Opinión | Dando la lata

Aquellos anuncios

Qué pasó, qué fue de aquellos anuncios navideños, adónde fueron los turrones, el que picaba, el que volvía a casa, el más caro del mundo, el de la viuda, el aullador… Casi no queda publicidad de cava, nos privaron de las chicas doradas y de los brindis glamurosos. Dónde quedó el bombardeo de juguetería, las muñecas que iban al portal, los castillos, los juegos reunidos, las cajas mágicas y los coches radiocontrolados, las cocinas diminutas y los soldados de infinitas misiones, el entretenimiento en forma de acertijos, preguntas de cultura general y compraventas inmobiliarias con billetes de broma. Ya no se anuncia la música, aquellos recopilatorios tan horteras grabados en vinilos de colores. Los mazapanes, los langostinos, los espumosos tenían una promoción navideña que ha pasado a la historia. Únicamente resistió el sector de perfumería, que consume tres cuartas partes del tiempo publicitario navideño. El cuarto restante se lo reparten los anticatarrales y las pastillas para los ardores estomacales. Los anuncios dirigidos a los niños desaparecieron, salvo los de pañales con gran capacidad de contención de escapes.

Sentados frente al televisor, viendo aquellas imágenes maravillosas, nos veíamos levantando edificios, guiando coches, situando a nuestros pequeños aliados en decenas de aventuras escenificadas en el suelo de la habitación, la reserva india, la fortaleza medieval, el taller mecánico, el quirófano, el circuito de competición en el que tantos de mis sueños giraron y giraron. Y dejábamos escapar algún intencionado suspiro al observar todo lo que podía llegar a suceder con una caja llena de vías de tren o de pequeñas piezas de plástico, como queriendo llamar la atención de algún rey mago.

Soy consciente de que actualmente la publicidad sigue otros caminos pero echo de menos aquella televisión que llegando diciembre ya te recordaba que volvía la Navidad, con sus sabores, sonidos, juegos y sueños. Y a partir del 6 de enero, los fascículos.

Hoy, si no fuera por la atosigante campaña de colonias, que se repetirá para los días de la madre y el padre, parece casi un tiempo cualquiera. n

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