Opinión | Desde la meseta

Pinocho

Todos los que ahora somos grandes, lógicamente antes fuimos pequeños, y rara vez habremos dejar de leer cuentos. Algunos de nosotros, los famosos TBO, DDT, y otros títulos similares. Más adelante y ya leyendo con más soltura, nuestros padres nos compraban lecturas más educativas y, quizá, menos ilustradas, por lo que nos obligaba a centrarnos y asimilar los episodios y aventuras que los autores nos transmitían. Aquella etapa intermedia nos llevó a una serie de lecturas tan simpáticas y geniales como el caso que me ocupa, que el autor italiano Carlo Collodi escribiese y plasmase en sus dibujos un muñeco de madera que se hizo famoso en todo el mundo con el nombre de Pinocho.

Pero no solo crea a Pinocho, sino también a aquel hombre mayor, diría más bien viejo, que viviendo solo necesita la compañía de un niño. Así, Geppetto, que así se llama el carpintero, fabrica con sus delicadas manos el muñeco de madera y, cómo no, le da vida, de tal forma que el chico no sólo habla, sino que tiene hasta corazón y conciencia. Y a esta última le da forma con otro personaje pequeño que llama Pepito Grillo. Y así ponemos en marcha a todos aquellos que nacen en la genial cabeza de Collodi y hoy nos acerca a vivir o, mejor malvivir, en un mundo lleno de irregularidades, envidias, guerras, y de personas que, sin haber nacido de las manos de Geppetto y habiendo matado antes de tiempo a Pepito Grillo, no tienen conciencia porque la ignoran, y sin embargo, presumen de ser excelentes personas, poseer unos títulos que se adjudican y mostrar una experiencia y personalidad de la que carecen. Y así les luce el pelo, eso sí, afirmando que los demás solo contamos bulos y mentiras, que lo de ellos es verdad. Menos mal que algunos de nosotros aún conocemos quién es de verdad Pinocho.

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