Opinión | Los recuerdos de mi lápiz

Los estudiantes de la Academia Mercantil

Evocación de un popular centro educativo de La Felguera conocido como "El Frailín"

Los estudiantes de la Academia Mercantil

Los estudiantes de la Academia Mercantil

La Academia Mercantil era más conocida por "El Frailín". No, por ende, su fundador y director, había sido hermano de las Escuelas Cristianas de La Salle, así que era considerado fraile; aunque lo de "frailín" nunca acerté a comprenderlo, ya que por su voluminosos físico, más bien, podría haber alcanzado el apelativo o título de "frailón". Pero eso es otra historia que no vamos aquí a despejar, ya que seguramente su "bonancible carácter" no lo hubiera permitido.

Era una academia mixta, chicas y chicos, pero eso sí, no mezclados; las niñas en los primeros bancos y los niños detrás; aun así, toda una revolución en la enseñanza de aquellos tiempos.

Esta historia de "Los recuerdos de mi lápiz" nace de una de tantas tertulias de vermú de mediodía, que, con una copa de vino o botella de sidra, afloran los recuerdos vividos de un tiempo, que se nos antoja ya muy pasado. Era la una y media o dos de la tarde y coincidíamos en la terraza del bar El Trasteru, de la calle Alférez Argüelles. Dámaso, popular e histórico felguerino, que presume de sus casi noventa años con la degustación de su botella de sidra, acompañada de un impresionante cigarro puro de humeantes aromas cubanos. Mi otro tertuliano de mesa era mi entrañable y querido amigo Tinín, que, entre sorbos de un exquisito albariño, acompañado de pincho de bonito, desplegaba toda su elocuencia que tanta fama le distingue. Y yo, que como tercer tertuliano, saboreaba un excelente Ribera del Duero mientras hacía trabajar a mi querido "lápiz" para dibujar a mis dos entrañables tertulianos sin dejar de escuchar, las animadas historias, que hacían de la reunión unos momentos inolvidables.

Todo lo que antecede a este sencillo escrito que titulo "Los Estudiantes de aquella Academia Mercantil" viene dado porque, en la charla de mis ilustres felguerinos, empezaron diciendo, que había estudiado en "El Frailin"; Dámaso había terminado la carrera de Comercio y Tinín, el Bachiller. Así, se pasó a recordar aquella academia, famosa por sus métodos "muy poco livianos" con los que se hizo famoso el orondo "frailín", acompañado por su esposa Luisa, su hijo Luis y una extensa plantilla de profesores de distinto recuerdo y de la que sale muy beneficiada mi amiga Conchita García, prima preferida de mi buen amigo Alfonso García, ambos ilustres pozaricos.

Tras este recuerdo de aquella academia, que marcó toda una época, Dámaso, que, en su vida laboral había sido representante general del Grupo Soberano González Byass, comienza a relatarnos una de tantas anécdotas vividas por su profesión. Así, comienza a contarnos que en unas fiestas de San Pedro del año 69 hizo instalar una caseta de feria Sevillana, en el parque Antonio García Lago. Para su animación y aprovechando que era muy amigo de Antúnez, entrenador del Real Oviedo y exjugador del Sevilla F.C., le recomienda al bailaor flamenco "Carlitos de Chipiona". Durante las fiestas, la caseta es todo un atractivo, sobresaliendo Carlitos, con sus contoneos que hacen vibrar a la gente. El "Carlitos de Chipiona" despliega todo su arte, sobre todo cuando Dámaso, para animarle más y con el humor que le caracteriza, le lanza besos, que Carlitos recibe con picaronas miradas.

Ya finalizadas las fiestas, Dámaso, se dirige al bar Miramar en Sama, donde Carlitos estaba hospedado, para abonarle el contrato que habían acordado, que eran 10.000 pesetas de la época, toda una muy buena cantidad. Preguntando en el Miramar por el artista, este baja de su habitación y Dámaso le entrega el sobre con las diez mil pesetas; entonces, Carlitos, con mirada picantona le dice: "Hola guapetón, si subimos a la habitación, te devuelvo el sobre"; a lo que Dámaso contesta: "¡No! Déjalo para otra ocasión". Las carcajadas nos invaden y se contagian a las mesas contiguas, ya que el relato no tiene precio.

Las tertulias son el bálsamo sagrado de la amenidad y sobre todo cuando tienes la suerte de tener amigos como Tinín y Dámaso, que son muchos más que especiales, son únicos. Tengo la suerte de tenerlos grabados en "Los recuerdos de mi lápiz" Que seguirán contando benditas, sencillas pero verdaderas historias de la gente del pueblo, la que verdaderamente importa.

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