Opinión | Bajo el sol de la historia

Dámaso Alonso y su entrañable relación con La Felgura (II)

La jornada de la inauguración de la calle dedicada al poeta y lingüista quien recordó su infancia felguerina

Aquel domingo 29 de octubre de 1978 se presentaba envuelto en una neblina gris marengo, que a medida que pasaban las horas iba desapareciendo. A las doce, poco antes del comienzo del acto, el sol brillaba en lo alto, pero la temperatura era fresca.

La Sociedad de Festejos de San Pedro había propuesto y conseguido que una de las nuevas calles felguerinas llevara el nombre del poeta de la generación del 27. El escenario en el que se esperaba la llegada de Dámaso Alonso, eran unas parcelas aún por urbanizar adecentado para la ocasión. Numeroso público aguardaba al poeta.

Una semana antes Dámaso Alonso celebraba su octogésimo cumpleaños y el septuagésimo octavo aniversario de su estancia en La Felguera. Había vuelto para reencontrarse con la villa felguerina y recibir un homenaje oficial, propuesto por la emblemática Sociedad de Festejos San Pedro.

El poeta y académico viajó con su esposa Eulalia Galvarriato. Los acompañaban muy buenos amigos como el entrañable ensayista y profesor Dionisio Gamallo Fierros, el catedrático de lingüística Emilio Alarcos y el rector de la Universidad de Oviedo, Teodoro López Cuesta. Era alcalde de Langreo Antonio Lebredo Lanza, y presidente de festejos de San Pedro, Eloy García Cabeza. Entre el numeroso público asistente se encontraba una nutrida representación edilicia, así como los directivos sampedrinos promotores de los actos previstos, y otras varias representaciones locales.

Dámaso Alonso escuchó con atención las palabras de Lebredo Lanza, que destilaban respeto, admiración y júbilo. "Nos depara hoy la enorme satisfacción de contar entre nosotros a don Dámaso Alonso en esta fecha que habrá que señalar como un hito en la historia del concejo y de La Felguera en particular" (…). "No solamente se dedica esta calle a su figura por los merecimientos que concurren en el eminente filólogo, poeta y crítico literario, ni siquiera como simple recuerdo a su infantil permanencia en La Felguera". Lebredo Lanza puso énfasis cuando adujo que la Corporación municipal por el presidida, había acogido muy gratamente la solicitud de la concesión de dar el nombre de Dámaso Alonso a una calle en La Felguera por "su gran labor, su lucha, su defensa de algo tan importante como es el idioma".

El Alcalde había medido muy bien el alcance de sus palabras y la duración de su alocución. Como anfitrión había sido cortés, ponderado y hospitalario. Al poeta se le notaba contento y emocionado por la cordialidad que percibía de la ciudadanía.

El poeta y lingüista inició su parlamento. "En La Felguera se condensó ese momento, que casi se puede llamar fundamental, de la vida en que se pasa de ser una especie de marmolillo recién nacido a tener el primer conocimiento de la vida y aún de las palabras. Así estuve yo en los meses que residí en La Felguera, donde mi padre era ingeniero y estaba encargado del laboratorio de Química, aunque él era ingeniero de minas" (…) "En cierto modo –continuó diciendo– viene así a condensarse una zona mucho más amplia, pero siempre directamente relacionada con ella, que es Asturias y el oeste de Galicia, y que habían de tener una influencia extraordinaria en mi vida. De manera que yo, nacido casi por casualidad en Madrid, me considero absolutamente ligado a este rincón nórdico de la península, que va desde la ría del Eo hasta Oviedo. Y naturalmente como centro, repito, de atracción de todo eso, La Felguera".

Más adelante un emocionado Dámaso Alonso se refirió a su labor como estudioso: "Por mi afición a la lingüística y a la dialectología, he sentido una atracción especial también por Asturias y he dedicado gran parte de mi actividad como investigador al asturiano y al gallego" (…). "He recorrido a pie los Oscos, en época en que todavía mi relativa juventud me permitía el vagar por los campos sin saber dónde iba a dormir. Recuerdo que en Santa Eulalia de Oscos llegué durante la noche y empecé a llamar a las puertas de las casas, allí no había fonda ni hotel alguno, y al fin en una me admitieron. Entré en una habitación que estaba bastante bien; me acosté y quedé dormido. A media noche me desperté con una extraña sensación, había algo que subía agradablemente mi temperatura que casi me hacía llegar a un sudor delicioso. No sabía lo que era. Mi sueño había sido un sueño casi panteísta. Yo me sentía como en el seno de la gran naturaleza y unido a ella. Por fin empecé a palpar la pared que estaba detrás de la cama y noté que estaba constituida por unos grandes tablones de madera y que entre ellos había unos espacios de más de diez centímetros y metí al fin la mano por uno de ellos y toqué… ¡Lo que toqué fue el morro, el hocico, de una vaca! Y era aquella vaca, con su pausada respiración la que me infundía esa deliciosa sensación de hallarme durmiendo en el seno de la gran naturaleza que a todos nos acoge".

"He aquí que La Felguera –continuó diciendo– me acogió en mi primera niñez y, en cierto modo, me fue despertando a la vida, puede considerarse como el centro en el que se resume y condensa, toda mi afición hacia Asturias y la parte oriental de Galicia, y además me hace ser orgulloso y arrogante que fuera una población tan industrial, con una trascendencia, con una importancia enorme en el desarrollo industrial de España, la que acogiera mis primeros sueños infantiles y hoy de mi nombre en esta bella placa. Gracias por tanto a todos. Gracias desde lo profundo de mi corazón. Y crean que mi ligazón a La Felguera, inicial en mi vida, queda así afirmada para siempre hasta que me muera, dentro de mi alma. Muchas gracias".

Eulalia Galvarriato fue quien descubrió la placa con el nombre de Dámaso Alonso entre aplausos. La emoción había liberado un sinfín de sentimientos y recuerdos y, con los ojos brillantes, Dámaso Alonso pudo ver a un público que le aplaudía y aplaudía, mientras su esposa, tras él, y con una mano sobre su hombro, observaba.

Antonio Fernández Velasco, en su calidad de miembro de la comisión municipal de Urbanismo del Ayuntamiento de Langreo, desplegó allí mismo los planos del proyecto de ordenación de la zona y se los fue explicando al poeta insistiendo que la intervención urbanística era de inmediata ejecución.

Recuerdo que el sombrero de Dámaso Alonso tuvo su protagonismo. Llegó con el puesto. Pronto se lo quitó y durante la intervención del Alcalde lo mantuvo en su mano izquierda. Cuando él comenzó su alocución fue Lebredo Lanza quien se lo sostuvo. Y abandonando el lugar en dirección a la biblioteca volvió a colocárselo sobre la cabeza para protegerse del sol.

El matrimonio Alonso-Galvarriato, el Alcalde, directivos de San Pedro y público, llegaron a la Casa de la Cultura a la que el poeta iba a donar ejemplares de su obra completa, que la editorial Gredos ya había comenzado a publicar en 1972. Una vez recorrió alguna de sus instalaciones se sentó y dedicó un tomo. En 1984 ya habían aparecido 6 volúmenes. Dos años después eran ya ocho y totalizaban la considerable cifra de siete mil páginas.

Cuando nos pusimos en contacto con la biblioteca felguerina para fotografiar la dedicatoria que escribió y rubricó el poeta, se nos informó que llevaría algún tiempo localizarlo pues se encontraba almacenado en el depósito. Una de las encargadas de la biblioteca, María Martínez Vigil nos avisó de su disponibilidad y vimos lo que en su día Dámaso Alonso escribió en "Seis calas en la expresión literaria española": "Para la Biblioteca de La Felguera". La sorpresa fue ver una segunda dedicatoria: "Por la parte que me toca –que no es mucha– vaya también mi envío a la Biblioteca de La Felguera", y la fecha: 19-VI-1982. El autor de la misma fue el poeta y teórico asturiano Carlos Bousoño, coautor del libro.

El ingeniero de minas Dámaso Alonso, su esposa Petra Fernández y su hijo Dámaso, vivieron aquellos meses del año 1900 en un inmueble de la calle Melquiades Álvarez. Muchos años después Festejos de San Pedro colocó una placa de bronce: "En esta casa, 22-10-1900 cumplió su segundo año de vida Dámaso Alonso. La Felguera, lo recuerda con satisfacción 90 años después. 22-10-1990".

En la tarde del 23 de noviembre de 2006, mientras se llevaban a cabo unas obras en el inmueble, su frontal se vino abajo lo que obligó a su demolición. Por fortuna los obreros que allí trabajaban, resultaron ilesos. La nueva fachada se rehízo como la original y se colocó una nueva placa.

La muerte de Dámaso Alonso el 25 de enero de 1990 dejaba a su esposa sola, pero en el cementerio de la Almudena, España pudo ver a Eulalia Galvarriato acompañada por otra mujer de la que se cogía del brazo, con las manos unidas, era María del Rosario Herrero López, viuda del exalcalde Antonio García Lago y hermana del periodista, director de cine y autor teatral de éxito Pedro Mario Herrero.

La honda tristeza y el desconsuelo ante la muerte lo encarnaban aquellas dos mujeres que la escrutadora mirada de la cámara de TVE nos ofreció. Aquel instante tuve ocasión de comentarlo, tiempo después, con Charo Herrero que lo evocó con gran emoción. También allí, en la Almudena, estaban su compañero de generación Rafael Alberti que leyó unos poemas, Dionisio Gamallo Fierros, los académicos Torrente Ballester, Julián Marías, Buero Vallejo, Cela, el antropólogo Julio Caro Baroja y Umbral, entre otros.

Me vienen al recuerdo las palabras que escribiera el también académico Rafael Lapesa sobre el poeta, cuando unos años antes de su muerte vislumbró el calvario por el que empezaba a transitar su amigo: "Y llegaron los años en que Dámaso, dueño de la palabra científica exacta y de la exacta palabra poética, hubo de luchar con creciente dificultad para expresarse. Tres o cuatro veranos después, queriéndome decir que las flores de su jardín se habían angostado, sólo pudo balbucir: ‘Esto se ha quedado sin…, sin…, sin poesía". Ahí comenzó el último acto de su tragedia vital.

Así fue la amistad en el tiempo entre La Felguera y Dámaso Alonso.

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