1- Like a Rolling Stone

Y nada volvería a ser igual

Dylan (1941) inventó el rock en 1965 en el festival de Newport. El sínodo anual del folk se desgañitó de rabia cuando su héroe, el hombre que los había rescatado de sus artesanales ciclos de repetición, se colgó una guitarra eléctrica y en compañía de un grupo ¡también electrificado! desgranó tres temas, entre ellos Like a Rolling Stone. Considerada por la revista de (casi) el mismo nombre como una de las mejores canciones del rock, la historia de la niña bien hundida en el arroyo sirve al gran cronista Greil Marcus (Rastros de carmín, Mystery Train) para diseccionar con subyugante maestría ese momento bisagra en la evolución de Dylan y de la música popular.

2- Cultura y anarquía

Si pensar fuese hablar sin anteojeras

«La claridad es el único mérito que puede esperar un escritor, llano, asistemático, sin una filosofía», sostiene el victoriano Matthew Arnold (1822-1888) en Cultura y anarquía (1869), una obra que, cercana al siglo y medio de vida, sigue siendo un instrumento muy válido para entender no pocos entresijos de nuestras estructuras sociales. Más aún en esta magnífica edición de Javier Alcoriza y Antonio Lastra. Poeta muy apreciado, Arnold dejó atrás el verso hacia la mitad de su vida para concentrarse con éxito y suma elegancia en el ensayo. Su defensa de la cultura -entiéndase la búsqueda de la perfección- nace de su voluntad de evitar el colapso de una sociedad mutante.

3- El hombre sentado en el pasillo

Subyugada por los milagros corporales

Exploradora polémica e impenitente de los discursos de la literatura, el teatro y el cine, Marguerite Duras (1914-1996) obtuvo su consagración mundial en 1984 con El amante, 25 años después de haber escrito el guión de Hiroshima, mon amour, un canto a la memoria y una defensa sin límites de la reconciliación con japoneses y alemanes. Los relatos El hombre sentado en el pasillo (1980) y El mal de la muerte (1982) responden también a las indagaciones de Duras sobre el amor. Mirar sin estremecerse los encuentros ajenos o contratar a una joven para, sobre su piel, llorar la ausencia del amor son los puntos de partida escogidos aquí para golpear al lector.