Estrena el teatro Real de Madrid, en colaboración con el Regio de Turín y el Maggio Musicale Fiorentino, una nueva versión de la Salomé de Richard Strauss firmada por uno de los grandes nombres de la escena actual, Robert Carsen. Salomé es una obra que a nadie deja indiferente. Sus cualidades y calidades la hacen especialmente volcánica a poco que se olfatee como un sabueso su descarnada esencia dramática.

No estamos ante un sensualista juguete de trazo orientalizante. Oscar Wilde con su turbio y fascinante texto -premeditadamente llamado al escándalo- sienta las bases de una historia que Richard Strauss sabe potenciar casi hasta el paroxismo generando una tensión constante a lo largo de toda la duración de la obra. No se puede, por fortuna, esperar de Carsen un acercamiento convencional o blando a una creación tan excesiva ya en su concepto primigenio.

Versiones de la obra hay muchas y algunas tremendamente pasadas de vuelta y arrebatadas porque el potencial de la misma es amplio y permite la demasía. Casi puede afirmarse que lo pide con énfasis. Sin embargo, Carsen es capaz de darle la vuelta sin perder la coherencia en ningún momento. Cambia los desiertos de continente y encaja la acción en Las Vegas de nuestros días con Herodes transformado en el amo y señor de un casino convertido en el centro de esta historia de sexualidad al límite en la que las referencias morales quedan muy atrás. Con ese punto de partida las diferentes piezas del puzle van encajando con exactitud. Salomé, una niñata malcriada y caprichosa, o Herodías, perdida en su propia ciénaga, deambulan por los sótanos del casino, forrados de cajas de depósitos y de una enorme caja fuerte en la que Jochanaan pena sometido al capricho de una Salomé especialmente avariciosa en el deseo y capaz de doblegar a un Herodes -con el descaro que da el no tener la menor referencia ética a la que asirse- arrastrado por ese torbellino rastrero e inmisericorde.

Carsen no da tregua. Ni una concesión. La peculiar corte se transforma en el personal del casino y en los invitados vip que presencian una danza de alta procacidad sumamente virulenta en su desarrollo. La estética de conjunto es descarnada con ligeras concesiones esteticistas a modo de pinceladas poéticas que se dejan ver en los detalles. Entre el mayor fango también se esconden destellos de belleza, algo que Wilde defendía con su habitual ostentación. La opulencia llega al límite cuando de las cajas de caudales se desparrama una catarata dorada, casi un vómito de oro. O sea, la corrupción del poder que lleva a la arbitrariedad absoluta y a la demolición de las barreras que permiten una conducta racional y equilibrada.

El reparto se implicó a fondo con esta visión arriesgada y generadora de polémica. Se percibía convencimiento en el trabajo. Deslumbró con una versión arrolladora de Salomé, Nina Stemme, puede que la mejor que hoy por hoy puede interpretar este sobrecogedor rol. Fantástica de principio a fin, de una carnosidad vocal que hace suyo el personaje de principio a fin. Una completa delicia. También hay que destacar el magnífico trabajo de Doris Soffel (que hace ya unos cuantos años cantó en Oviedo «Carmen») como Herodías o el buen Herodes de Gerhard Siegel. A buen nivel, asimismo, el Jochanaan de Wolfgang Koch. Una buena parte del éxito de estas funciones debe atribuirse al responsable musical de las mismas. Jesús López Cobos manejó la partitura con dominio y conocimiento. Navegó con maestría en sus erizadas dificultades consiguiendo una versión fantástica, tensa y con garra de la primera a la última nota.

El domingo 18, el director de escena ovetense Emilio Sagi repuso en el Real su sensacional puesta en escena de Il viaggio a Reims, un alarde de cómo resolver con una economía de medios absoluta la trama argumental de la obra de Rossini. Sagi lleva ya mucho tiempo al frente de este montaje, cuya idea partió del Festival de Pesaro y que ha supuesto la reválida para sucesivas generaciones de jóvenes cantantes, algunos de ellos convertidos ya en estrellas del firmamento lírico. Una nueva hornada pide paso. Entre ellos merece destacarse a la soprano Eugenia Boix, estupenda Corinna, que dará que hablar en los próximos años. También merecen destacarse otras voces como la de Silvia Beltrami, el tenor Alessandro Luciano o el bajo barítono Marco Filippo Romano.