Opinión

Remeros

La comisión de economía y empleo de la tertulia se muestra convencida de que así nunca resolveremos el problema del paro estructural de este país.

Como tenemos la calle levantada, ahora nos reunimos alrededor de nuestro contenedor, situado provisionalmente en una esquina cercana. Los miembros que siguen minuto a minuto la evolución de la obra que nos afecta manifiestan que, si bien ésta arrancó con brío y determinación, cual corcel de pura sangre, poco después la actividad experimentó un frenazo al mejor estilo del borrico manchego. Y de ahí no salimos hasta ayer, cuando compareció una brigada completa armada de hormigonera, volquetes y todo. Porque la comisión, que hace un exhaustivo seguimiento de los trabajos, alertó de que un par de tipos, uno con una pala y otro con un escobón, no son fuerza laboral suficiente para la envergadura de la obra y, en consecuencia, ésta irá para largo si no lo remedia nadie.

Lo vemos en montones de bares con terraza: un único camarero ha de atender la barra, las mesas interiores y también las exteriores. Y lo más sorprendente es que muchos lo consiguen con una razonable soltura cuando en la mayoría de Europa ese trabajo lo hacen tres empleados. Como las gasolineras en las que un único trabajador atiende los repostajes, la caja, el lavadero e, incluso, una tienda con bar y todo. El más difícil todavía. Y aún les exigimos rapidez.

Acabo de entrar en mi portal y la obra de la calle, en estos momentos, es cosa de un paisano con una pala y de un supervisor que, lógicamente, supervisa al paisano de la pala, que tampoco es que esté haciendo nada reseñable con ella, salvo sostenerla. Pero se rumorea que está a punto de llegar un pelotón de refuerzo para relanzar los trabajos.

Y es que, a nivel general, da la impresión de que en este bote en el que viajamos cada vez hay menos remeros y más remos sin utilizar. Eso sí, gente a bordo, cada día más. Y demasiados dando órdenes.

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