Opinión

La fiebre del antimonio

La búsqueda de un mineral con numerosas aplicaciones causó auténtico furor en Lena en la segunda mitad del siglo XIX

La estibina es un mineral que se caracteriza por su forma de cristales prismáticos con un brillo metálico blanco-plateado que le da una gran belleza. De ella se obtiene el antimonio, usado desde la antigüedad como pigmento y en maquillaje y luego en un montón de aplicaciones; por ejemplo, tras la invención de la imprenta en el siglo XVI, para los sellos tipográficos porque en su forma líquida tiene la propiedad de expandirse mientras se solidifica, rellenando las grietas de los moldes. Más modernamente se ha utilizado en aleaciones con otros metales, en placas de baterías de plomo, añadiéndolo a algunos materiales para aumentar su resistencia al fuego y en la producción de polímeros y catalizadores.

Aunque, seguramente su función más curiosa ha sido la de purgante: los romanos hacían con él cálices en los que bebían para vomitar después y poder seguir comiendo, y en la Edad Moderna se hicieron bolas de antimonio que se tragaban y después de recorrer el aparato digestivo volvían a salir del cuerpo, de manera que varias personas podían usarlas otras veces. Ahora sabemos que esto, además de ser una guarrería, también es malo para la salud, puesto que el antimonio puede provocar úlceras bucales, dolores de cabeza y abdominales, cólicos, mareos, e incluso enfermedades crónicas en el corazón, los pulmones y el tracto intestinal.

Quedándonos en el siglo XIX, su demanda se disparó porque se mezclaba en diferentes aleaciones que trataban de imitar la plata en vajillas y cubiertos de mesa, que no faltaban en ninguna casa de clase media.

Según se cuenta en la Enciclopedia de Asturias, este mineral se halló en estado nativo en Meredo (Castropol) y en combinaciones apareció en distintos lugares de la región: Sobrescobio, Cangas de Onís, Cangas de Tineo y Lena, donde una compañía francesa explotó hasta 1867 en La Navaliega un criadero de estibina.

Lo cierto es que en el discurso leído en la sesión de apertura del curso académico 1917-1918 de la Universidad de Oviedo, don José María Vijande y Fernández Luanco citó la visita que hizo en 1851 el profesor Manuel Sáenz Díez con objeto de reconocer un criadero del mineral de antimonio llamado estibina, de cuya existencia cerca de Cangas de Tineo le había dado noticia el médico de aquella localidad don José Rodríguez Trabanco "mineral del que, no obstante su riqueza escasa, y luchando con los deficientes medios de que disponía, logró el Sr. Sáenz Díez extraer el antimonio crudo, que en aquella ocasión tuvo pronta y ventajosa salida en el mercado de Madrid, por haberse anegado la mina de donde se abastecía".

En cuanto al concejo de Lena, Guillermo Schulz ya citó en 1858 mina "Valentina", en La Navaliega, como un lugar en el que se encontraba calcita, pirita, marcasita, antimonio nativo y ocres de antimonio. La estibina aparecía masiva y en forma de agujas rellenando los huecos de caliza, en pequeñas bolsadas y desaparecía a poca profundidad. Este yacimiento solo se explotó durante un año, entre 1866 y 1867, y Máximo Fuertes Acebedo en su Mineralogía Asturiana, de 1884, explicó su cierre porque, aunque el mineral extraído era de gran pureza, la inconstancia del criadero provocaba muchas irregularidades en su laboreo.

En 2006, L. M. Rodríguez Terente, C. Luque Cabal y M. Gutiérrez Claverol publicaron en la revista "Trabajos de Geología", de la Universidad de Oviedo, un artículo titulado "Los registros mineros para sustancias metálicas en Asturias" donde contabilizaron 6.521 registros metálicos desde comienzos del siglo XIX a finales del XX. La mayor parte de ellos eran de hierro, pero también figuran 141 de antimonio.

En principio, dada la extensión temporal y territorial, parece que estos datos no se salen de lo esperable; sin embargo, hace unas semanas, mi amigo Rolando Díez González me pasó un resumen del exhaustivo trabajo que lleva realizando desde hace muchos años sobre las inscripciones registrales de las minas asturianas, donde se observa como en un lugar concreto se produjo una verdadera fiebre de compra de terrenos en busca del codiciado antimonio durante la segunda mitad del siglo XIX: Lena, y más concretamente el entorno del pueblo de Felgueras.

Rolando ya firmó en 2015 junto con Félix Martín Vázquez el imprescindible libro "Desarrollo industrial de Mieres. Segunda mitad del siglo XIX", en el que se exprime a fondo este periodo; pero no ha cesado en su labor de investigación y en este momento anota en su fichero casi 30.000 registros de minas, aumentos y demasías en el territorio asturiano realizados hasta el año 1969.

El caso de Felgueras

Lógicamente, la mayoría se relacionan con el carbón, pero llama la atención el número de los que señalaron el antimonio en Lena. Nada menos que 56 anotaciones entre los meses de octubre de 1860 y 1895. Entre ellas, 24 se refieren concretamente a la localidad de Felgueras, a las que se deben sumar otras en terrenos muy próximos, como Peridiello y Ronzón, aunque igualmente las hay en Castiello y Mamorana. Sin embargo, por algún motivo, a partir de 1890 los inversores se inclinaron por el valle del Huerna, con preferencia en Sotiello, pero también Tíos, Zurea y Xomezana.

Tampoco faltó un intento aislado en Aller. Allí, el vecino de este concejo Vitoriano Argüelles actuó el 2 de enero de 1890 como apoderado de Guillermo Blanco López para registrar 12 hectáreas "de la mina de antimonio y otros que se conocerá con el nombre de ‘Fortuna’, sita en terreno común de Entreambas Regueras, parroquia de Moreda".

Yendo al detalle de los registros de Felgueras, nos encontramos con que uno de los mayores beneficiados de esta fiebre fue un personaje conocido en la historia reciente de Asturias: Bernardo Terrero, aquel hombre al que unos suponían tocado por el dedo de Dios y otros empujado por la mano del Diablo, porque había sabido multiplicar su herencia familiar tan deprisa que incluso llegó a sospecharse que había hallado un tesoro escondido por los moros.

De Terrero ya hemos contado en esta página que fue uno de los asturianos más ricos de su tiempo, capaz de alterar a golpe de monedero el paso del ferrocarril que debía unir Asturias con León, orientándolo por Pajares para que no cruzase por sus posesiones, y con tantas tierras que hubo quien aseguraba que podía ir desde Quirós hasta Madrid durmiendo siempre en alguna de sus propiedades.

Lo cierto es que el rico quirosano administraba casi el 90 por ciento de su concejo natal, pero también multiplicaba sus fincas por toda Asturias y las provincias vecinas. De manera que no resulta extraño ver su nombre en las transacciones de Felgueras: 29 de junio de 1867: "Hago saber que don Froilán Rodríguez, vecino de Oviedo, como apoderado de don Juan Kelly ha presentado solicitud de registro de dos pertenencias de la mina de antimonio que se conocerá con el nombre de ‘Kelly y Haza 2ª’, sita en terreno de don Bernardo Terrero, término de la parroquia de Felgueras, concejo de Lena, lindante al N.con heredad del mismo Terrero y peña llamada Sierra Redondo, E. prado de Navaliega y O. camino y mata del citado Bernardo Terrero".

O esta, del 17 de octubre de 1887: "Hago saber que don Ramón Caruro Sánchez, vecino de Santander, ha presentado solicitud de registro de doce hectáreas de la mina de antimonio y otros que se conocerá con el nombre de ‘Doña Carlota’, sita en terreno de don Bernardo Terrero, parroquia de Felgueras, concejo de Lena; lindante al N. con el robledal de don Bernardo Terrero, al E. castañedo de don Santiago Vallejo y por los demás vientos, terreno común".

En los registros del antimonio lenense abundaron los nombres de mujer: "Casilda", "Eugenia", "Rosario", "Carolina", "Carlota", "Lupercia", "Rogelia", "Antonia", "Eugenia", "Juana", "Julia", "Matilde", "Delfina", "Emilia", "Elisa"… Con ellas, solo dos hombres, "Manolín" y "Adán", propuestos en 1891 y 1894 por José González Barros para sendas minas en el Valle del Huerna. Junto a ellos, "La Noble", "Inesperada", "Reservada", "Chasqueada", "Hormiga", "Cañonazo", "No te vieron"; y los clásicos "La Unión", "El Porvenir", "Tres amigos" y "Dos amigos".

Entre los interesados en los registros encontramos desde ciudadanos anónimos hasta representantes de industriales de diferentes provincias o personajes conocidos como Juan Kelly, fundador y accionista de importantes empresas, entre ellas la Asturian Mining Company.

A comienzos del siglo XX solo quedaban en Felgueras cuatro minas de antimonio: "Bilbaína", "Enrique", "Rosa" y "Segunda Bilbaína"; pero, todavía el 30 de marzo de 1918 el madrileño Zoilo de Castro volvió a intentarlo presentando registro de 20 hectáreas para otra mina que debía llamarse "Angelita" en la zona de la fuente de El Calero de esta parroquia, sita "sobre la línea del ferrocarril de retroceso". La solicitud caducó el 4 de abril de 1924.

Ahora la demanda de antimonio vuelve a crecer para la fabricación de los nuevos plásticos, PVC y PET, semiconductores en la producción de diodos y detectores infrarrojos; también en la industria del armamento. No sé si nos interesa recordar esta historia.

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