Opinión

Partida de defunción

La plaza de abastos de Mieres se muere. Lo que fue el centro neurálgico de la villa, al igual que la planta en un tiesto por falta de riego, como consecuencia de un sustrato cada vez más pobre y falto de abono, lleva años malviviendo, en declive constante, hasta el día de hoy, en que presenta un aspecto enfermizo y nada prometedor.

Se pensó en un aparcamiento subterráneo bajo la plaza, que se desestimó. Se propuso una reforma integral que daría cabida a espacios gastronómicos y de ocio, y no hubo más que oposición. Se alertó sobre la urgencia de adaptarse a las necesidades y requerimientos presentes y se ignoró. Hoy duele acceder a ese noble edificio y hallarlo medio vacío, con puestos cerrados a cal y canto, un lugar en el que únicamente resisten unos pocos entusiastas y otros que no tienen más remedio que aguantar hasta completar los años de cotización, que tratan de mantenerse a flote en un panorama que se desmorona día a día.

La plaza de abastos de hoy simboliza la decadencia de una población cuando debería ser uno de los estandartes de aquel "Mieres para vivir" que quedó en agua de borrajas. Porque si los puntos neurálgicos están así, en pleno declive, mejor no preguntemos por las afueras.

Pero la base permanece, el espacio, la ubicación, el entorno, ahí está aguardando decisiones valientes y con visión de futuro. Mieres es como un motor averiado que llegó a tener el depósito de combustible a rebosar. Mientras no lo arreglemos, haciendo que actúen todos los cilindros, sellando las fugas y logrando que sus mecanismos funcionen de forma sincronizada, de nada sirve girar la llave y pisar el acelerador. Lo único que conseguiremos será agotar la batería. Y a la nuestra le queda poca carga.

Una plaza de abastos representa el comercio y la alimentación de proximidad, lo local frente a la apisonadora globalizadora. O sea, un referente. La nuestra agoniza y, de seguir así, no quedará más que firmar su partida de defunción.

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