Una leyenda inglesa convertida en mito platónico

La niña verde (1935) es la única novela de Herbert Read (1893-1968), reputado crítico de arte británico, apasionado anarquista y buscador de la libertad suprema. Inclinaciones que, unidas a su interés por el psicoanálisis y a su voluntad de edificar un mito platónico, le llevaron a componer una obra de ficción en la que la deriva surrealista se combina con lo gótico para conformar una, para muchos inescrutable, trama de aventuras inspirada en una leyenda inglesa del siglo XII. Olivero, que ha sido dictador de la República sudamericana de Roncador, regresa a su tierra tras fingir su muerte y se ve obligado a liberar a la niña de jade, brutalmente maltratada por su marido...

Hubo que esperar la segunda oportunidad

Asegura Stanislavski que en sus primeros encuentros Chéjov le resultó antipático, arrogante, altivo y sobrado de astucias. Algo que, sin duda, se derivaba de una profunda timidez y una miopía que obligaba al escritor a mirar cada tanto por encima de sus quevedos. Diez años más tarde Stanislavski estaba al frente del montaje de La gaviota, un segundo intento después de que el estreno hubiera sido un fracaso. Fue un éxito. A partir de aquella noche, recuerda el director, «entre nosotros se establecieron relaciones de parentesco». Estos recuerdos acompañan la edición que hace Alba de esta obra y de Tío Vania, dos textos que revolucionaron el teatro.

La infancia era apacible hasta que llegaron los SS

«Me pregunto si puedo amar a mi hermana Baby más que al Duce. Pero yo amo a Baby igual que a Jesús y amo a Jesús un poco más que a Dios, y a Dios igual que a Mussolini, y a Italia y a la Patria menos que a Dios, pero más que a mi oso amarillo». Así recuerda la florentina Lorenza Mazzetti su punto de vista sobre las cosas cuando, de niña, le tocó vivir la II Guerra Mundial. Un conflicto que, en buena parte, pasó tranquilamente entre escuela, juegos y misas. Hasta que, por orden directa de Hitler, unos SS fueron a buscar a su tío, el cabeza de familia, que, además de ser judío, tenía la horrible tacha de ser primo de Einstein, o sea, de un traidor. Trágica y cómica.