Elisa Sánchez Loriga y Marcela Gracia Ibeas se enamoraron a finales del siglo XIX en A Coruña. Ambas eran maestras y acabaron viviendo juntas en la localidad de Dumbría, de donde Marcela era la titular de la escuela. Pero lo que realmente distingue esta historia de amor es la estrategia de suplantación que elaboran para intentar vivir con normalidad un amor que los prejuicios morales y religiosos de la época consideraba prohibido; y no sólo vivirlo, sino además vivirlo inmersas en esa misma sociedad que las tenía sometidas a estrecha vigilancia, vivirlo ante sus propias narices: «En ocho de Junio de mil novecientos uno. Yo el Doctor Dn Víctor Cortiella Somoza, Cura párroco de San Jorge de la ciudad de la Coruña (?), precedida la lectura de las tres canónicas moniciones y previos los demás requisitos canónico-legales, asistí al matrimonio que por palabras de presente y mutuos consentimientos contrajeron en esta iglesia parroquial de San Jorge por una parte: Dn Mario José Sánchez Loriga (?), y por la otra: Dª Marcela García Ibeas», reza el acta de boda entre estas dos mujeres, porque, por supuesto, el tal Mario no era otro que Elisa.

De cómo consiguieron engañar a las autoridades eclesiásticas y civiles, de cómo intentaron volver a vivir en Dumbría, donde fueron descubiertas, de cómo tendrían al fin que huir a Oporto, donde las encontrará la policía e ingresarán en prisión, de cómo se convierten en el centro de una campaña mediática que se esparce por todo el país y parte del continente -Emilia Pardo Bazán les dedicó algún artículo; Felipe Trigo la novela La sed de amar- y que puede resumirse en la frase con que tituló un periódico gallego el caso: «Un matrimonio sin hombre»; de cómo Elisa se ve obligada a retomar su papel de mujer, de cómo consiguen evitar la extradición a España, de cómo Marcela tendrá una hija, de cómo las tres se irán a vivir a Buenos Aires y allí Elisa contrae matrimonio con el comerciante danés Christian Jensen con la única intención de poder estar de nuevo con Marcela, y de cómo en Argentina se les pierde la pista en 1904, nos habla Narciso de Gabriel en la primera parte de este libro que documenta la historia hasta donde puede y la narra con aliento de novela cervantina.

En la segunda parte, más ensayística, el autor establece la relación que el caso de Elisa y Marcela tiene con otros casos a lo largo de la historia -Juana de Arco, Catalina de Erauso, el diplomático francés del siglo XVIII Carlos de Eon, María de Gelves, María de Céspedes y un largo etcétera-,y lo hace sometiendo el objeto de estudio a una interpretación que se resume en que para estas dos mujeres «el hermafroditismo fue la coartada y el travestismo, el instrumento del que Elisa se sirvió para consagrar sus amores con Marcela, que las reivindicaciones feministas hicieron viables». Prudente y sesudo, Narciso de Gabriel expone más que interpreta y es capaz de entretener mientras explica. Termina el libro con un ruego que todos deberíamos apuntarnos para evitar hacer pasar calvarios como el de Elisa y Marcela: «Hagamos que su sufrimiento y la fuerza de su amor (?) no sea inútil construyendo una sociedad donde nadie sea perturbado por su forma de ser y de sentir. Una sociedad que no practique la represión, pero tampoco la injuria, y donde la libertad se imponga a los prejuicios seculares». Amén.