría Instituto en Turón. Con la finalidad de exigir una modernización de nuestro olvidado territorio, debemos de apelar a nuestra crónica, que debemos de llevar custodiada en nuestra alma como oro en paño porque nuestra historia ha sido toda una epopeya, a la vez, grandiosa, brillante y heroica. "Estos son nuestros poderes", parafraseando al Cardenal Cisneros cuando se enfrentó a las ambiciones desleales de la nobleza castellana con un numeroso grupo de soldados en posición de combate. Turón necesita salir del pozo al que le han arrojado. Ello es posible, si todos ponemos la voluntad necesaria.

No esperemos que nadie resuelva nuestros problemas si no lo hacemos nosotros mismos. De no ser así, no se precisa tener muchas luces para pronosticar que Turón, que hoy ya es un páramo, pronto será un desierto.

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