Ser y esencia de la plaza

Todas las plazas de España marcan con su estructura centrípeta el punto equidistante del entramado urbano. Lo mismo las plazas de todo el orbe. Ya los griegos y los romanos tenían las ideas claras a la hora de conformar espacio de reunión y encuentro.

Pero mentando las plazas mayores de nuestro país hay que acudir al gran proyectista renacentista Andrés de Vandelvira, un albaceteño de la Sierra de Alcaraz que revolucionó la arquitectura de su época y contribuyó con su estilo y mente pensante a proyectar las nuevas ciudades en cuadrícula de España y los virreinatos americanos. Los zócalos de México, Perú o Colombia llevan el sello de este insigne y gran desconocido para muchos arquitectos. Era en época de la reina Juana y su hijo Carlos I. Y volviendo a nuestras plazas, estos entornos dominadores de las villas o ciudades tienen mucho de sentimiento, de proximidad, de culto. Lugares para la relación, la cita amistosa, el paseo, la visita y la espera. En ese espacio se encuentra el ayuntamiento demostrando el poder civil, también la iglesia con su influencia eclesiástica y otros edificios de interés público.

Por ello, las plazas españolas y por ende asturianas son el reflejo de una historia de siglos pero con el componente tan nuestro como demostró Vandelvira con sus planos y sus trabajos de regla, cartabón y polea. Hoy su iniciativa con toque artístico y práctico es todo un ejemplo en el universo de la arquitectura moderna. Esas plazas tan de aquí conservan el sabor vetusto de otro tiempo con la pátina de la modernidad y ese ágora consultivo de ayer. Rincones centrados, animados, vivos, festivos, alegres, mágicos, solemnes, portalados, terraceros… Y es que las plazas mayores son mi debilidad arquitectónica y una manera de conocer tu realidad y la de tu historia poblacional.

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