El discurso de Vargas Llosa sobre la lectura

La actitud respecto a los libros es muy diversa. Simplificando, podría resumirse en dos posiciones antagónicas: una actitud reverencial o ser considerados peligrosos por los distintos poderes. Depende de los tiempos y de las circunstancias.

Paul Valéry sostenía que el universo no existía más que en el papel. Su máxima preferida era "todo está en los libros". Y Maquiavelo se ufanaba de vestirse con sus mejores galas al entrar en su biblioteca, a la que llamaba "el templo de la sabiduría". Una ceremonia de connotaciones religiosas.

Y de lo que suponen los libros como perturbadores para el orden establecido dan cuenta las masivas destrucciones, censuras y prohibiciones que sufrieron a lo largo de la historia. Y aún siguen sufriendo.

Por otra parte, a pesar de la competencia del libro electrónico y de otros muchos desafíos, en los últimos años se habla del libro de papel con evidentes tintes futuristas. Así, la famosa consultora internacional PwC augura que los libros serán los únicos supervivientes físicos de la industria del entretenimiento y la cultura en la era digital.

En todo caso, más allá de las embates, las modas y los augurios, los buenos libros siempre serán los depositarios de un saber acumulado y universal y uno de los inventos más prodigiosos, significativos e influyentes de la historia de la humanidad.

Pues bien, como homenaje al narrador magistral que fue Mario Vargas Llosa, me parece oportuno recordar ahora algunas de sus reflexiones sobre la importancia de la lectura de los buenos libros: un requisito indispensable también en su oficio de escritor.

En 2010, con motivo del discurso que pronunció al recibir el Premio Nobel de Literatura destacó los beneficios innegables de la lectura. Dice al principio de la disertación que aprender a leer fue "la cosa más importante" que le había pasado en la vida. Expresa en otro párrafo que "seríamos peores de lo que somos sin los buenos libros que leímos, más conformistas, menos inquietos e insumisos; y el espíritu crítico, motor del progreso, ni siquiera existiría. Igual que escribir, leer es protestar contra las insuficiencias de la vida".

Más adelante explica que, cuando había perdido la inocencia a los 11 años y descubrió la soledad, la autoridad, la vida adulta y el miedo, su salvación fue "leer los buenos libros, refugiarme en esos mundos donde vivir era exaltante, intenso, una aventura tras otra, donde podía sentirme libre y volvía a ser feliz".

Y hace solo cinco años, cuando ya se le había diagnosticado una enfermedad incurable, escribía en el diario "El País" que, debido a la lectura, "ese mundo pequeñito de Cochabamba se volvió el universo. Las buenas lecturas no sólo producen felicidad, enseñan a hablar bien, a pensar con audacia, a fantasear, y crean ciudadanos críticos, recelosos de las mentiras oficiales de ese arte supremo del mentir que es la política. Asimismo, la vida que no vivimos podemos soñarla, leer buenos libros es otra forma de vivir más libres, una vida más bella, más auténtica. Esa vida alternativa tiene, además, la suerte de estar fuera de las plagas demoníacas que aterran siempre a los seres humanos porque en ellas vivían los diablos que a diferencia de los enemigos de carne y hueso eran difíciles de derrotar".

En definitiva, la lectura del excepcional legado literario de Vargas Llosa es también una experiencia impagable. Su obra pertenece al grandioso patrimonio de la literatura universal. Como ha escrito un buen amigo, "sus libros son como pirámides izándose sobre el desierto".

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