Opinión | Líneas críticas

Como dioses entre los humanos

La influencia de las personas con grandes fortunas sobre las decisiones políticas que se toman

Escribió Scott Fitzgerald que los verdaderamente ricos eran distintos al resto de los mortales. Y se lamentaba de lo poco que sabemos de ellos, a pesar de su determinante influencia en la sociedad, la política, la economía, la guerra, las artes y otras muchas facetas de la vida humana.

Pues bien, de esta cuestión trata precisamente el último ensayo del italiano Guido Alfani, catedrático de la Universidad Bocconi de Milán. Se titula "Como dioses entre los hombres. Una historia de los ricos en Occidente".

Alfani, que aclara que no escribió este libro movido por la fascinación o la aversión hacia los ricos, sostiene que la concentración de riqueza fue continua desde las primeras civilizaciones hasta nuestros días. Una continuidad que se había interrumpido por la Peste Negra en el siglo XIX y las dos guerras mundiales del siglo pasado.

A los ricos, que pueden ser nobles o plebeyos enriquecidos, burgueses de la ciudad o habitantes del campo, terratenientes o financieros, los define sobre todo en función de su riqueza, obviando otras connotaciones como la lucha de clases

Asimismo, en el libro se analiza la cambiante percepción que sobre la riqueza se va produciendo a lo largo de la historia. Por ejemplo, los muy ricos eran considerados pecadores en La Edad Media: la avaricia es un pecado capital para la doctrina cristiana. Santo Tomás de Aquino se oponía firmemente a la acumulación de riqueza, en especial la procedente de la usura. Recomendaba a los gobernantes prohibir el enriquecimiento excesivo para preservar una sociedad cristiana ordenada.

Y el famoso teólogo medieval, Nicolás Oresme, advertía que si los muy ricos superaban a los demás en riqueza y poder político llegarían a "parecer como dioses entre los hombres". Según la mitología clásica, la caída de los dioses originaría un gran cataclismo.

En los tiempos modernos, las desigualdades económicas aumentaron ostensiblemente en las grandes ciudades europeas, modificándose el criterio sobre la riqueza. Los ricos comenzaron a considerase útiles a la ciudad. Se les comparaba a "graneros de dinero", a los que se puede acudir en caso de urgente necesidad. Una ciudad sin recursos suficientes quedaría desprotegida ante cualquier adversidad.

Para Alfani, la crisis bancaria de 1907 en Estados Unidos habría sido la última ocasión en que un multimillonario como J.P. Morgan habría evitado la ruina financiera en un país occidental.

Por eso, en la actualidad se estaría viviendo una anomalía histórica: los ricos, en las recientes crisis, no solo han dejado de cumplir con su obligación de contribuir en ayuda del resto de la sociedad, sino que tienen una influencia en las decisiones políticas que nunca habían tenido.

Es cierto que hay excepciones. Algunos de los grandes empresarios y financieros estadounidenses y de otros países, como el grupo denominado "Multimillonarios patrióticos", han reclamado a sus respectivos gobiernos una tributación más justa para impedir un abismo insalvable entre ricos y pobres.

El mismo Warren Buffett, uno de los hombres más ricos del mundo, ha manifestado públicamente que los gobiernos "dejaran de mimar a los megarricos", pues gozan de extraordinarias exenciones fiscales mientras la mayoría de los estadounidenses trabajan duramente para ganarse la vida. Sin embargo, cuando un periodista le preguntó si creía en la lucha de clases, Buffett respondió tajante: "Naturalmente que sí. Esa lucha la estamos ganando nosotros". Una razón que puede explicar el incremento de las desigualdades en el mundo.

En definitiva, hace ya más de 25 siglos que Platón proclamó que en cada ciudad convivían dos ciudades distintas en perpetua lucha: la ciudad de los ricos y la ciudad de los pobres.

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