Opinión | dando la lata
Ligoteo
De chavaletes el asunto del ligoteo nunca fue tarea sencilla y no quedaba otra que echarle imaginación y arrestos. Hubo un tiempo en que el padre de uno de la pandilla tenía un local vacío que adecentamos un poco a base de desvalijar en nuestras casas. Al final, con mucha ilusión y algo de esfuerzo, musiquita, bebida y picoteo, logramos transformar aquel desangelado local en nuestra particular base de operaciones, un lugar acogedor y discreto donde tirar la caña y rezar para que alguna picase. El nivel de éxito no mejoró sustancialmente y la mayoría del tiempo allí no había más que chicos. Y cuando aparecían ellas sentíamos el corazón saliéndose por la boca.
Siempre hubo tipos muy espabilados en el arte de la conquista, a los que envidiábamos profundamente, dominadores de las técnicas de seducción e inasequibles al desaliento. Yo, sólo de verme con una gran calabaza en los brazos, me quedaba petrificado. Cuánto daño hace la vergüenza y el miedo al qué dirán.
Pero los hay que para ligar recurren a soluciones muy sofisticadas. Porque, veamos, utilizar una facultad universitaria como campo de prácticas y disparar desde el cuadro de profesores para, una vez ganada la suficiente experiencia, fundar un partido político en el que poder mover las manos con libertad desde posiciones dominio, es rizar el rizo, un asombroso despliegue de inteligencia, paciencia y determinación con el propósito fundamental de adquirir el título de machos alfa.
El "trío calavera", que en condiciones normales no daría ni para una peli de Pajares y Esteso, no se conformó con un modesto garito sino que idearon un impresionante tinglado político para ligar sin rivales ni contestación. Y los ligues subían y bajaban en el escalafón en función de los caprichos de los fundadores.
Para que luego digan que la sociedad no evoluciona. De lo que tan torpemente intentábamos unos a la maestría y complejidad de esta gente. Eso sí, el objetivo final siempre fue el mismo. Otros, más prácticos, gestionan lo suyo en el puticlub, donde no hay calabazas.
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