Opinión

El Asturias de Blimea

El esfuerzo y el empuje de un club de fútbol centenario

En alguna ocasión el fútbol se ha asomado a este espacio en el que colaboro desde hace ya varios años. Me lleva a ello una afición que me acompaña desde niño y también algunas experiencias en este campo, sobre todo relacionadas con mi dedicación al arbitraje. Como es lógico, he asistido a escenarios de todo tipo, si bien he de confesar que la pelota, esa leyenda inmortalizada por Alfredo Di Stréfano en su libro de memorias. "Gracias, vieja", ha cambiado mucho desde entonces, sustituida en la actualidad por la esférica fiebre contagiosa de los dólares que inundan un rectángulo que, poco a poco, ha ido perdiendo su color original.

Si en la vida mis horizontes afectivos tienden a confluir con quienes se encuentran en situaciones desfavorecidas, lo mismo ocurre cuando me asomo a la pantalla futbolística, dado que prefiero a los segundos o terceros de a bordo antes que a los capitanes de barcos, a los equipos humildes (en mi escala me acompañan el Sporting, el Unión Popular de Langreo y el Asturias de Blimea) antes que a los clubes poderosos, y a los héroes de barro regional antes que a las superestrellas galácticas lubricadas con el siempre sospechoso aroma del petróleo.

Razones familiares me han llevado estos últimos años hasta el campo de La Isla, donde juega el Asturias de Blimea. La historia de este centenario club –fue fundado en 1920–, el único de Asturias que lleva el nombre de nuestra comunidad autónoma, sería larga de detallar: militó en todas las categorías, desde tercera división, donde estuvo seis temporadas, hasta la actualidad en segunda REF. Y, como es natural, fue visitado por la fortuna a veces o por la mala suerte en otras a lo largo de su trayectoria.

He sido testigo de los momentos felices que acompañan a los ascensos y de su contrario. He disfrutado del brillo refulgente en los ojos de los futbolistas cuando hubo momentos de gloria (el oro de las victorias no solo acompaña a los poderosos) y, del mismo modo, me he entristecido con ellos cuando sus pupilas se arrugaban a causa de alguna derrota. Pero, sobre todo, he asistido a una perfecta sinfonía comunitaria donde se entremezclan la probada fidelidad de la afición, el cariño y la sacrificada labor de las directivas (tanto esta como las anteriores), así como la comprensión táctica y estratégica y el conocimiento de los jugadores que acompañan tanto al actual entrenador como a quienes le han precedido en el cargo.

Convencido de que la vida es un viaje, no un destino, y que lo importante de ese camino es disfrutar y aprender siempre de nuevas experiencias, creo que la plantilla del Asturias de Blimea de este periplo futbolístico recién finalizado ha superado con éxito su andadura. Pudiera parecer que ha faltado el último empujón, que no se ha conseguido superar el último escollo (la derrota ante el Narcea, aunque dolorosa por el insospechado tanteo, guarda semejanza con esas "pájaras inoportunas" que en alguna ocasión sufren los corredores cuando ya están muy cerca de la meta); mas, en todo caso, la temporada ha sido un éxito al conseguir clasificarse para la fase de ascenso (el sprint fallado a última hora no empalidece en absoluto el recorrido).

Aguarda una nueva etapa. En pocos meses comenzará a abrirse la flor de la ilusión. Los jugadores, adornados de nuevo con la valía humana que demostraron el año pasado y, al mismo tiempo, con la sapiencia futbolística que desplegaron sobre el césped, volverán a calzarse las botas. Alcanzarán la cumbre o se quedarán muy cerca, eso dependerá de las condiciones climáticas de cada momento. De todos modos, y siempre con el esfuerzo grabado como emblema en las camisetas, seguirán viajando sabedores de que su mejor trofeo es sentirse orgullosos de ellos mismos.

¡Puxa Asturias!

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