Opinión | Pasado imperfecto

El Adaro, una institución histórica

El reconocimiento de Langreanos por el Mundo a un emblema de la atención sociosanitaria

La Asociación Langreanos en el Mundo ha premiado este año a Ángela Santianes Arbesú, presidenta de Du Pont en España y Portugal, "por su exitoso recorrido profesional, superando barreras en el mundo empresarial y manteniendo un fuerte lazo con su tierra natal". Y otorgó el galardón solidario "Falo Cadenas" a la Fundación Sanatorio Adaro, "por su papel como referente en la atención sociosanitaria y su capacidad de adaptación a los nuevos tiempos.

El Adaro es actualmente una verdadera institución, cuyos orígenes pueden detectarse hace casi siglo y medio. En efecto, corría el año 1878 cuando el concejal republicano Juan P. Palacios expone a la Corporación langreana la idea de construir un hospital municipal en el que "los pobres pudieran hallar alivio a sus males" y también supondría "un gran realce para los intereses morales y materiales del concejo".

A pesar de que la propuesta fue acogida favorablemente por el resto de concejales, quedó largo tiempo relegada. Y fue en los primeros años de siglo XX cuando la Agrupación Socialista de Sama, que se había constituido en 1897, insta al Ayuntamiento sobre la apremiante necesidad de que los obreros dispongan de un hospital subvencionado por las empresas.

En los años siguientes se unen a esa solicitud muchos vecinos, alegando que era bastante triste que cuando un obrero sufría un grave accidente en la mina, en la industria o en cualquier otro trabajo, tuviera que ser transportado hasta el hospital de Oviedo a hombros de sus compañeros.

La presión de los socialistas, que llevaron incluso su demanda hasta el presidente del Gobierno de España, obligaron a Antonio María Dorado, entonces alcalde, a activar las gestiones para la construcción del hospital.

La comprometida mediación del insigne ingeniero y empresario, Luis Adaro y Magro, fue el impulso definitivo para que se inaugurara un modesto "hospital de heridos" en 1910, embrión de lo que, cuatro años después, se convertirá definitivamente en sanatorio.

Desde la primera petición del concejal republicano hasta que se puso en funcionamiento el "hospital de heridos" habían transcurrido 32 años. Sin embargo, para la construcción en Sama del teatro Vital Aza (después Colegio Municipal de Bachillerato y ahora Conservatorio Valle del Nalón) se tardaron poco más de dos años. Un buen ejemplo de las prioridades de aquellos años. Y una nefasta anomalía que todavía persiste.

Por otra parte, a mediados del siglo pasado ya se reconocía que el Adaro era el sanatorio donde se realizaban las mejores rehabilitaciones de accidentados de toda España. Y eso gracias a la competencia de una pléyade de excelentes profesionales en distintas especialidades y categorías.

A propósito, en 1915, el mismo Luis Adaro propuso emplear a monjas dominicas como enfermeras. Se opusieron republicanos y socialistas, que preferían enfermeras laicas. La razón esgrimida por Adaro era que las "religiosas trabajarían a jornada completa y sin sueldo". Durante ochenta años, hasta que el sanatorio pasó a ser fundación, las monjas desempeñaron una importante labor asistencial.

El traumatólogo Vicente Vallina fue sin duda la figura más emblemática del Sanatorio Adaro, del que fue su director 32 años. Ha sido una referencia nacional e internacional en las fracturas de la columna vertebral y de las quemaduras por grisú. Y entre los diversos galardones y homenajes que se le rindieron, sobresale la Gran Cruz del Mérito Civil, que se concede a ciudadanos españoles o extranjeros por sus trabajos extraordinarios o servicios relevantes al Estado.

En definitiva, el Sanatorio Adaro no es solo una prestigiosa institución histórica, que sigue ahora con otra clase de asistencias médicas, sino que es también símbolo y referencia de uno de los períodos más boyante de las cuencas mineras.

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