Opinión
Juan Antonio Vázquez de Prada, un liberal consecuente
El militar, nacido en el valle de Cuna en 1792, luchó contra los franceses, se alzó con Riego y se enfrentó a los restauradores del absolutismo

Juan Antonio Vázquez de Prada, un liberal consecuente
Repasando unos números del imprescindible "Comarca" encuentro un artículo firmado solo con la letra "L" que cuenta la biografía de Juan Antonio Vázquez de Prada y Suárez de la Granda, un aguerrido militar nacido en El Valletu, uno de los hermosos palacios que nos recuerdan la importancia que tuvo en otra época el Valle de Cuna.
Este territorio tiene su propio cronista, Alberto Montero Prieto, y es obligado confirmar con él cualquier dato antes de escribir sobre su paisanaje porque ha estudiado a fondo los linajes y los apellidos que lo habitaron y en muchos casos aún lo siguen habitando. Alberto y yo coincidimos al pensar que la letra que suscribe el artículo puede corresponder a Luis Fernández Cabeza, el responsable del recordado semanario local, que visitó asiduamente el magnífico archivo de esta casona, pero él me da un dato fundamental para conocer mejor a nuestro personaje de hoy, su parentesco con otro militar importante: el lastrino Juan Antonio Suárez de la Granda y Suárez Vitorero.
Lo primero es conocer que Juan Antonio Vázquez de Prada nació el 13 de abril de 1792 y sus padres fueron Enrique Vázquez de Prada y Cienfuegos y Melchora Suárez de la Granda; inició muy pronto la carrera militar, con tanto provecho que a los 16 años ya era alférez, y después fue pasando por los grados de subteniente, teniente, capitán y teniente coronel de milicias hasta retirarse como teniente coronel de Infantería después de llevar veintiséis años, siete meses y veintiséis días de servicio.
Su tío Juan Antonio Suárez de la Granda tuvo que ser decisivo para inspirar al de El Valletu en su vocación por el uniforme. Era hermano de su madre, veinte años mayor que él, y con un buen historial a sus espaldas. Su familia destacaba por su generosidad y sus fundaciones benéficas en la zona de Colunga y había favorecido a muchos necesitados en Lastres.
Uno de sus miembros, José Robledo, llevaba la dirección del Tribunal de Minería del Perú y cuando Juan Antonio Suárez concluyó los estudios superiores lo llamó a su lado, en Lima, donde residió algún tiempo; aunque tuvo que volver por asuntos familiares. Ya en 1808, cuando se inició la Guerra de la Independencia, lo nombraron comandante de Matrículas del puerto de Lastres, con el grado de coronel.
La invasión francesa también fue un momento decisivo para Juan Antonio Vázquez de Prada, quien a pesar de su juventud intervino desde su inicio en numerosos combates por toda la Península. Lo encontramos en Santander, Laredo y en Cabezón de La Sal, porque en esta región se había organizado un llamado Armamento Cántabro con la colaboración de muchos asturianos para impedir el paso de los invasores, hasta que estos lograron tomar esta zona.
Después estuvo en Zamora y Benavente. También en los combates de Alba de Tormes, ya en la provincia de Salamanca; en la batalla de Castillejos, donde se enfrentaron en enero de 1810 las tropas españolas del General Ballesteros y las francesas de los generales Remond y Gazán, y allí fue declarado "Benemérito a la Patria"; luchó el 11 de agosto del mismo año en Cantaelgallo y luego en Cádiz, Malaga, Granada y otros pueblos y ciudades del sur de España.
Se movió tanto durante esta guerra que resulta difícil seguir su pista. "L" apuntó en "Comarca" que tuvo una destacada actuación en la defensa de Laredo ante un enemigo muy superior, por lo que fue nombrado teniente coronel de milicias por méritos de guerra e incluso esta villa marinera celebró un homenaje en su honor donde fue nombrado "Salvador de Laredo". Asimismo, en 1813 llegó a pasar la frontera francesa por Cataluña con el Tercer Ejército persiguiendo a los invasores junto con las fuerzas aliadas de Gran Bretaña y Portugal.
Cuando llegó la paz vivió un periodo de tranquilidad con comisiones de servicio en Oviedo y León y, a pesar de su juventud, cansado de las armas, pidió la licencia ilimitada e indefinida para retirarse a su casona del valle de Cuna.
Mientras tanto, su tío Juan Antonio Suárez de la Granda fue miembro de la Sociedad Económica de Amigos del País, mantuvo buena relación con los ilustrados y progresistas de su tiempo como Agustín Argüelles, Evaristo Fernández San Miguel o el mismo Jovellanos e impulsado por su pensamiento liberal apoyó en 1820 el levantamiento del coronel Riego para restablecer la Constitución de Cádiz, siendo nombrado al año siguiente comandante de la Milicia Voluntaria de Lastres.
En 1823 se enfrentó a los restauradores del absolutismo, que tras derrotar a Riego persiguieron a sus partidarios. Intentando pasar desapercibido se avecindó en Oviedo para dedicarse a escribir sobre historia y economía, tanto en la prensa, como publicando sus propios libros, e incluso colaboró en el conocido Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus posesiones de Ultramar de don Pascual Madoz.
También los acontecimientos políticos volvieron a sacar a Juan Antonio Vázquez de Prada de su plácido retiro en El Valletu. Como es sabido, tras la muerte del rey Fernando VII, su hermano tomó el nombre de Carlos V para reclamar la corona a su sobrina Isabel iniciando un enfrentamiento entre españoles que iba a prolongarse con diferente intensidad durante más de un siglo. Juan Antonio, liberal como su tío, se posicionó del lado de la reina niña para enfrentarse a la reacción tradicionalista.
Siguiendo de nuevo lo escrito en "Comarca", en la I guerra carlista participó en los combates de Pico de Serantes, Galdamés, Sodupe, Carranza, Somorrostro, Valpuesta, Navarra, San Sebastián y Hernani. Por su actuación en Montehermoso fue ascendido a teniente coronel de Infantería y luego pasó a Castilla La Vieja destacando por su actuación en el combate de Corral de Ayllón.
Con este currículo y varias condecoraciones en su haber, solicitó a la reina el cargo de jefe de las fuerzas militares de Oviedo; sin embargo, las luchas que se libran en los despachos son en muchas ocasiones más sucias que las se registran en campo abierto y Juan Antonio se vio relegado por otro oficial que se movía mejor entre las intrigas de salón y las adulaciones que en las batallas.
Su desilusión con la Corte fue enorme y esta vez su retiro en El Valletu resultó definitivo, aunque su inquietud le llevó a implicarse en el proceso que condujo a la separación de Mieres del Conceyón de Lena en 1836. Tras la constitución del nuevo ayuntamiento consta que participó activamente en la vida municipal y que tuvo algún puesto de responsabilidad en aquel joven consistorio.
El artículo de "Comarca" se cerró con este párrafo: "Por gran mayoría de los concejales resultó dos veces elegido alcalde-presidente de este Ayuntamiento. A este cargo renunció por razones de salud y cansado también de las muchas ingratitudes que había recibido en su vida". No obstante, esto no parece cierto, ya que el recordado Julio León Costales, quien rastreó a fondo los fondos documentales de esta villa, no lo incluyó en su completa relación de alcaldes.
En el rico archivo de El Valletu se conserva un diario de nuestro personaje que evidencia su implicación con la causa de Isabel II. Fue recuperado por el doctor en Derecho Manuel de Abol-Brasón y Álvarez-Tamargo, quien también habitó este palacio, en un trabajo titulado "El diario de guerra de don Juan Antonio Vázquez de Prada (1831-1833 y 1837) un militar liberal y su época", que se incluyó en el libro conmemorativo editado con motivo del homenaje al profesor José Antonio Escudero en 2012.
Según la partida de defunción de Juan Antonio Vázquez de Prada, localizada por la investigadora Beatriz Fernández Muñiz, este falleció de fiebre y sin haber hecho testamento el 13 de enero de 1853, a los 60 años de edad cuando ya era viudo. Cuatro años más tarde, en 1857, también dejó este mundo su tío Juan Antonio Suárez de la Granda.
El de Lastres estaba casado con su prima hermana doña María del Rosario Vitorero y no dejó descendencia; pero, tanto por su parentesco, como por el cariño que tenía por el sobrino que había sido bautizado con su mismo nombre, legó parte de sus bienes y del archivo de su casa a los Vázquez de Prada de El Valletu, que perpetuaron su linaje en la descendencia de su hermana doña Melchora. Un archivo con mucha historia por conocer.
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