Opinión

Dignidad y orgullo

Los que llevan el timón de esta nave que surca desde hace años aguas procelosas deberían entender que el pueblo llano no se deja embaucar por cantos de sirenas

Son tiempos complejos y extraños con un mundo entregado a esos polémicos aranceles, con el órdago del presidente Norteamericano, Donald Trump, la guerra comercial y una globalización con implicaciones geopolíticas… Y en nuestro país el universo de la política sigue marcado por los enfrentamientos entre la izquierda y la derecha sin buscar un momento de aliento para mejorar la convivencia entre los resignados gobernados, que ven cómo la inflación aumenta, la cesta de la compra se dispara, la vivienda escasea para los jóvenes, los servicios médicos flaquean en sus propósitos de atención adecuada al paciente, con unos reinos de taifas–comunidades de primera y de segunda– y una corrupción impropia de estos momentos en los que el gobierno central debería ser todo un ejemplo de compostura y rigor.

Cada día se observa más indiferencia por lo importante y se insiste más en lo superfluo. La dignidad, el respeto y el orgullo de país son palabras vagas y ultrajadas, siendo los mandamases gubernamentales con sus acólitos y la virginal oposición los cómplices y bastante culpables del devenir de esta España nuestra cada vez más desconocida y atormentada. Urge ser más consecuentes con nuestras responsabilidades, aunar criterios encontrados y entender que este ruedo ibérico es una nación con unas raíces históricas sobresalientes, unas gentes sabias, un territorio vasto de fertilidad cargado de patrimonio artístico y cultural que asombra al visitante que se acerca por estos lares de sentimiento y sensaciones. Es necesario reflexionar con altura de miras y pensar que vivimos en una democracia liberal que por momentos se pisotea sin sentido por algunos desconocedores de lo que significa la "res pública".

Un poco de lectura referida a Platón, Aristóteles o Montesquieu no estaría de más para aproximarse al conocimiento del Estado, las leyes y el poder. Y en este sentido algún ministro/a del gobierno de coalición debería pasar por una escuela orientadora-formativa, para empaparse de política real y evitar decir públicamente auténticas aberraciones y frases sin sentido que sorprenden a la opinión pública y publicada.

Los que llevan el timón de esta nave que surca desde hace años aguas procelosas tendrían que trabajar más a fondo su papel ministral y entender que el pueblo llano no es tonto y se deja embaucar por cantos de sirenas. El ciudadano busca gobernantes serios y eficaces que cumplan con su ejercicio político y no cantamañanas que hoy dicen uno y otro día ninguno. En suma, los súbditos quieren ejemplos bien resueltos, claros y concisos a sus problemas cotidianos, disfrutar de saludables paseos, moverse en vacaciones o fines de semana, tomar el vermú con sus amistades, vivir el ocio afectivo con los suyos donde no falte la excelsa culinaria convertida en dieta mediterránea, disfrutar del buen turismo rural, mucha lectura y abogar por una felicidad que en ocasiones se nos escapa por tanta polarización mediática y política. Es fundamental a partir de esta primavera comprar dignidad al precio que sea. El país lo agradecerá y sus moradores vivirán con mejores vibraciones.

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