Opinión | Ventana indiscreta

Mujer hoy

El camino que falta por andar para lograr la igualdad efectiva

Si nos ponemos a pensar y analizar la situación actual de la mujer y el concepto que de ella se tiene a lo largo de la historia, e incluso ahora, tal vez nos demos cuenta que a menudo sus actos y su papel han venido marcados por la actuación protagonista de los hombres, no sin actitudes agonísticas.

Del mismo modo se aprecia cómo el protagonismo en diversas facetas de la historia y de la literatura, también de la ciencia, se encuentra en una clara descompensación hacia las mujeres. Son realidades palmarias y hechos que se ven reflejados, todavía hoy, en los libros de texto escolares, donde las mujeres se mueven en un segundo plano. ¡Ay, la coeducación! Por supuesto, hay excepciones, pero son eso: excepciones.

Sin embargo, siendo esto desfavorable para las mujeres –para unas más que para otras–, se puede afirmar, sin miedo a ser tildado de optimista, que la situación ha cambiado sustancialmente cuando comienzan a integrarse, despacio pero sin pausa, en el mundo laboral-profesional. Esto implica un aumento de su autonomía en tanto que se dotan de unos ingresos propios que eliminan, en gran medida, la dependencia, tanto de la familia como más tarde en su vida personal.

No obstante, no debemos engañarnos. Como dicen desde el feminismo, "aún queda mucho camino y mucha lucha". Añadiendo que los tiempos actuales no parecen tender hacia la estabilización de lo conseguido y el aumento de lo que habría que conseguir. Desde cualquier punto de vista que se considere, no existen razones, ni genéticas ni de herencia según la cuales las mujeres estén menos dotadas que los hombres para el trabajo, el deporte, o el estudio de las matemáticas, además de otras facetas sociales y vitales. La razón de la desigualdad existente, y no solo en la actividad profesional, tiene su centro de gravedad en el ámbito socioeconómico y cultural; en un sistema económico donde "el que la coge es para él". Y ese "él", está centrado en un patriarcado grosero, cosido entre los entresijos del traje social con el que se intenta vestir a la mujer.

Es en este proceloso mar del patriarcado capitalista en el que se originan, definen y posteriormente transmiten una serie de patrones de conducta y de concepción del mundo que facilitan la predisposición con la consiguiente imposición de unos temas u otros en función del sexo.

Queda, pues, un camino largo y tortuoso que andar, en el devenir de las mujeres en sus objetivos, tanto personales e individuales como colectivos. El camino no debería ser exclusivo de la mujer; no es de recibo que solo las mujeres deban hacer la lucha por lo que en justicia e igualdad les corresponde. La movilización tiene que ser explícitamente apoyada por los hombres. No se debe ver como "una cosa más" a reivindicar; no, es el espacio vital de las mujeres y, por añadidura, del hombre. Es decir de todas y todos.

Las mujeres en general, y demasiadas en particular, vuelven a una realidad del día a día, que no suele ser la más "feliz" ni tampoco las más idónea. El enfrentamiento a las injusticias sociales, el acoso y las violaciones siguen constituyendo, aún hoy, un muro contra el que se estrellan, sufriendo por doble y triple partida: el acosador/violador; la Justicia o, mejor dicho, algunos jueces y juezas, y el sumarísimo juicio de la sociedad. Todo en clave de impedir y zancadillear el reconocimiento de los derechos de la mujer. Que aún haya que "reconocer" lo que es de pleno derecho, solo por nacer, por ser persona, "clama al cielo". Seguimos.

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