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Acerca de las reliquias de Conforcos

Los avatares de los restos atribuidos a santos que fueron hallados en la iglesia de San Miguel de la localidad allerana

Acerca de las reliquias de Conforcos

Acerca de las reliquias de Conforcos

La iglesia de San Miguel en Conforcos (Aller) data del año 1600 y en ella puede verse un retablo policromado de estilo barroco con buenas imágenes de San Miguel Arcángel, San Antonio y San Lorenzo talladas en los siglos XVI y XVII. También hay en ella un Cristo, objeto de la veneración de muchos fieles, y unas reliquias sobre las que hoy quiero contarles algo.

Hay distintas versiones sobre los detalles de su descubrimiento. Por ejemplo, José Ángel García Díaz escribió en 1993 en su "Guía del Camino de Santiago a su paso por el Concejo de Aller" que estaban sepultadas en el cementerio de la localidad; también he leído que fue un párroco llamado Félix Suárez quien las halló, durante una reforma del templo, ocultas en un nicho de la pared de piedra de la capilla de los Argüelles –conocidos allí como los Pandiechas–, en la parte más antigua del templo. Sin embargo, Eladio García Jove y Ramón Pando Argüelles, encargados de lo referente al concejo de Aller en el libro "Asturias", escribieron que el autor de su recuperación en 1887 fue el párroco Anselmo Suarez: estaban dentro de veinte cajitas, y al identificarlas las depositó en el retablo del santuario antes de dar parte rápidamente al obispo Ramón Rodríguez Vigil.

Lo cierto es que junto a los huesecillos apareció un certificado escrito en latín y sellado con una nota en castellano en su dorso: "Presentada esta lista de las Santas Reliquias en Oviedo el año 1727, a 17 de julio"; por lo que es seguro que ya eran conocidas mucho antes, y en el Obispado se sabía de ellas, aunque no se le dio importancia y por ese motivo, en vez de exponerse al culto, siguieron guardadas.

Cuatro cajas

Cuando volvieron a la luz se elaboró una concienzuda relación de estos restos en otro documento fechado el 11 de octubre de aquel 1887, apuntando que se habían agrupado en cuatro cajas:

–Caja nº 1. Cabellos de la Santísima Virgen María, Madre de Nuestro Señor Jesucristo; huesos de San Gregorio, Papa y doctor de la Iglesia; huesos de San Liborio, obispo y confesor; parte de la casulla de San Julián; parte del vestido de San Isidro; parte del vestido de San Diego.

–Caja nº 2. Huesos de San Abundancio; huesos de San Bernardo, mártir; huesos de San Pío, mártir.

–Caja nº 3. Huesos de San Segundo, mártir; huesos de San Severino, mártir; huesos de San Justo, mártir.

–Caja Nº 4. Huesos de San Severo, mártir; huesos de San Irineo, mártir; un Agnus Dei; un pedazo de manto o velo de la Santísima Virgen María, Madre de Nuestro Señor Jesucristo y un pedazo de manto o capa de San José, esposo de Nuestra Señora.

Y a estos restos hay que añadir más huesos sin identificar que, según otra relación primitiva, pertenecen a Santa Anastasia, San Basilio Magno, San Lucas Evangelista, San Gregorio Papa, San Sebastián mártir, San Francisco de Sales, Santa Victoria virgen y mártir, Santa Silvia y San Inocente.

Eladio García Jove y Ramón Pando, que hicieron su relato a finales del siglo XIX, también contaron que cada tercer domingo de septiembre, en la festividad del Cristo de la Salud, podían verse muchos devotos que acudían descalzos por ofrenda en alguna enfermedad junto a otros que ofrecían una cantidad de escanda igual a su peso o daban vueltas de rodillas a la ermita, y consta que en ocasiones especiales, una vez terminada la misa, salían en procesión por el exterior del templo.

En cuanto a su autenticidad, respetando todas las creencias, es mi obligación apuntar el hecho histórico de que siempre ha existido un floreciente mercado que durante siglos hizo ricos a muchos vendedores sin escrúpulos, lo que llevó al IV Concilio de Letrán en 1215 a alertar sobre la veneración de reliquias falsas, advirtiendo que solo eran sagrados aquellos objetos certificados por la Iglesia; también que este tráfico fue uno de los motivos que impulsaron las escisiones protestantes, llevando a Calvino a publicar en 1543 su Tratado de las reliquias para señalar el fraude, y que incluso en el momento actual es posible adquirir por internet supuestas reliquias de cualquier santo que ustedes se propongan.

Sin embargo, en este caso, la Iglesia Católica sí certificó su veracidad en varias ocasiones. El 13 de julio de 1724, el Papa Benedicto XIII dio autorización para exhibirlas; solo un año más tarde, el 16 de julo de 1744, se autorizó que pudiesen ser objeto de culto; en 1751 y 1783 se concedieron indulgencias a quienes orasen ante ellas y finalmente el 27 de mayo de 1889 llegó hasta Conforcos este documento definitivo desde el obispado de Oviedo: "Nos, el doctor don fray Ramón Rodríguez Vigil, de la Orden de Predicadores, por la Gracia de Dios y de la Santa Sede Apostólica, Obispo de Oviedo, Conde de Noreña, etc., etc. Deseando promover en cuanto esté de nuestra parte el culto divino y fomentar la devoción del pueblo cristiano, dando graciosamente lo que en la misma forma hemos recibido de la Divina Misericordia, sin mérito alguno de nuestra parte, concedemos cuarenta días de indulgencia a todos los fieles de uno y otro sexo por cada vez que devotamente oraren ante las Sagradas Reliquias que se veneran en la iglesia parroquial de San Miguel de Conforcos del Arciprestazgo de Aller. Rogando a Dios por la exaltación de nuestra santa fe católica, extirpación de las herejías, paz y concordia entre los príncipes cristianos, conversión de los pecadores y felicidad de la monarquía".

Para la asociación Caballeros del Camino de Santiago, que tan buena labor lleva haciendo desde hace años al ir recuperando de forma desinteresada todo lo relacionado con la historia y los restos materiales de la vía de peregrinación por el concejo allerano, la iglesia de San Miguel de Conforcos también pudo haber servido para esconder allí ante la amenaza de la invasión musulmana otras reliquias: las que ahora se exhiben en la Cámara Santa de la Catedral.

Hace diez años, Carmen Basteiro realizó un reportaje sobre este asunto para LA NUEVA ESPAÑA y en él recogió la teoría de la asociación. Según su relato, el origen debe buscarse en el Obispo Ariulfo (Adulfo), "que estuvo encargado de la iglesia de Conforcos durante un largo período de tiempo. No tendría sentido esta maniobra, a menos que aquí se encontraran las reliquias originales". Y señalaron como otro indicio el hecho de que "la cabeza del Cristo de Conforcos es muy parecida a la del Cristo de la Catedral de Oviedo, de hecho, podríamos decir que son prácticamente idénticas".

La verdad es que el trabajo de estos Caballeros para poner en valor el pasado jacobeo del concejo es encomiable; sin embargo, siendo rigurosos hay que decir que, aunque la mención más antigua a Sancti Michaelis en Coforcos, junto al río Mera, afluente del Aller, se sitúa en el 817 en el "Liber Testamentorum", el templo actual es muy posterior y el primitivo tal vez se encontraría, como me apuntó una vez mi recordado amigo Guillermo Fernández Lorenzo, en la parte del pueblo que aún se conoce como "de la ermita".

El Cristo de la Catedral

De la misma forma, las reliquias alleranas varían en su fecha, yendo desde los primeros años de la Era Cristiana, que lógicamente tendrían las ropas de la Virgen y San José, hasta el siglo XV de los huesecillos de San Francisco de Sales, o incluso el siglo XVI, si la etiqueta que identifica a los de San Pío se refiere al Papa Pío V; por lo que resulta imposible que se guardasen en tiempos de la monarquía asturiana y es más acertado considerar que fueron adquiridas posteriormente y no necesariamente todas al mismo tiempo.

Respecto a la similitud del Cristo de la Catedral con el de esta parroquia, también es lógico, puesto que el de Oviedo –encargado a mediados del siglo XVI por Antonio Vázquez de Prada, apellido bien conocido en la Cuenca del Caudal– por su calidad excepcional sirvió de modelo a otros imagineros de la época. También a quien se encargó de tallar el de Conforcos, seguramente un artista local que trabajó con mucha menos habilidad, ya que hizo sus miembros desproporcionados con respecto a la cabeza y el torso. De cualquier forma, está claro que, si vinculamos estos crucificados con el camino de Santiago, debemos hacerlo en la Edad Moderna.

Durante muchos años las reliquias permanecieron ocultas y solo los vecinos sabían de su existencia. Uno de ellos se preocupó de ponerlas salvo durante la contienda española y en la posguerra fueron localizadas dentro de un saco cerca de Felechosa. Por fin, el 20 de septiembre de 1959 se mostraron de nuevo a la veneración de los fieles; pasado un tiempo se perdió de nuevo esta costumbre y hoy en día su culto ha vuelto a recuperarse; aunque no están expuestas, siguen en San Miguel y están bien guardadas bajo llave con el celo que –creyentes o no– todos debemos tener con nuestras tradiciones.

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