Opinión
“Soy de Langreo”, the world around
Javier Antuña es coleccionista de música asturiana
En agosto de 1974 la totalidad de los periódicos estatales, y los regionales, se hacían eco del ya clásico de la canción asturiana "Soy de Langreo". El motivo: la programación de TVE -férreo monopolio estatal catódico- en su Carta de Ajuste, de una serie de canciones, no menos clásicas, del folclore astur. Celestino Rubiera, la Polifónica Gijonesa, José Blanco y Roberto Morado, fueron los encargados de tan eximio cometido. Los "aires" musicales populares pre transición española conformaban un batiburrillo de sonidos tradicionales -renovados y no-, pop más o menos edulcorado, cantautores -comprometidos y "triviales- y rock progresivo en el que Asturies, por supuesto en las diferentes categorías señaladas, tenía su correspondiente cuota de participación.
En lo que concierne a "Soy de Langreo", la resonancia de su melodía y de su letra ya era ampliamente conocida desde hacía casi -probablemente bastante antes- siete décadas en toda España. En 1906 el celebérrimo Antonio Pozo "El Mochuelo" realizó una grabación del tema de inspiración flamenca, y desde entonces se sucedieron otra serie de ellas a cargo de luminarias de la tonada como Miranda, Cuchichi, Amable Fueyo, José Noriega o El Tordín, entre otros, prolongándose hasta la actualidad su interpretación en grabaciones y en los numerosos concursos de canción asturiana todavía existentes. En cualquier caso, y aun a riesgo de pecar de grandonismo, podemos afirmar que "Soy de Langreo" acabó por representar una suerte de himno en España -también en algunos países de Latinoamérica- de autoafirmación local con reminiscencias al territorio astur, pero susceptibles de ser usada en aquellas situaciones en las que era necesario reivindicar, o hacer valer, la personalidad de quien, individual o colectivamente, la entonase.

La portada del disco. / J. Antuña
En las hemerotecas encontramos un buen número de referencias, en los más variopintos contextos, de esta función de requerimiento identitario de "Soy de Langreo": los sufridos viajeros de "tercera" en una travesía transoceánico (1911), una algarada de quintos en Palencia (1928), una fiesta de emigrantes asturianos en Cuba (1928), así como en la retahíla de actos de naturaleza festiva desplegados dentro de nuestras fronteras. Si tenemos en cuenta que a continuación de sus primeros reconocibles versos, las primigenias versiones discográficas, prosiguen con: "Mira que te voy a dar/ con lo que llevo en la mano", nos encontramos ante un ejercicio de bravura proveniente de un contorno donde se conjugaba el pasado hidalgo con un intenso proceso industrializador que desde finales del XIX y hasta mediados del XX había dejado una indeleble huella en el paisaje, y en su estructura política, económica y social, con perceptibles ecos en el resto del país. No obstante, no podemos olvidar las ejecutadas por Amable Fueyo, Armando Montes o la propia de Celestino Rubiera, a continuación citada, de funestos tintes argumentativos.
En 1958, no sabemos si por azar, por cuanto hemos referido anteriormente, por razones estrictamente discográficas -entiéndase empresariales- o por una conjunción de todo ello, el sello holandés Philips, dentro de su serie "song and sound, the world around" decide publicar un epé sobre el folclore de España que en la cara A recoge "Soy de Langreo" y "Tengo que cortar un roble" y en la B dos canciones de Galicia. Interpretadas respectivamente las de Asturies por Celestino Rubiera (voz) y José Blanco (gaita) y por Roberto Morado (voz), su recorrido "plastificado" se amplió con la incorporación de ambas a diversos recopilatorios tanto españoles como de allende nuestras fronteras que la disquera holandesa tuvo a bien llevar a cabo en la siguiente década.
La fascinación ejercida durante buena parte del siglo XX por el estudio de la música tradicional a lo largo del orbe -con origen a mediados del siglo XIX- se benefició de los avances tecnológicos de grabación y reproducción del sonido, que unido a inflexibles intereses mercantilistas, generó abundantes registros en dispares formatos que han permitido preservar un importante legado sonoro. Y es que más allá de cierto tufillo etnocéntrico que acompaña a su práctica totalidad, incluidas a veces las del eminente Alan Lomáx, estos testimonios han servido en muchas ocasiones para poner en valor o realzar su trascendental significación como producto cultural de los pueblos dentro de un ámbito gubernativo, financiero y comunitario concreto. Aunque en puridad para la mayoría de estas filarmónicas "expediciones" no era este el objetivo último.
"Soy de Langreo" en la edición de Philips, es un atrayente -¡qué pena para aquellos que no saben apreciar el imperecedero mérito canoro de los "grilleros"!- ejemplo artístico e histórico de ese proceso de recuperación de la herencia folk de una nación. No así la horrorosa, y totalmente anómala y descontextualizada, portada del sencillo que lo alberga. Lo dicho: no todo era perfecto en estas aventuras comerciales, y en esta ocasión, seudo etnomusical.
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