Opinión

¡Qué bien me comes!

Elogio de la calidad, variedad y excelencia de la gastronomía asturiana

Es una frase que empleo con frecuencia cuando coincido con amigos amantes del buen yantar. Y si los observo en pleno disfrute sápido pues les suelto esa expresión que dice mucho de los próximos comensales. Y viene esto a cuento porque hace días en Madrid unos compañeros de los medios de comunicación me comentaban lo bien que se come en Asturias y lo que el indígena se zampa diariamente. Con una despensa muy variada, mar y montaña, el arte de la comedera no tiene secretos en este septentrión hispano, un hecho directo y real que atrae a innumerables turistas accidentales o viajeros que gustan de estos singulares recursos donde no faltan los excelentes quesos y la sidra, entre otros alimentos del paraíso.

Y aquí en este territorio verde, histórico y solidario, el manduque tiene carta de naturaleza y el nativo lo presume con garbo y promoción. Puede ser que los asturianos sean los que más ingestas cotidianas realicen entre sus congéneres nacionales. Comer mucho y bien sería el lema a divulgar. Y esa es la fama y popularidad entre los muchos visitantes que se acercan por este enclave norteño. Que si fabada, pote, verdinas, moros y cristianos, bonito al horno, rodaballo a la plancha, truchas fritas con torreznos, callos, picadillo con huevos y patatas, cabritu con patatinos o solomillo de ternera de los pastos regionales, entre otras suculencias de la impagable trastienda de estos pagos cantábricos. Y con esa garantía alimenticia pues es factible que por estos entornos se coma más y mejor que en otros lugares del ruedo ibérico.

Ahora bien, hay que cuidar con esmero las propuestas cocineras, ofertar calidad sin ambages, mejorar la formación profesional, ahondar en la tradición culinaria como pregonan las nobles guisanderas, avanzar en la cocina de las estrellas y convertir nuestro patrimonio gastronómico en el preferido de todos los españoles. Hay materia prima y óptimos ingredientes para alcanzar la excelencia en las mesas de Asturias. En las Cuencas, en Oviedo, Gijón, Avilés, Oriente y Occidente, la cocina legendaria tiene su razón de ser. ¿Y qué decir de nuestra dulcería ancestral y los trabajados vinos de Cangas? Huella y pasión por una cocina hecha a nuestra medida. Las cofradías enogastronómicas bien lo propagan. ¡Qué bien me comes! n

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