Eran tiempos sombríos, la amenaza del hambre al acecho, el desgarro de la guerra civil aún reciente, palpitante y pútrica, tiempos de estraperlo y rencor, alimentos racionados y poderes irracionales. Moría el año 1942 y España era tierra quemada y personas como Julián no tenían más remedio que huir a toda costa aunque fuera a costa de la verdad. Embarcado como médico sin serlo en un mercante con la ruta Barcelona-Veracruz, el protagonista de Mentiras capitales inicia una aventura de supervivencia (Herman Melville hubiera congeniado con él), que le unirá a la apesadumbrada Eulalia, con la que tiene más de un punto en común cuando se trata de engarzar desdichas y mentiras. Una pareja en carne viva a la que ha tocado vivir malos tiempos, la gangrena de una sociedad corrompida, intolerante y abonada a la vileza.

Empar Fernández exhuma el cadáver de una memoria sepultada por el odio y la miseria y cede a la palabra a unas voces condenadas a la evasión. Humillados, ofendidos, sin espacio apenas para la esperanza. «Los malos tiempos que nos harán peores». El viaje en el San Marcos es una odisea íntima envuelta en frío y pestilencia, una ruta infernal hacia horizontes sin grandeza. El mareo. El hambre. El cansancio. La tristeza. El rechazo a la sangre de tu sangre. La última huida. El golpe seco con el que la autora rompe la narración arruina todo brote de esperanza, todo intento de redención. Cuánto dolor tiene que corroer a una madre para que rechace a su propio hijo. Cuando Empar Fernández da un salto en el tiempo hacia el futuro y ata todos los cabos con una notable capacidad para tocar los resortes de la verdadera emoción (la que nace de unos personajes creíbles y llenos de matices, con los que resulta inevitable identificarse aunque no tengamos nada en común con ellos), Mentiras capitales desvela, entre cenizas y ruinas, todas las verdades esenciales de una narración que ahonda en los seres humanos con la honestidad y firmeza de un Joseph Conrad que se mete en el corazón de las tinieblas humanas para iluminarlas con «la señal luminosa que emiten los que ya no viven»: la ardentía, «una fosforescencia dela gua del mar, una especie de luz verdosa que emite la materia orgánica, los restos de los seres vivos que flotan en el agua». Hermosa, recia, conmovedora novela de ardentías que demuestra que aún quedan muchas historias que contar de aquel pasado que nos recuerda de dónde huimos.