Campos magnéticos

Hay personas con facultades paranormales y yo conozco a alguna. De hecho, me tengo por amigo de un individuo que cada vez que viene a casa se desconfiguran los trastos electrónicos. El router se atolondra y nos quedamos sin internet, desaparecen los canales de la tele, la barra de sonido enmudece, el móvil hace cosas raras y hasta al microondas se le va la hora. Más que un amigo es un potente campo magnético con forma humana.

En un principio no caímos en la relación causal y achacábamos la extraña situación a una coincidencia, a algún fallo en el suministro eléctrico o a esas cosas inexplicables que tienen estos aparatos, que de vez en cuando dejan de funcionar sin motivo. La mala leche de los objetos inanimados, que decía mi padre. Pero el suceso se repetía en cada visita. Si era corta, la alteración era menor, pero como viniera con ganas de sentarse y tomar un vino, adiós a toda la tecnología doméstica. Entonces no le quitábamos los ojos de encima tratando de identificar el foco productor de esta especie de triángulo de las Bermudas ambulante. Nada, todo normal, ningún signo sospechoso. Incluso, disimuladamente, registré su ropa en busca de la misteriosa fuente de energía que hace enloquecer nuestra electrónica del hogar, sin resultado.

Por último, decidimos provocar más reuniones fuera de casa donde, curiosamente, las farolas seguían alumbrando, el aparataje de los bares no sufría desmayos ni los coches se paraban de repente. Lo comprobamos: sólo sucede en nuestra casa, por lo que, cuando su visita es inevitable, desenchufamos todo y lo recibimos casi como si estuviéramos en la era preindustrial. Soy consciente de que a él le extraña que queramos vivir así, con un montón de aparatos desconectados, en penumbra, sin música ni tele, sin otros sonidos que nuestras voces. Y si pide un café, lo tomará frío. Y como buen amigo que es me parece que se está preocupando, por lo que cada vez nos visita más a menudo. Y nosotros, venga a desenchufar.

Suscríbete para seguir leyendo