Opinión
De cuando se especula con el respeto y la memoria de una comunidad
Sobre la compleja situación del cementerio de El Entrego y cómo afecta a los vecinos
Adrede, quise dejar esta columna como la postrera colaboración del curso en LA NUEVA ESPAÑA, porque, supuestamente, este 31 de diciembre del presente año de nuestro señor de 2023, será el último día en que los vecinos de El Entrego o L’Entregu, a gusto del consumidor, podamos rendir memoria y respeto a todos nuestros muertos en su reposo eterno.
Para introducir en el contexto a los que no lo sepáis: este pueblo, el mismo en que nació Onofre, la esposa del gran Leopoldo Alas "Clarín", y sus vecinos llevamos años "mosqueados" por culpa de unos lodos que emponzoñan la entrada, legal y simbólica, al cementerio. Fraguados por el mucho llover sobre unos polvos, mal echados, que fermentaron allá por inicios de la década de los noventa.
Os cuento. Por aquéllas, la Iglesia Católica Apostólica y Romana, que era la dueña del camposanto, vendió –nunca mejor usado el término– su propiedad a una empresa privada. Con el transcurso del tiempo, no mucho, el complejo fue declarado "en ruinas". Sucesivas ventas, durante décadas, y la negativa de los descendientes del actual dueño a seguir con el negocio maceran una sopa de desprecio hacia los difuntos, el cariño de sus familiares y los recuerdos; vamos, todo lo antropológicamente sagrado para un grupo étnico. En fin, qué esperar de un país que tiene en su piel, como cicatrices, innumerables fosas comunes, con millares de anónimos, en espera de recuperar sus derechos. Nación que se dice democrática y que cumple con los acuerdos internacionales sobre derechos humanos…
Pero no nos vayamos a la alta política, al menos de momento. Primero hay que exigir a los responsables más próximos. Y claro, sé que no tengo poder para expropiar ninguna empresa, ni para imponer una moción de censura a un partido político; pero sí que puedo interponer una carta o recurso de indefensión al Defensor del Pueblo, D. Ángel Gabilondo y, por qué no, si "rasca más" –seguro que sí–, enviar correos electrónicos o vídeos editados "in situ" a programas de actualidad, en prime time, de televisiones o radios públicas y privadas, autonómicas y nacionales. Y quienes me conocen, políticos y "palmeros" incluidos, saben que lo haré.
Así que eso del símil de la "zapatería", de la potestad municipal o cualquier otra sandez que se le ocurra a alguno de los actores de la tragicomedia, se tendrá que terminar. Espero; porque imagino que no tendrán arrestos para poner un candado en el puerta y una patrulla de trabajadores municipales en vigilancia permanente. ¡Bueno, quién sabe! A tenor del giro neoliberal y mercantilista que se está obrando en la progresía nacional, todo es posible. Y no nos olvidemos de que además del "lapo" en la cara de los vivos y sobre la memoria de los difuntos, hay varios puestos de trabajo que se perderán. Algo que con un uso adecuado de esos Fondos Europeos de transición justa, cualquier corporación medianamente ilustrada puede suturar. Pero, nuevamente claro, para eso hay que querer.
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