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Manuel Barbado, el fraile que aplicó la ciencia al alma

Dominico nacido en Lena, brillo por su gran erudición y sus estudios sobre el comienzo de la vida espiritual

Manuel Barbado, el fraile que aplicó la ciencia al alma

Manuel Barbado, el fraile que aplicó la ciencia al alma

La psicología experimental es una disciplina que nació en 1879 en un laboratorio de Leipzig, en Alemania, para estudiar con método científico los procesos mentales y el comportamiento humano. Desde entonces ha ido evolucionando y actualmente se aplica en el tratamiento del autismo y las adicciones y también en mejorar otros trastornos mentales como la depresión o la ansiedad. Con esta premisa, parece extraño y hasta contradictorio que un fraile haya sido uno de los mayores expertos en esta materia y la aplicase a la demostración de un dogma religioso.

El hombre al que nos referimos fue el padre dominico y psicólogo Manuel Barbado Viejo, quien fue capaz de sortear la contradicción entre ciencia y teología y con sus publicaciones se ganó el respeto de muchos intelectuales. Curiosamente más filósofos que psicólogos, a pesar de que uno de sus empeños fue separar con claridad la Psicología Experimental de la Filosofía.

Entre quienes defienden su legado están los seguidores de Gustavo Bueno y su escuela de materialismo filosófico. Uno de ellos, el vasco Iñigo Ongay de Felipe, ha escrito que "el trabajo del Padre Barbado constituye, todavía hoy, un torrente de útiles sugerencias de recomendable, cuando no obligada, consulta para cualquiera que pretenda estudiar en serio los problemas abiertos por el decurso de la historia de las disciplinas psicológicas evitando a todo trance simplismos e ingenuidades".

Manuel Barbado Viejo nació en la aldea lenense de La Cortina el 17 de junio de 1884 y, sin salir del valle del Huerna, estudió latín con don Francisco del Valle, que entonces era el párroco de Xomezana. Seguramente, aconsejado por este, ingresó a los quince años en el noviciado de Zafra (Badajoz) perteneciente a la Orden de Predicadores y allí estudió el bachillerato y conoció la Filosofía, antes de profesar el 16 de octubre de 1900.

Pasó después al convento de Nuestra Señora del Rosario de Almagro (Ciudad Real), donde los dominicos tenían una Casa de Estudios, para formarse en Teología y se ordenó sacerdote en 1908. Luego estudió Ciencias Biológicas en Sevilla y en la Universidad Central de Madrid, donde fue discípulo y colaborador del premio Nobel Santiago Ramón y Cajal y de Nicolás Achúcarro, quien había trabajado en Alemania en el laboratorio de neuropatología del profesor Aloysius Alois Alzheimer, el descubridor de la triste enfermedad que lleva su apellido. Achúcarro conocía bien las nuevas escuelas psiquiátricas y la psicología experimental que enseñó a Manuel Barbado.

Destinado a Roma

Entre 1912 y 1915 el fraile fue profesor de Filosofía y Teología en el Estudio General de Almagro, abriendo allí un laboratorio de biología, y seguidamente –mientras se formaba en neurología– impartió Ciencias Naturales en el colegio de Cuevas de Almanzora (Almería). Hasta que en 1918 fue destinado a Roma para dar clases de Psicología Experimental en el Colegio Internacional Pontificio Angelicum.

En este centro volvió a organizar otro laboratorio, pero ya fue de psicología experimental. En él permaneció 22 años, un periodo en el que además publicó artículos relacionados con esta disciplina en revistas como "Xenia Thomistica", "La Ciencia Tomista" y la propia Angelicum, destacando en el Congreso Tomista de 1925 por su defensa de la independencia de esta ciencia con respecto a la Psicología Filosófica.

Cerca de la jerarquía vaticana, fue socio numerario de la Academia de Filosofía y vicepresidente de la Unión Tomista y en 1939 su Orden lo nombró maestro en Sagrada Teología antes de que el Papa lo designase consultor de la Sagrada Congregación de Sacramentos.

Tras el final de la guerra española, el gobierno franquista le ofreció participar en la reorganización de la Universidad, encargándole la cátedra de Psicología de la Universidad Central. Entonces regresó a Madrid en 1940 para dirigir el Instituto de Filosofía Luis Vives del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). En 1941 fue nombrado director del Instituto San José de Calasanz de Pedagogía del mismo organismo y vocal del CSIC por el Patronato Raimundo Lulio y finalmente, en 1942 formó parte del Consejo Nacional de Educación.

El tratado más conocido de su extensa obra es la "Introducción a la Psicología Experimental". Acerca de este libro escribió otro dominico conocido, el mierense fray Paulino Álvarez: "Es una obra que en la historia de la filosofía inmortalizará a su autor. Ha abierto el horizonte a la ciencia psicológica, que los aficionados a ella con vivo empeño se proponen explorar".

Este texto salió de la imprenta en 1928 y es una obra erudita y colosal en la que se resume el pensamiento de 758 autores europeos de diferentes épocas que recorren toda la historia de la filosofía, con muchísimas citas y comentarios sobre sus tesis. Barbado se detiene especialmente en Aristóteles, Tomás de Aquino y Alberto Magno, pero junto a ellos, también encontramos a pensadores alemanes, ingleses, franceses, italianos, lo que despertó el interés de los intelectuales europeos, propiciando ediciones en estas tres últimas lenguas.

También tuvo una reedición en España en 1943, el mismo año en que Manuel Barbado publicó en el número 4 de la "Revista de Filosofía" del CSIC su texto más avanzado: "¿Cuándo se une el alma al cuerpo?", que es el que ahora vamos a comentar.

Aunque lo primero y más difícil es definir lo que es el propio alma. Comprenderán que es imposible resumir los miles de sesudos análisis y extensos tratados que se han escrito sobre este tema, ya estudiado por los primeros filósofos y debatido en casi todas las religiones.

Para Aristóteles, el alma es la esencia de cualquier cosa viviente y no es una sustancia distinta del cuerpo que ocupa; algo parecido consideró San Agustín, defendiendo que el alma es engendrada al mismo tiempo que el cuerpo, aunque para él, solo los seres humanos tienen alma y además esta es inmortal.

En cuanto al momento en que se une al cuerpo, tampoco hay unanimidad entre los pensadores. Platón sostenía que el alma ya existe antes de ser infundida a la materia; al contrario, San Anselmo llegó a decir que no cabe en cabeza humana que el embrión esté dotado de alma racional desde el momento de la concepción. De nuevo, Aristóteles afirmó que el organismo se va modelando y organizando lentamente durante la vida intrauterina, pero les llega primero a los varones, ya que según lo que en aquel momento se pensaba que ellos tienen miembros bien caracterizados a los cuarenta días, mientras que las hembras no están formadas hasta después de tres meses. San Alberto Magno escribió que la "animación" –como se denomina este proceso– es simultánea al origen del cuerpo, y Santo Tomás de Aquino concluyó que es sucesiva y tardía a la formación material de cada ser humano.

El comienzo de la vida humana

Para los creyentes, la cuestión no es baladí porque de su solución depende determinar el momento en que un feto, o incluso un óvulo fecundado, se convierte en ser humano para saber si los abortos son ilícitos incluso para salvar la vida de la madre cuando es necesario en un parto.

Manuel Barbado estudió este problema en profundidad para determinar si tienen razón los partidarios de la animación inmediata, o si la vida humana comienza más tarde, en el útero, según propugnan los defensores de la animación retardada, y no se quedó en un exhaustivo estudio de estas teorías, sino que también atendió a los resultados de los experimentos realizados en época moderna, sobre todo con gérmenes dé animales inferiores.

Finalmente, el dominico llegó a la conclusión de que no había solución definitiva para fijar el momento en el que alma entra en el cuerpo humano, ya que ni los principios filosóficos ni los empíricos bastan por separado para dar fundamento sólido a una demostración convincente.

No obstante, dejó la puerta abierta a un hecho que hoy en día aún pone los pelos de punta a los antiabortistas: según la ciencia médica, en el germen u óvulo fecundado solo existen en potencia, órganos específicamente humanos, aunque se verifican funciones orgánicas, las cuales, por definición, exigen la presencia de órganos u orgánulos. A partir de esta afirmación, "el nudo de la cuestión está en si esos orgánulos son específicamente humanos y tienen disposición suficiente para la infusión del alma espiritual".

Según el padre Barbado, "el hecho de que en el óvulo fecundado haya polaridad, simetría y localizaciones de substancias y energías órganoformativas no es razón suficiente para decir que allí está también el alma humana; pues las mismas propiedades, aunque más atenuadas, parece tener el óvulo no fecundado, y no por eso se afirma que esté dotado de alma humana".

Tanto por el prestigio de quien formulaba esta opinión, como por la esperanza de que solo se difundiese en el mundo académico, su publicación no fue censurada. Dos años más tarde, el 3 de mayo de 1945, Manuel Barbado Viejo falleció en Madrid cuando preparaba su discurso de ingreso en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. De una forma u otra, en ese momento encontró la solución definitiva a este problema.

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