Opinión

El tiempo pasa

Las fiestas, una necesidad para dar vitalidad a los pueblos y ciudades

"Nos vamos poniendo viejos/ y el amor no lo reflejo como ayer"… Mientras miraba entre mis papeles, más bien entre apuntes y esbozos que después se hicieron carne y hueso en la realidad, me vino el recuerdo de la canción de Pablo Milanés. "Y en cada conversación, cada beso, cada abrazo"… Era inevitable detenerse en los preámbulos, volver a encontrarme con el niño que fui antes de ser joven y después un adulto con más o menos barba y con mayor o menor destreza o diligencia, según las distintas circunstancias. En mis manos se posaba una fecha, 2015, cuando la sociedad de Festejos de La Felguera me concedió el honor de ser pregonero de las fiestas. Y digo honor porque encontrarse con tus vecinos y pasear con ellos por las calles de tu pueblo, entrelazados por el murmullo blando de la nostalgia, y tomar juntos unos vinos y escanciar unos culinos de sidra es, sin duda, un acto del que me siento muy orgulloso.

No sabría afirmar si fui yo quien corrió al encuentro del extraordinario cantante cubano o si más bien todo fue idea suya al verme enfrascado en los folios que después acompañarían mi intervención. Da igual. En uno y otro caso la poesía vino a mi encuentro, o al de los dos, para recordarnos que la vida es un viaje del que nunca se puede escapar. Por mucho que en ocasiones nos apetezca retirarnos por la puerta de atrás del teatro.

Por si no bastara con tanta música, delante de donde vivo está instalado el ferial de los festejos. Ecos, voces y miradas que se van alternando durante unos días para regocijo de un pueblo acostumbrado a enfrentarse a situaciones difíciles (desguaces industriales y barbecho ocupan buena parte del paisaje) y que, por tanto, necesita de ese solaz que son las fiestas para ir cogiendo grasa con la que resistir mejor el invierno que se avecina (bastante preocupante, por cierto, a tener de los pedruscos que no dejan de caer).

Era inevitable que por ese pasillo rememorativo deambulara también el rostro de las personas que hacen posible con su esfuerzo que las fiestas no se pierdan en el azafrán oscuro del olvido. Y me refiero en concreto a quienes presiden y forman parte de esas sociedades tantas veces criticadas y tan pocas veces reconocidas por su labor. Gracias a ellos, y a ellas, es posible que los niños (y no tan niños) monten en el tren de la bruja, donde la magia y la sorpresa aguardan en cada curva, o estén a punto de asfixiarse con los subidones de adrenalina en los auténticos laboratorios de ciencia en que se han convertido tantas modalidades de montañas rusas. Dejo para el final los coches de choque, que al menos para mí, y me imagino que para una gran mayoría de mi generación, representaron el culmen de las emociones Vaya, pues, en este billete, mi agradecimiento a Juancho, como actual presidente de La Sociedad de Festejos y Cultura "San Pedro" de La Felguera y al resto de los directivos por su encomiable trabajo diario.

No es posible finalizar este viaje sin internarse, de un modo obligatorio, en los luminosos espacios que circundan el concurso de relatos (o de cuentos, que da lo mismo), un rincón bonancible del que hace años formo parte como jurado. Podría escribir algunas anécdotas desde entonces, al tiempo que ejercer de notario para certificar sobre la honestidad y limpieza del premio (en muchos concursos acostumbran a decidir criterios bastardos). Pero mejor preguntar a Francisco García Pérez, miembro del jurado, catedrático de enseñanza secundaria, escritor y periodista, además de persona de contrastada socarronería y no menos probada fidelidad hacia sus amigos, cuál es el mejor concurso de relatos del mundo mundial No tiene ninguna duda.

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents