Opinión | Velando el fuego
La taberna Garibaldi
Quienes se paseen unos minutos por esta columna se habrán internado, con mayor o menor frecuencia, dependiendo de su afición, en el juego de la oca. Y como conocen de sobra sus reglas, habrán saltado en alguna ocasión de una casilla a otra siguiendo un ritmo conocido: "de oca en oca y tiro porque me toca".
Por poner un símil, en la actualidad este juego se ha metamorfoseado en el de los bulos. Y también aquí se repite el mismo baile: "de bulo en bulo…", pero eso sí, con una variante importante: ya no son los jugadores los que con total libertad tiran un dado y avanzan su ficha, puesto que ahora esta función corresponde solo a los dueños del parchís, que son los que imponen sus reglas y los que tiran cuando les toca y cuando no, o sea, siempre.
Sabido es que al estiércol le sucede lo mismo que al dinero, que si no se esparce no sirve para nada, así que los propagadores de este nuevo virus (muy dañino socialmente, por cierto) se dan prisa a todas horas en aventar sus excrecencias, sabedores de que el anonimato a veces o la complicidad de ciertos medios informativos en otras, o ambos, son su mejor aliado. Así que en esta ocasión dispararon sus bulos contra Pablo Iglesias, más en concreto contra la taberna Garbaldi, el bar que regenta el que fue vicepresidente del gobierno.
Un dado bien afilado, un cubilete tramposo, unas casillas trucadas y ya está. ¿Quién no va a reaccionar cuando el menú de la taberna es suculento?: Nada menos que unos entrantes de lucha obrera traicionada por quien siempre tuvo como bandera la defensa de los más débiles. Y para postre, unos abogados que se encargarían defender a los trabajadores que, como es lógico, denunciaban sus precarias condiciones laborales: turnos abusivos, salarios bajos y horas extras sin pagar. Todo un pack completo, como se dice. Solo faltaba ponerse la servilleta al cuello, manejar con destreza los cubiertos y trinchar con fuerza la carne. La música de fondo la ponían digitales ultraderechistas y el programa "la mirada crítica" de tele cinco. Los platos estaban servidos.
Al igual que en otras situaciones similares, los bulos acaban mostrando sus descosidos. Como sucedió en esta ocasión. No ha habido ni reclamaciones desatendidas ni condiciones laborales abusivas; incluso los sueldos están por encima del convenio colectivo. Además, han sido los propios trabajadores los que han salido a desmentir estos bulos en las redes, dejando claro que todo es un ataque a Iglesias. El mensaje en Facebook es suficientemente ilustrativo: "Con la Garibaldi hasta el infinito". O sea, que no hubo ninguna revolución obrera en la taberna Garibaldi, por mucho que la caverna mediática lo deseara y pusiera todo su empeño en conseguirlo.
Si bien todos los desmentidos sirven para aclarar un tanto el ambiente, no por ello estas patrañas dejan de ser útiles para los interesados en dejar un mal olor en el aire, un regusto ácido que impregna, sobre todo, a los jóvenes, convertidos en víctimas preferidas y a quienes se bombardea de continuo con un estribillo de adormidera: los políticos son todos, iguales, no vale la pena votar a unos o a otros, total para qué, mejor dedicarnos a lo nuestro…, y así.
Una vuelta más al juego de la oca. Un retorno al tiro, avanzo; un paseo por la cárcel, el pozo, la posada y el laberinto; un acercamiento a la siempre temida calavera de la muerte, pero rodeado todo el ritual con un soniquete peligroso, un ruido que no cesa de crecer: de casilla a casilla; de bulo a bulo; de infamia a otra infamia aún mejor sazonada. Y, a la postre, tiro cuando quiero, no cuando me toca. Que para algo soy el dueño del juego.
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