Opinión | a contracorriente

Hartazgo de tanta felicidad

Es tiempo de salutaciones, de alcanzar la bondad, de inundar al prójimo de felicidad pasajera, de frases con parabién. Un componente de tradición que resulta cansino y demasiado recurrente con la hipocresía en los labios y en los escritos de mucha gente. La felicidad, estado de ánimo complejo, hay que vivirla cada uno a su manera y estando cómodo y a gusto con sí mismo. Tanta dicha, bondad, suerte o ventura, es el triunfo de los mediocres que con esa exultación quieren quedar bien en esta sociedad agarrada a la crispación y a los malos hados. En estos momentos de congratulaciones lo mejor es acudir a esas amistades de verdad, a esa familia que vela por uno, al brindis amoroso sin el cumplimiento afectado por norma, a la buena gente que está ahí en situaciones límite, a la concordia de una comunidad que se resiste a perder los valores intrínsecos y las tradiciones que conforman raíz y vida.

Días de mucho ajetreo, de mucho consumismo, los que pueden permitírselo, de plácemes rutinarios, de un cinismo aceptado por una sociedad que vive en un limbo sin aristas y con el porvenir en entredicho. Debemos volver al agasajo auténtico sin cumplido, a las viejas formas de bienvenida, a esa situación de normalidad con esa urbanidad de siempre marcada por las enseñanzas de nuestros ancestros que con su inteligencia natural alcanzaban cotas de indudable sabiduría. Quiero lograr la felicidad día a día y huyo de esas palabras de saludo vacuas y mentirosas que a nada conducen, sólo a vocablos sin lenguaje y metáfora.

Y ahora de corazón y con ganas de deseo irrefrenable, mucha felicidad con sentimiento en este año que comienza y sólo demando entendimiento y convencimiento para superar instantes de confrontación y rabia. A los malpensantes y pérfidos que reflexionen con la mente despejada para acercarnos al prodigio de una sociedad renovada y ahíta de alegría y sensatez. ¡Qué pesadez con tanta felicidad! n

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