Opinión | tribuna
Sanidad y educación, públicas o privadas
La ruptura del principio de la igualdad de oportunidades
Tal parece que hubiéramos retrocedido cuarenta años y nos encontráramos en ese imaginario 1984 que describió Orwell en 1948, pero la importancia del relato, muy lejos de construir un lenguaje y un discurso para descubrir la verdad, la ocultan con una llamada a la emotividad y con la fe de la secta hasta el extremo de que en los momentos actuales proclamar la verdad se ha convertido en un acto verdaderamente revolucionario. En esta ocasión le ha tocado el turno a la sanidad y a la educación, por lo que trataré de desnudar y poner al descubierto alguno de los relatos del sanchismo con los que tratan de camuflar los hechos y la realidad.
El presidente del Gobierno, que no sabe qué hacer para justificar lo firmado en Cataluña, en una de esas homilías que suele pronunciar frente a los suyos, se ha lanzado en actitud atilanesca contra las autonomías –todas, menos cuatro de las 17, gobernadas por el PP– destinando miles de millones a la sanidad privada. En este discurso, el presidente del Gobierno, quizá contagiado por las arengas de la ahora ministra y antes médico, la expodemita Mónica García, confunde –supongo que a conciencia– la sanidad y la gestión privada de la sanidad pública. O, dicho de otra manera, hay que distinguir la gestión de la financiación, algo determinante a la hora de calificar una sanidad, se gestione por quien se gestione; es decir, si se financia mediante precios o a través de impuestos.
En esta dinámica quién o quiénes ejecutan la gestión depende de muchas variables. Por ejemplo, la obra pública no deja de ser pública porque la gestión casi en su totalidad la realicen empresas privadas. La enseñanza concertada continúa siendo pública aun cuando la realizan colegios privados. Bien es verdad que en esta última materia la gestión adquiere mayor importancia al poder ir unida al adoctrinamiento. En la misma sanidad pública la administración de las medicinas se realiza principalmente por laboratorios y farmacias privadas. La verdadera privatización está en el copago. Es la gestión privada la que presta servicios sanitarios a una gran parte de los funcionarios, sin que por eso la prestación sanitaria haya dejado de ser pública.
Ahondando más en el tema tampoco es verdad que la Comunidad de Madrid haya sido ni la primera ni la que posee el porcentaje más importante en la externalización de los servicios sanitarios, porque fue el gobierno del PSOE de Andalucía, allá por la década de los ochenta, quien ocupa ese lugar de privilegio. Y, en cuanto a la proporción, es Cataluña la que se lleva la palma, razón por lo que quedan en muy mal lugar todas las peroratas de Sánchez orientadas a justificar por las actuaciones aviesas de las otras comunidades, el dinero que va a dedicar a Cataluña.
La postura de Sánchez es tanto más cínica en cuanto que él sí que está canalizando miles de millones de euros al sector privado mediante los fondos europeos de recuperación, por ejemplo, mediante las asociaciones público-privadas o a través de los PERTE. Aquí sí que se pueden producir auténticas sorpresas cuando se analicen cómo se han concedido y ejecutado estos recursos.
En cualquier caso, en lo que hay que insistir es que en ciertos sectores como la sanidad o la educación lo realmente relevante es cómo se financian, si por precios, con lo que el consumo quedaría reducido a aquellos que tengan capacidad económica y en la medida que la tenga, o por impuestos, con lo que se hace universal y todo el mundo tiene la posibilidad de acudir a ellos.
Aquellos y aquellas que muestran –y con razón– una gran preocupación por las privatizaciones debería considerar que estas se generan, y de la forma más grave, cuando se rompe la igualdad de oportunidades. Por ejemplo, esta desaparece por la confluencia de la selectividad y las universidades privadas. La selectividad impone en función de la nota limitaciones acerca de qué carrera puede cursar un alumno, limitación que no existe para aquellos con suficientes recursos para cursar esa carrera en una universidad privada.
En cierta forma esta privatización de la enseñanza superior se está introduciendo en las universidades públicas mediante ciertas figuras nuevas como los masters, las cátedras extraordinarias, etcétera, que se encuentran fuera de la gratuidad, aunque se gestionen desde las instituciones públicas. Por cierto, que el caso de Begoña Gómez ha puesto de actualidad todos estos mecanismos posmodernos.
En cuanto a la sanidad, se está produciendo una privatización silenciosa, causada por las deficiencias y carencias en todas las comunidades de la sanidad pública, con enormes listas de espera y servicios muy deficientes en la atención primaria, que está llevando progresivamente a muchos ciudadanos, todos los que pueden permitírselo, a contratar adicionalmente un seguro privado.
En la actualidad la batalla está dirigida a combatir la sanidad privada, cuando nos olvidamos de que la única manera de reducirla es dando los recursos necesarios a la pública. Y ¡qué ocasión se está perdiendo con los fondos europeos de recuperación! Tomar medidas contra la privada, sin incrementar la dotación a la pública, solo va a servir para que esta se deteriore aún más.
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