Opinión
La madreña: siete siglos de tradición documentada
La primera mención a les madreñes aparece en un pergamino de 1306
Investigando una antigua controversia entre el clero regular y el secular por la percepción de los diezmos que debían abonar los feligreses de Tarna a comienzos del siglo XIV al monasterio de San Pedro de Eslonza, nos dimos afortunadamente de bruces con la que pudiera considerarse la más temprana mención escrita a nuestro tradicional calzado, la madreña. Se trata de un pergamino correspondiente a los fondos del citado monasterio que custodia el Archivo Histórico Nacional (AHN), no publicado en cartulario alguno. Una apelación, presentada por el monasterio en 1306, en la que se enumeran los productos sujetos a los diezmos en disputa: "Medietatem deciarum panis et animalium et quorumdam lignorum apparatorum, que forga vulgarint noniantur, ac nabalium et ortorum". Es decir, la mitad de los diezmos sobre el pan, los animales, ciertos útiles de madera que vulgarmente se denominan "forga", así como sobre los nabos y los huertos.
A nuestro juicio, aquello que los monjes benedictinos llamaban "forga" no sería otra cosa que las madreñas, símbolo identitario de un lugar como Tarna, donde su elaboración y comercialización fue el sustento económico de sus habitantes hasta tiempos no muy lejanos. Esta temprana mención indirecta parece constituir la primera referencia documental conocida de nuestro tradicional calzado, acaso en toda Asturias. Y lo fundamentaremos.
Menéndez Pidal recoge el verbo asturiano forgar en el sentido de desbastar la madera, como derivado del latín *fabricare, que significa "hacer", "construir"; de ahí forgaxa, para referirse a las virutas desprendidas al trabajarla. Forgar la madera, moldearla hasta convertirla en mil utensilios necesarios, expresión usual en nuestros tiempos; y también forjar, dar forma al hierro, transformando físicamente la materia (de *mater, madre, madera). ¿Y qué es, sino un forgar, el proceso artesanal de elaboración del ancestral calzado? Podrían ser, por tanto, aquellos aparatos o útiles de madera (lignorum apparatorum), conocidos vulgarmente como "forga", lo que hoy denominamos madreñas.
Nuestra hipótesis se debilitaría si nos atenemos literalmente a la quinta acepción del TDHLE, que define "aparato" como utensilio en general, mientras que la madreña no es un útil de trabajo sino una pieza indumentaria: un calzado fabricado para cubrir los pies, no un instrumento para ejecutar tareas concretas. Sin embargo, aunque muchos nombres de las cosas han ido mudando con los siglos, su significado prístino permanece en nuestro imaginario colectivo, de manera que cuando pensamos en un madreñero agachado frente al tayón o leño (lignum) que convertirá en calzado, nos viene la idea de contemplarlo forgando la madera con los utensilios apropiados y sembrando de forgaxes el suelo que lo rodea. Imagen que proyecta destreza y una elevada carga simbólica, elevando su oficio artesano al nivel del herrero, dignificando el producto de sus manos: la madreña, esos prácticos "aparatos" que nos protegen del barro y la humedad y son emblema de la vida campesina.
Pero para disipar definitivamente toda duda que pudiera plantearse, más allá del apoyo etimológico y del contexto geográfico al que nos referimos –una aldea como Tarna, caracterizada por su arraigada tradición madreñera–, un segundo testimonio más cercano en el tiempo viene a confirmar nuestra hipótesis: la pervivencia del diezmo de las madreñas a través de los siglos, singularidad que parece exclusiva del lugar.
El 1 de diciembre de 1741, a son de campana tañida, se reunieron los vecinos con el cura don Gregorio Lozana para resolver las disputas sobre cómo debía abonarse dicho diezmo y acordaron que, por cada veinte pares elaborados, se entregaría uno al párroco; las madreñas debían presentarse en montones de diez pares, para que el cura eligiese libremente el que quisiera. Seguramente el beneficio diezmal por la industria artesana de la madreña hubo de resultar sustancioso para el clero, tanto como las parcas cosechas de los campesinos. De ahí su pervivencia a través de los siglos.
En resumen, mientras que nuestros afamados quesos aparecen por vez primera como "quessos assaderos" en Sobrecastiello, un 8 de enero de 1328, podemos afirmar con razonable certeza que la madreña, en particular la tarnina –sin duda la más antigua y austera–, figuraría documentada desde el 28 de junio de 1306 bajo el nombre de "forga". Dos fechas del siglo XIV que merecen ser subrayadas en la dilatada y fecunda historia del concejo de Caso.
Suscríbete para seguir leyendo
- Susto en la fiesta de San Martín en Aller: cayó a un zarzal, se golpeó la cabeza con una piedra y fue rescatado tres horas después, de madrugada, al borde la hipotermia
- Un conductor al que perseguía la policía destroza siete coches aparcados en Langreo
- El boom minero de la vivienda: Mieres y Langreo superan en ventas a Siero
- Los embalses del 'grifo' de Asturias, en mínimos históricos por la sequía: 'En estas fechas tendrían que estar pasando las máquinas quitanieve, pero estamos a 22 grados
- Los ingenieros militares que cimentaron Mieres en su etapa más dorada: el gran proyecto de saneamiento y encauzamiento del río Caudal y un emblemático edificio sindical
- Una comida para muchos más que tres amigos
- Dos horas de tensión en Mieres por un escape de gas que obligó a confinar a doscientos escolares: 'Tenemos la explosión de la Villa muy reciente
- Abusó durante más de una década de su cuñada, con discapacidad intelectual, y le regalaba ropa para que no lo contara: el Supremo ratifica la condena de diez años de prisión para este lavianés
