Opinión
Dámaso Alonso y La Felguera (I)

Dámaso Alonso escucha a Lebredo Lanza. | Archivo J. J. R. S.
Si se hiciera una encuesta sobre la llamada Generación o Grupo del 27, Dámaso Alonso sería elegido el mejor lingüista. Su labor como filólogo ninguno de sus compañeros la igualó o superó. Si hubiera que elegir al mejor poeta Dámaso Alonso no sería el más votado. En cambio, si la encuesta propusiera elegir el título de un poemario de entre las obras de todos ellos, "Hijos de la ira" ocuparía uno de los primeros lugares. Por suerte, nuestro cometido no es elucubrar sobre encuestas, sino recuperar los vínculos entre el hombre Dámaso Alonso y la villa de La Felguera.

La placa de la calle en la actualidad. | Archivo J. J. R. S.
La historia de esta relación dio comienzo con el inicio del siglo XX. El matrimonio formado por Dámaso Alonso Alonso, natural de Ribadeo, ingeniero de minas y Petra Fernández de las Redondas Díaz, madrileña de ascendencia asturiana, llegó con su hijo Dámaso, nacido en Madrid el 22 de octubre de 1898 a La Felguera en 1900, cuando el niño contaba casi dos años de edad.
La empresa creada por Pedro Duro en 1900 tramitaba el cambio de nombre de su razón social, "Duro y Compañía" para denominarse "Sociedad Metalúrgica Duro-Felguera, S.A.". En esas estaba cuando contrató a un prestigioso ingeniero de minas para ponerle al frente del Laboratorio de Química. La empresa minero metalúrgica se encontraba en pleno crecimiento, modernización y consolidación.
Dámaso Alonso Alonso, cuando llegó a La Felguera, lo hizo con su salud quebrantada. La estancia en Langreo, dadas las condiciones climáticas y el alto grado de contaminación del entorno felguerino, resultó determinante en el avance de su enfermedad. En enero de 1901, ya muy enfermo, determinó, de acuerdo con su esposa, dejar su puesto de trabajo y trasladarse a Ribadeo donde falleció cuatro meses después, el 9 de mayo de 1901.
Muchos años después, la amistosa relación de directivos de festejos de San Pedro como Leopoldo Bustillo Sánchez y Antonio Fernández Velasco con el ribadense Dionisio Gamallo Fierros, catedrático de literatura, poeta, numerario de la Real Academia Gallega y miembro del Instituto de Estudios Asturianos, sirvió para que comenzasen a pensar en las posibilidades que habría de poder contar con una figura de enorme prestigio como Dámaso Alonso, como presidente del Jurado del Concurso de Cuentos, que ya era el buque insignia de la más importante sociedad de La Felguera.
Dionisio Gamallo Fierros resultó piedra angular y quien le trasladó a Dámaso Alonso la ilusión y el interés que tenía la sociedad sampedrina en contar con él. Sin duda que le recordó su lejana estancia en la localidad, ponderándole las bondades de su certamen literario.
Los puentes tendidos por Gamallo Fierros facilitaron las cosas y quien ya ocupaba el sillón "d" minúscula de la RAE –vocal adjunto de la Junta de Gobierno de la misma; poeta ampliamente reconocido por el poemario "Hijos de la ira"; que en el ámbito académico contaba con estudios de suma importancia como "Poetas españoles contemporáneos", "Estudios y ensayos gongorinos", "Góngora y Polifemo"; y que gozaba de sólido prestigio nacional e internacional como filólogo– comenzó a pensarlo. Por Dionisio Gamallo se supo en "San Pedro" su buena disposición para llegar a un acuerdo, pues no quería salir de Madrid por razones personales y profesionales.
Los responsables de la sociedad sampedrina, sin dudarlo ni un momento, se hicieron cargo de la situación y acordaron celebrar en Madrid el fallo. Fue una sabia decisión que les abrió más puertas. El paso siguiente fue elegir el lugar en el que poder reunirse los componentes del Jurado para sus deliberaciones. Festejos de San Pedro se dirigió a la Junta de gobierno de la Casa de Asturias en Madrid, exponiéndoles su caso. La respuesta afirmativa permitió barajar diferentes fechas posibles para que Dámaso Alonso eligiera el día y hora que menos afectase a su agenda. La fecha convenida fue igualmente inusual. El fallo se produjo tres días antes del día de San Pedro.
El certamen literario de La Felguera se creó bajo la presidencia de José Antonio Fernández Sánchez, quien en 1950 convocó la primera edición de un premio de poesía. Años después se estudió la conveniencia de cambiar su orientación. En 1956 Paulino Antuña Rodríguez y su junta directiva publicaron las bases de un certamen de cuentos y relatos, modalidad que continúa en la actualidad.
Conviene tener en cuenta que, un cuarto de siglo antes, ya existió un precedente. La circunstancia, nada o muy poco conocida, la protagonizó la propia sociedad sampedrina "asesorada por los directores de Prensa de la región". Fue en 1926, siendo presidente el ingeniero Rafael Belderrain Oteiza, cuando se publicaron las bases de un premio literario con tres apartados: uno a la "mejor composición escénica (en prosa o en verso) representable en uno dos actos, escrita en bable, en que se enaltezca la virtud del trabajo"; otro para "la mejor novela corta de ambiente langreano escrita en español"; y, por último, se establecía un premio "al mejor soneto que refleje la personalidad de don Pedro Duro". La cuantía de los premios estaba claramente diferenciada.
El concurso de cuentos pronto consolidó su prestigio. La nómina de los ganadores permitió comprobar que eran escritores con proyección de futuro o ya consagrados dentro del panorama literario español como Felipe Santullano, Ramón Zulaica Luciano Castañón, Mauro Muñiz, Eduardo G. Rico, J.L. Prado Nogueira o Carlos Murciano.
La convocatoria de aquella edición de 1967 fue la XVIII edición del Certamen literario y la XII en la modalidad de cuentos. La razón de tal numeración obedecía a que las primeras seis ediciones, habían sido de poesía.
La edición de 1967 supuso una auténtica excepción a la regla, pues la reunión del Jurado, sus deliberaciones y su fallo tuvieron lugar en Madrid. Por primera y única vez el acta del fallo no se firmó en La Felguera, sino en la capital de España. El jurado estuvo integrado por el académico de la Lengua Dámaso Alonso, los catedráticos Valentín Andrés y Emilio Alarcos, el escritor Juan Antonio Cabezas y Antonio García Lago como representante de la sociedad sampedrina.
Era lunes aquel 26 de junio de 1967. Un joven periodista de Cangas de Onís, Diego Carcedo, escribió una magnífica crónica, que ya dejaba entrever el gran futuro que le aguardaba, para el periódico LA NUEVA ESPAÑA. La crónica era un servicio especial de la agencia de información de la cadena de Prensa del Movimiento, Pyresa. El periódico la publicó al día siguiente en última página, bajo este titular: "Fernando López Serrano, ingeniero de Montes, ganador del concurso de cuentos de La Felguera". Y por subtítulo: "Es el primer premio literario que gana y sólo una vez estuvo en Asturias". Se informaba de su profesión, que era madrileño, que tenía 32 años, que estaba casado y tenían un hijo. El cuento se titulaba "Un surco en la sonrisa", que se registró con el número 128 y que "abordaba un problema social".
Tras señalar que esta era la primera vez que ganaba un premio literario añadió: "Participé en varios concursos, pero siempre sin suerte". Diego Carcedo ofrecía otros detalles: "Los miembros del jurado creían que se trataba de un autor conocido; esperaban encontrarse, al abrir la plica, con un nombre famoso. Cuando abrieron el sobre y vieron que el bajo seudónimo de ‘Fred O’Nam’ se ocultaba una persona totalmente desconocida en los medios literarios, recibieron una gran sorpresa". Diego Carcedo señaló: "Intervino de manera destacada el profesor, escritor y periodista don Dionisio Gamallo Fierros".
El periodista continuó escribiendo que los organizadores buscaron su número de teléfono pero que no aparecía en la guía: "Ni un solo abonado en la calle Lourdes (...) Algunos periodistas salieron corriendo para llegar los primeros al domicilio del autor. Él mismo salió a abrir la puerta cuando los informadores llamamos al timbre. Los representantes de la comisión de fiestas de La Felguera le dieron la noticia y él, muy emocionado comentó: ‘No lo esperaba; escribo por afición. Nunca había creído en los concursos literarios. Sin embargo, este me inspiraba cierta confianza. Ayer leí en los periódicos que hoy se haría público el fallo y todo el día me he sentido un poco nervioso’".
Diego Carcedo ofreció nuevos detalles, como que su esposa era licenciada en Filosofía y Letras, rama de pedagogía, que tenía aficiones literarias, pero le daba miedo escribir, que su esposo era muy tímido y que le animaba mucho porque se daba cuenta que escribía muy bien y no le gustaba enseñar su trabajo.
"El ganador del duodécimo concurso de cuentos de La Felguera trabaja en el Servicio Nacional de Pesca Fluvial. Sólo estuvo una vez en Asturias. Fue hace cuatro años. Pasado mañana volverá para recoger el premio". Y añadió: "Me hace ilusión volver a Asturias con este motivo. Me gustaría que me acompañara mi mujer; yo soy muy tímido y ella me da ánimos. Veremos si podemos llevar al niño o si encontramos con quien dejarlo".
Concurrieron más de doscientos cuentos de los que se seleccionaron cuarenta y cinco y tres llegaron a la última votación: "Rumbosas noches con Nora”, “La compuerta" y "Un surco en la sonrisa", que fue el ganador. El premio fueron 25.000 pesetas.
Fernando López Serrano al año siguiente publicó otro buen cuento, "La corbata negra", en una de las revistas literarias más importantes. En 1971, la editorial Doncel publicó su libro, "Piel de cielo", en la colección "La ballena alegre".
Así fue como Dámaso Alonso y los responsables de la Sociedad de Festejos San Pedro de La Felguera comenzaron su sincera amistad gracias al ejemplar y entrañable amigo que fue Dionisio Gamallo Fierros, compendio de saberes que compartió con todo el mundo sin esperar nada a cambio. Y lo decimos porque honrar a Gamallo Fierros es honrar a todas las partes.
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