Opinión

Arreglar lo que está estropeado

Un apunte sobre el soterramiento de las vías en Langreo y la reurbanización de la superficie del espacio afectado

Si bien la cara y la cruz de una moneda son distintas, y por tanto dan lugar a representaciones diferentes, hay algo que las une, dado que ambas están uncidas al mismo metal. Del mismo modo, el síndrome del arreglador se comporta de una forma semejante. En una de sus caras, o partes, como se prefiera denominar, aparece la voluntad de arreglar lo que no está averiado, lo cual nos conduce a un singular bricolaje, cercano al despropósito. Sin embargo, en la parte contraria se transparenta de una forma nítida el rostro de una obligación, pues si arreglar sin motivo tiene poco de atractivo, lo contrario, no arreglar lo que está estropeado, nos acerca a un despropósito mucho mayor. En todo caso, ambos relieves forman parte de una misma voluntad, que se ejerce de uno u otro modo según los criterios que se manejen en cada circunstancia, y más cuando se trata de decisiones políticas.

Antes de continuar, aclaro que el título de esta columna, y los meandros que la van acompañando, no procede de mi imaginación, pues, en realidad, surgen de las palabras que le tomé prestadas a Julio Fueyo, alcalde pedáneo del barrio de El Puente, persona en la que se alían a un mismo tiempo su probada rectitud y su incansable brega a favor de un barrio, El Puente, que es uno de los más importantes (se dice también que el más antiguo) de nuestro solar felguerino.

El comentario que da lugar al encabezamiento de estas líneas tuvo lugar hace unos días con ocasión de las concentraciones que se llevan haciendo desde hace unos días para reivindicar una solución urgente al proyecto de urbanización y soterramiento en el área del PERI El Puente. La falta de avances del proyecto entorpece la calidad de vida y el desarrollo urbano del municipio, lo que sirve de lema a la Plataforma que organiza estos actos para llamar la atención de la ciudadanía.

Como quiera que uno y otro, soterramiento y PERI (instrumento de planeamiento que desarrolla un área de suelo urbano) pudieran parecer, a simple vistazo, que son dos partes distintas de una misma moneda, Julio Fueyo explicó la relación entre ambos con la frase que, como he dicho antes, da título a esta columna. La cara del soterramiento, las obras inacabables, contradictorias muchas veces y eternas para los vecinos y los ciudadanos en general se corresponde con la cruz que, desde entonces, llevan sufriendo los habitantes del barrio, de lo que da buena fe Julio (26 años al frente de la asociación de vecinos) y el grupo de colaboradores que le fue y sigue acompañando desde entonces. De ahí la urgente necesidad de arreglar todo lo estropeado por las obras del soterramiento, tantos agujeros, socavones, grietas… que prestan un aspecto de bombardeo al barrio, con todos los inconvenientes (tanto físicos como de convivencia) que se derivan de este indisimulable deterioro.

Un vía crucis en el que no falta ninguna deficiencia imaginable y que continúa un año tras otro para sonrojo de todos los langreanos. Y, mientras tanto, en las altas instancias regionales se traspasan las culpas, se extravían o se demoran los proyectos y, en todo caso, a las propuestas municipales les sucede lo mismo que a los oídos sordos: nadie las escucha ni se presta a comprenderlas después.

Estas historias sin fin o historias interminables (las piscinas de Pénjamo, entre tantas otras) forman una colección que acaba produciendo el hastío y la desconfianza en los poderes públicos. Lo que, no hace falta elevar mucho el magín, guarda una estrecha semejanza con los tsunamis ultraderechistas que recorren la sociedad.

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