Opinión

Un episodio medieval: la Hermandad de 1309

Cuando la puebla de Lena se integró en una alianza para defender sus fueros y justicia junto a Grado, Oviedo y Avilés

Un episodio medieval: la Hermandad de 1309

Un episodio medieval: la Hermandad de 1309

Cuando estábamos a punto de cambiar de siglo, se hablaba mucho del milenarismo, de las antiguas profecías, el fin de los tiempos y todos esos temas que son buenos para distraer un par de horas leyendo en los trenes o en la playa. Pero, junto a estos entretenimientos, se recuperaron otros ensayos más serios, como "Hacia una nueva Edad Media", que había publicado en 1972 el gran Umberto Eco junto con Giuseppe Sacco, Francesco Alberoni y Furio Colombo haciendo un paralelismo entre los siglos oscuros y lo que se vivía en aquel momento: auge de las sectas, inicio de las migraciones masivas desde África a Europa, desprecio de la ética ciudadana y corrupción de los dirigentes, élites económicas cada vez más alejadas del pueblo, epidemias e inseguridad en las ciudades.

Umberto Eco escribía entonces: "El hombre medieval erraba por los bosques de noche y los veía poblados de presencias maléficas, no se aventuraba fácilmente fuera de las zonas habitadas, iba armado (hoy también y cada vez más: aumenta la violencia); condiciones de las que está cerca el habitante de Nueva York (y ya no solo de Nueva York), que a partir de las cinco de la tarde no pone los pies en el Central Park".

El escritor aún no había visto el estado de violencia extrema que ya impera en muchos países controlados por bandas organizadas o guerrillas financiadas por las grandes potencias económicas, ni la marginalidad que reina en muchos barrios en las capitales europeas; tampoco la histeria de la pandemia que nos paralizó hace pocos años y vino a sustituir con creces al miedo al Sida extendido en aquellos años.

Otro de los autores del libro, Giuseppe Sacco, incidió en lo que denominaba "medievalización de las ciudades", observando cómo cada vez más edificios públicos se van convirtiendo en fortalezas bien custodiadas por guardias que solo permiten acceder a una casta funcionarial, mientras muchos ciudadanos –emulando a los antiguos villanos– deben pedir audiencia para implorar en sus despachos una mengua en sus multas o el aplazamiento en el pago de impuestos de sus pequeños negocios.

En aquel 1999 también hubo quien fue más lejos, arrimando el ascua a su ideología conservadora. El historiador católico Florencio Hubeñak ,en su texto "Ante una nueva Edad Media", afirmaba: "Las elites corruptas, el control de natalidad, el individualismo, el materialismo, el hedonismo no son inventos de la Era Contemporánea, sino que ya se vivieron en otras épocas de decadencia (…) Los nuevos lazos de parentesco consecuencia de divorcios y separaciones, el intercambio de esposas y parejas, los abortos, la defensa de la homosexualidad y del lesbianismo, las fiestas eróticas ya se vivieron durante el Imperio romano".

En fin, con esta introducción solo quiero dejar claro que hay muchos problemas actuales similares a los de hace un milenio, para que entiendan cuál fue la reacción de nuestros ancestros en circunstancias muy parecidas.

A principios del siglo XIV los desplazamientos por la Montaña Central resultaban muy difíciles, no solo por la pésima conservación de los caminos, también por las bandas de facinerosos que se dedicaban constantemente al pillaje de las mercancías, básicamente vino, cereales y aceite que algunos comerciantes se aventuraban a traer desde León hasta el centro de Asturias.

Para mayor desgracia, desde el castillo de Tudela en Olloniego, que fue uno de los escenarios de las constantes acciones del noble rebelde y sanguinario Gonzalo Peláez de Coalla contra la monarquía castellana, los bandoleros seguían controlando el paso por las principales vías de comunicación regional; por un lado la que llegaba desde el Valle del Nalón y por otro la de Mieres subiendo por los montes de El Padrún.

Sabedores de que la unión hace la fuerza, en el reino de Castilla algunas villas empezaron a formar hermandades municipales para defender su seguridad y al mismo tiempo presentar quejas y peticiones conjuntas en aquellos asuntos que las afectaban a todas. En Asturias, el primer documento que se conoce en este sentido es la Carta de hermandad y vecindad recíproca del concejo de Avilés y las pueblas de Pravia, Grado, Salas, Somiedo, Valdés, Tineo, Cangas y Allande, sellada en La Espina el 24 de mayo de 1277 y ya durante el reinado de Fernando IV la que presentaron en 1295 Oviedo, Avilés, Tineo, Lena, Colunga, Grado, Cangas, Ribadesella, Pravia, Maliayo y Llanes.

Aún faltaba mucho tiempo para que los Reyes Católicos creasen la Santa Hermandad con la intención de combatir la delincuencia en el campo y garantizar el orden público; para los pueblos y ciudades no existía más protección que aquella que se podían pagar contratando a gentes de armas, como actualmente se hace con los mercenarios.

Por ello, 6 de abril de 1308, el Concejo de Oviedo firmó uno de estos contratos con Suero del Dado, hijo de Suero Alfonso, de Aller. El guerrero se comprometía a sacar a salvo las recuas de los mercaderes desde la villa de Mieres hasta el llano de San Miguel de Premaña –lo que ahora llamamos San Miguel de Lillo, en el monte Naranco– a cambio del cobro de 300 maravedíes mensuales. Un dato que, por otro lado, demuestra que en ese año, Mieres ya tenía la consideración de villa y era lugar de parada y comercio.

Al año siguiente, la puebla de Lena –que como sabemos englobaba a Mieres– volvió a integrarse en una Hermandad para defender sus fueros y justicia junto a Grado y los concejos de Oviedo y Avilés. Fernando IV la confirmó en Toledo el 23 de abril de 1309. Vamos a llevar al castellano actual este párrafo que dirigieron al monarca para hacerle entender las razones que llevaron a esta alianza:

"Por muchas muertes, robos, quemas y presiones, daños y males que recibimos de hombres malhechores que anduvieron y andan a vuestro deservicio y a gran daño nuestro y de todos los otros de la tierra, no habiendo justicia que nos dé derecho. También, señor, doliéndonos mucho de que recibimos de aquellos que enviáis por vuestros adelantados y por vuestros merinos mayores, por razón que no hacen justicia en los malhechores y por otros agravantes que recibimos de ellos".

Más abajo describían la actuación de estos funcionarios, que se dedicaban a prender y perseguir a los "ommes buenos" en vez de perseguir a los malvados, y por ello pedían permiso para "que nos defendamos e nos amparemos y esto lo podamos hacer sin castigo; y si el rey lo manda tener y guardar, que nosotros y los otros concejos de Asturias que lo quisieran, que seamos todos unos para defendernos y ampararnos en las cosas sobredichas".

La Puebla de Grado quiso respetar la paz que en aquel momento se mantenía con Gonzalo Peláez de Coalla, a pesar de que este había saqueado la villa el año anterior, y lo mismo hizo el concejo de Avilés con Rodrigo Álvarez de Solís, quien durante la minoría de Fernando IV había mostrado su desobediencia abusando de los más débiles. En la petición dirigida al rey se especificaba que tampoco se iba a emplear la violencia "ni contra sus hijos ni contra aquellos que están con ellos en la tregua, por el tiempo que dure esta".

Fernando IV solo puso una pega a la petición de los asturianos y fue la de que respetasen a sus funcionarios, una vez que corrigiesen sus faltas; de otra manera, no dudó en firmar, ya que esto le permitía ocupar a sus tropas para otros menesteres. Y es que su reinado estuvo marcado por toda clase de conflictos, tanto con los nobles en el interior de su reino como contra los musulmanes a quienes no cesó de combatir.

En 1319 fracasó a la vez en su intento de conquistar Algeciras y en su política de alianzas, aunque en este caso por mala suerte: había acordado con el rey Jaime II de Aragón relanzar entre los dos la Reconquista, por ello decidieron unir sus linajes casando a sus primogénitos: la infanta Leonor, heredera de Castilla, y el infante Jaime, a su vez heredero de Aragón. Sin embargo, aunque la boda tuvo lugar, el infante dio la espantada en pleno banquete renunciando tanto a consumar la faena nupcial como a sus derechos al trono, para ingresar en la Orden de San Juan de Jerusalén.

La cosa se arregló diez años después, cuando la infanta volvió al altar, esta vez con su cuñado, quien sería coronado como Alfonso IV de Aragón, pero esa es otra historia.

Si ustedes quieren profundizar en estos documentos, lo tienen fácil. La Universidad de Oviedo y el Boletín Oficial del Estado han editado en 2022 sin interés comercial la obra "Fueros y Ordenanzas de Asturias. Siglos XI-XIV", a la que se accede con facilidad en Internet. En ella se reúnen todos los textos anotados y comentados por el mierense y catedrático de Historia del Derecho, Santos Manuel Coronas González, fallecido en diciembre de 2024. A su memoria va dedicada esta página.

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