El pasado tiene hilo directo con el misterio que nos oculta y desvela al mismo tiempo. El tiempo pasa, pero no se aligera el peso de la memoria. Sobre todo, cuando huele a sombras que se resisten a morir. A la protagonista de El nombre no importa se le proporciona la posibilidad de clarificar sus puntos negros revolviendo en su arcón de recuerdos. Paula Izquierdo se infiltra en un abecedario de sentimientos calcinados, custodiado por un lenguaje de señales elocuentes que identifican un mundo inmundo. Su autora encaró la novela con un propósito firme: «Me arrojé a los brazos de esta novela, no puedo dar la fecha exacta, pero llevaba tiempo pergeñándola, la pregunta que me hacía era cómo funcionan los mecanismos, cuál es la formula para que las amistades, en concreto, la amistad entre dos amigas, se mantengan en el tiempo, duren, se enriquezcan, y qué puede pasar para que esto no ocurra. Me preguntaba, en definitiva, qué poseen de diferente las amistades femeninas. Éste fue el germen de lo que más tarde se convirtió en El nombre no importa». La han acompañado muchas sensaciones, «sobre todo, la del paso del tiempo, la protagonista, Lara, es una mujer de tan sólo 53 años y, sin embargo, es como si ya lo hubiera vivido todo, me ha acompañado la sensación de resignación, de falta de entusiasmo ante el futuro, he imaginado en muchas ocasiones a los elefantes cuando emprenden la ruta para llegar al cementerio. Algo que en una mujer de la edad de Lara no le corresponde, pero sí, había algo de final. Aunque en realidad la novela expresa el final de una historia, el cerrar la puerta a una vida, ya vivida pero no asumida del todo. Simplemente, se trata de hacer borrón y cuenta nueva».

Concluido el viaje queda «un gran vacío, una sensación de vértigo ante la nada. Aunque sé por mis experiencias anteriores que es lo más parecido a la depresión posparto. Es decir, ahora, después de tantos meses, semanas y días introducida en la vida de unos personajes, éstos ya no me pertenecen. Igual que si acabas con una relación sentimental: sabes que hay muchas cosas que no se han dicho, pero ya no tienes al interlocutor para podérselas contar. Se ha acabado y hay que reponerse y comenzar una nueva vida, una nueva novela, volver a recrearte con experiencias que darán a luz una nueva historia, una historia diferente y excitante».