Opinión

Pedro de Silva y el autogobierno de Asturias

El expresidente del Principado presenta "Textos para la autonomía" el viernes, a las 19.30 horas, en la Casa de La Buelga

El último día del mes de enero de 1982 entró en vigor el Estatuto de Autonomía de Asturias, que había sido aprobado el mes anterior en el Congreso de los Diputados por una amplísima mayoría, con solo dos votos en contra y siete abstenciones. Reconocida como "región histórica", Asturias quedaba así constituida en una Comunidad Autónoma del Estado unitario y descentralizado que es España. El Estatuto enumera las instituciones, las competencias y los recursos con que contamos los asturianos para ejercer nuestro autogobierno, colmando una aspiración planteada en diversas ocasiones a lo largo del siglo XX. Asturias disfruta desde hace cuatro décadas de haber alcanzado la cota más elevada de autonomía política en la edad moderna. Es, sin duda, un hito principal en su significativa historia, a la vez que un punto de inflexión.

Pedro de Silva y el autogobierno de Asturias

Pedro de Silva y el autogobierno de Asturias

El mérito de tal logro debe ser compartido, dentro y fuera de Asturias. Son muchos –gobiernos, representantes, organizaciones políticas y cívicas, y ciudadanos– los que han contribuido de una manera u otra al objetivo de dotar a los asturianos con un poder político exclusivo. Entre las numerosas aportaciones, es de justicia destacar la hecha por Pedro de Silva. Concibió una Asturias con entidad política en tiempos aún de la dictadura franquista, desempeñó un papel protagonista en todas las fases de elaboración del Estatuto, fue presidente de la Comunidad Autónoma en la legislatura inaugural y en la siguiente, y nunca dejó de cavilar sobre Asturias y de prestar su impulso al autogobierno de los asturianos. Hay, pues, motivos para considerar a Pedro de Silva un "padre fundador" de la Autonomía asturiana.

En sus libros, artículos y discursos, derramados durante medio siglo, se perfila una idea completa, pero abierta, de Asturias. Pedro de Silva formula las preguntas oportunas y realiza análisis precisos y certeros, que desembocan siempre en el firme propósito de obtener el máximo provecho para Asturias de su autogobierno. Sus escritos reflejan al respecto una misma actitud, dispuesta y confiada. Cierto es que su estado de ánimo se ha visto teñido de un leve escepticismo en determinadas coyunturas. Y, por otro lado, los cambios que ha experimentado la sociedad asturiana, la experiencia al frente del gobierno autonómico y un carácter reflexivo han modulado su visión de Asturias. En su periplo, desde los primeros ensayos escritos en torno a la treintena hasta los más recientes, es perceptible una evolución. Sin embargo, el principio del autogobierno de Asturias permanece inalterable en todos ellos.

Pedro de Silva es un escritor polifacético y prolífico: novelista, poeta, columnista, dramaturgo y ensayista. No menos relevante es su dimensión de estudioso de la realidad asturiana. En este aspecto, su extensa obra gira de forma incesante alrededor de la cuestión qué es Asturias y qué quiere ser. En relación con la identidad y la personalidad histórica de Asturias, no admite titubeos. Y a partir de esa constatación, proyecta una sociedad integrada, receptiva e innovadora. De ahí que dedique una atención especial al problema que para el futuro de Asturias suponen la fragmentación social, las desigualdades entre el área central y los extremos de la región, y la inveterada tendencia al localismo.

Una de las prioridades que figura en el primer programa de gobierno que presenta en la Junta General es la organización territorial en comarcas de la Comunidad Autónoma. Un ejemplo de su preocupación por este asunto es el sistema electoral que diseña ya en 1976, en "El regionalismo asturiano", en el que propone dividir Asturias en cinco circunscripciones, entre las cuales menciona la que formarían las cuencas del Nalón y el Caudal, y la justificación posterior de las tres actuales, caso único en las autonomías uniprovinciales, que permiten a las zonas oriental y occidental tener voz propia en el parlamento asturiano.

Pedro de Silva advirtió que el Estatuto no era una panacea, sino un campo de posibilidades. Cuando se aprobó, era muy consciente de que Asturias sufría una profunda crisis interna y estaba abocada a una transformación entera, que requería un gran esfuerzo colectivo. El Estatuto debía ser un revulsivo que, bien aplicado, serviría para construir una región cohesionada, dueña de sí y ubicada en el lugar que le correspondía en el Estado de las Autonomías que acababa de crearse. Pedro de Silva quiso poner a Asturias en un rumbo que la asentara definitivamente en su autogobierno ante un cambio histórico ineludible. Ese fue su reto y en él puso todo el empeño sin desmayo. Si los asturianos lo hemos conseguido o no es un tema que sobrevuela nuestra conversación pública y merece un buen debate, con una participación mayor, y con un tono más incisivo.

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