Opinión | DE LO NUESTRO | Historias heterodoxas
El desamparo de un viejo minero
La historia de Manuel Alonso González "Nolín", un minero amputado en un accidente, y los posteriores logros laborales y sociales
En 1956, la sección cultural del Grupo de Empresa de Fábrica de Mieres empezó a editar la revista "Pico Polio", siguiendo el ejemplo de otras industrias nacionales que ya venían haciéndolo desde unos años atrás. El objetivo de estas publicaciones era cumplir al mismo tiempo una labor didáctica, informativa y social, aunque siempre, eso sí, evitando cualquier crítica a las direcciones, las autoridades, la religión o el Gobierno.
A "Pico Polio" la siguió, en 1961, "Candil" de la Sociedad Hulleras de Turón y más tarde, en 1969 Hunosa mantuvo la tradición con "Hulla". Más o menos, todas tenían los mismos apartados: información sobre la propia empresa, consejos de seguridad, ecos sociales entre los que nunca faltaban los homenajes a los jubilados, generalidades culturales, reseñas deportivas, pasatiempos, chistes, dibujos y cartas al director.
Todo ello se recibía con agrado en los hogares de los "productores", como se llamaba oficialmente a los obreros, y eran muchas las casas en la que no se podía encontrar más lectura que estos boletines y el código de conducir que siempre se guardaba como recuerdo después de obtener el permiso.
Los sociólogos y los historiadores encontramos ahora en estas páginas una excelente fuente documental, pero lo que más nos interesa son las entrevistas en las que los mayores pudieron contar anécdotas acerca del trabajo en su juventud dando datos sobre las características de la vida cotidiana, que a veces remontaban hasta finales del siglo XIX.
En el número 38 de "Pico Polio", que salió en julio de 1959, encontramos uno de estos ejemplos, que desde mi punto de vista sirve para mostrar perfectamente a quien quiera conocerlo, hasta donde llegó la dureza de la vida de los mineros asturianos. Se trata de un reportaje en el que Víctor Manuel del Fueyo narró un paseo por la zona de Santa Cristina de Lena que lo hizo recalar en la aldea de Felgueras y conocer a un viejo minero llamado Manuel Alonso González ‘Nolín’:
"En un tosco banco de castaño dejamos caer nuestros cuerpos sudorosos. Nolín estrecha nuestra mano y a guisa de saludo ofrece un porrón de vino que el agua de La Paraxa conserva en toda su frescura. Es un corpachón de 72 años, de aspecto campechano y agradable; de voz un poco carrasposa, pero tan potente como la de un joven, adivinando en su timbre la de un cantor de nuestras clásicas tonadas".
Nolín era uno de aquellos asturianos que seguía conservando la estética de su juventud, siempre tocado con boina y con un recio bigote para disimular las marcas azuladas con las que el carbón había tatuado su rostro en una tremenda explosión de grisú. Fue el ocho de marzo de 1918 en la capa "Ancha" de Conforcos, que formaba parte de la sección "Xabú" de mina Cobertoria, un recinto minero que estuvo en explotación desde la segunda mitad del siglo XIX hasta 1974
En aquella capa, famosa por su gran potencia y la calidad de su carbón graso, trabajaban unos ochenta obreros y aquel día aciago un descuido provocó una chispa que desató la catástrofe: hubo tres muertos y más de quince heridos de importancia, sin contar los leves que no se contaron oficialmente. La explosión tuvo tanta fuerza que la lámpara de Nolín quedó incrustada en una pieza de la galería "cual si hubiera sido impulsada por la fuerza de un cañonazo".
Manuel Alonso González salvó su vida de milagro, aunque el tributo que le exigió la mina fue demasiado alto. Sufrió heridas por todo el cuerpo y tanto su rostro como sus manos quedaron salpicados de manchas azules para siempre; sin embargo, lo peor fue que sus dos piernas quedaron deshechas por la onda expansiva. La izquierda, que había sufrido tres fracturas tremendas, pudo conservarse gracias al personal sanitario después de siete meses de recuperación y varias intervenciones, pero la derecha tuvo que ser amputada, por lo que el joven ya no se reincorporó nunca al trabajo.
Como no podía ser de otra manera, en la entrevista de "Pico Polio" se destacó el buen recuerdo que Nolín tenía del ingeniero de mina Cobertoria porque se había preocupado en aquel tiempo por todos los trabajadores heridos y por las familias de los fallecidos, y al conocer su nombre todo indica que estos elogios eran merecidos, pues la biografía del personaje nos presenta a un hombre muy sensibilizado con la seguridad en las explotaciones.
Se trataba de don Ramón Díaz Quetcuti, quien después de haber dirigido durante muchos años la Hullera Española, en aquel momento era gerente de la Asociación Patronal de Mineros de Asturias.
Quetcuti también había sido en 1944 el encargado de redactar los estatutos de la Estación Central de Salvamento Minero del Caudal y su primer presidente, cuando esta se creó un acuerdo firmado por Sociedad Industrial Asturiana Santa Bárbara, Sociedad Hullera Española, Velasco Herrero Hermanos y mina Victoria, en Aller; Sociedad Fábrica de Mieres, Sociedad Hulleras del Turón, Sociedad Ortiz Sobrinos y Viuda de Luis García Noriega, en Mieres; Hulleras de Riosa, y como adheridas, Minas de Piñeres, Minas de Figaredo y Minas de Carraluz.
Después, seguiría su carrera como consejero presidente de Sección del Cuerpo de Ingenieros de Minas y finalmente el 15 de enero de 1964 fue nombrado inspector general y vicepresidente del Consejo de Minería y Metalurgia.
Pero, volviendo a Nolín, en el reportaje se recogía la desgraciada situación que vivía, no solo económicamente, sino también al verse apartado de la vida minera, que siempre había sido la suya:
"Su pensión en las actuales circunstancias es ridícula. Una petición se escapa de sus labios y nos ruega la eleve a quien corresponda. Sería un beneficio muy grande para él si se le incluyera en el Seguro de Enfermedad o Seguro de la Caja de Jubilaciones (…) También quisiera pertenecer a la Hermandad de Santa Bárbara previo pago de la cuota correspondiente; sentiría una satisfacción inmensa al verse unido nuevamente a esa vida laboral por la que sacrificó parte de su ser".
Desgraciadamente, este caso del mutilado de Felgueras no resultaba extraño en aquel 1959, cuando a pesar de las medidas que constantemente prometía el ministro de Trabajo, José Antonio Girón, la legislación seguía dejando sin protección a muchos obreros que habían tenido que dejar su puesto por accidente o enfermedad.
Hemos leído y oído muchas veces que, entre otros logros, a Girón se le debe la creación Seguridad Social, el pago por desempleo, las vacaciones y las horas extras, pero esto no es cierto.
Los orígenes de la política de protección a los trabajadores en España se remontan a la Comisión de Reformas Sociales creada en 1883. Siete años más tarde se promulgó la Ley de Accidentes de Trabajo, que se considera el primer seguro social de nuestro país, y en 1908 el Instituto Nacional de Previsión. A partir de este momento, siguieron otras medidas para regular el retiro obrero, el paro forzoso y la invalidez y posteriormente llegaron las Mutualidades laborales.
En cuanto a las vacaciones pagadas, fueron decretadas por el gobierno republicano de Manuel Azaña el 22 de noviembre de 1931, que también creo la Caja Nacional contra el Paro forzoso (o paro involuntario), con una cobertura de un tercio del salario que podía durar de tres a seis meses. Además, la minería también contaba específicamente desde 1934 con el Reglamento de Policía Minera y Metalúrgica, aunque este documento presentaba carencias tan inexplicables como la de no tener en cuenta la silicosis
Lo cierto es que todo empezó a cambiar cuando Girón fue sustituido en 1957 por el tradicionalista Fermín Sanz-Orrio, quien con menos populismo resultó mucho más eficaz. En los cinco años de su ministerio se retomaron y mejoraron muchas de las disposiciones republicanas; así, por el decreto de 22 de diciembre de 1960 se adoptaron disposiciones para reconocer y tratar la silicosis, acompañadas de otras para prevenir este mal en los lugares de trabajo como la regulación de la ventilación y desagüe de las minas y trabajos subterráneos en general y otras medidas de protección en túneles, canteras y establecimientos de beneficio de rocas y minerales.
La ley que implantó el Seguro Nacional de Desempleo también tuvo que esperar a 1961, respetando la temporalidad de seis meses que había establecido como máximo Largo Caballero, y con una cobertura del 75% del salario medio. Y en 1963 se creó la Ley de Bases de la Seguridad Social para implantar un modelo estatal unitario e integrado de protección social, que culminó con la Ley General de la Seguridad Social de 1966.
Todos estos logros no fueron gratuitos y aquellos mineros que sacudieron a Asturias y a toda España con sus grandes huelgas en estos años, tuvieron mucho que ver en su consecución. Desgraciadamente, tanto para Manuel Alonso González ‘Nolín’, como para muchos compañeros de su generación que aún recuerdo haber visto en mi niñez, llevando con una mezcla de resignación y rabia su desamparo, llegaron tarde.
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