Acaba de llegar a las librerías la última novela de Marina Mayoral, Deseos. Partiendo de unos versos de Luis Cernuda en los que «el deseo es una pregunta / cuya respuesta no existe», la autora construye un entramado de voces paralelas en el que los deseos se disparan en todas las direcciones; tanto los deseos íntimos, inconfensables, como los obvios y públicos, al igual que los supuestos, los imaginados o los «deseables», se entrecruzan, chocan o se evitan y dan lugar a lo que conocemos como vida cotidiana y como historia. Mayoral consigue concentrar en el microcosmos de Brétema, a lo largo de un día, las grandezas y miserias de una comunidad cualquiera.

La novela viene marcada por el tiempo horario y por las campanas, desde que a las 6:30 de la mañana crujen las hojas de madera de una puerta al abrirse hacia la calle, hasta que en la madrugada siguiente en el reloj de la catedral «se oyen cuatro cuartos y una hora». En ese espacio temporal se escenifican las vidas presentes y pasadas de los vecinos de Brétema, y se nos va dando gran abundancia de información: de manera directa por boca de quien narra en ese momento, en los diálogos, a través de diarios y conversaciones grabadas y, tratándose de un pueblo de provincias, por medio del «qué dirán» y de «lo que dicen». Utiliza Mayoral en esta novela una técnica peculiar y muy efectiva que consiste en alternar la descripción y el uso de la primera y tercera persona con la segunda persona singular, es decir, con la imprecación a sí misma de la persona que habla, creando un efecto semejante al del fluir de conciencia. De esta forma, la autora consigue que creamos ciegamente en unos personajes que, a todas luces, se están sincerando sin tapujos, respondiendo íntimamente a sus preocupaciones más secretas.

Ya en la página 33 hay un guiño intertextual importante a la novela de Charlotte Brontë Jane Eyre (1847), cuando conocemos el deseo de Consuelo de que el hombre que ama se quede cojo o manco, baje así sus expectativas vitales y se fije en ella, que está dispuesta a cuidarle el resto de su vida. Pero, cuando una docena de páginas más adelante nos encontramos con el binomio Blanca / Helena, es cuando comprendemos que Deseos está trabando una red de diálogo textual entre gran parte de la narrativa de la autora. Por un lado, Deseos bien pudiera definirse como la continuación en el tiempo de Recóndita armonía, novela publicada por Marina Mayoral en 1994, pues varios de sus personajes están vivos, aún, en Brétema, y buena parte de la herencia material y espiritual que dejaron las amigas íntimas Blanca y Helena tiene su continuidad en Deseos.

Pero en la Brétema de Deseos confluyen también personajes de historias anteriores, como Etelvina y sus encantadoras «abuelas», que inician su vida de ficción en La única libertad, novela de 1982, y son las auténticas cronistas de la vida de la Braña y del pasado que subyace a mucha de la narrativa de Mayoral. Etelvina, Etel, que ejerce de narradora de otra novela de Mayoral, ¿Quién mató a Inmaculada de Silva? (2009), quiere ser escritora y, en tal empeño, convierte las novelas en las que aparece en interesantes opúsculos de teoría y praxis literaria.

De la misma manera, cuando uno de los personajes de Deseos mira al exterior y contempla, entre otras cosas, «el reloj de la torre», nos salta el recuerdo a la novela del mismo título, de 1991, y lo mismo nos sucede cuando leemos que Helena está dispuesta a «dar la vida y el alma» por Germán, que pensamos en Dar la vida y el alma (Mayoral, 1996). La explicación a todas estas coincidencias la da el personaje principal de Bajo el magnolio (Mayoral, 2004): no es que me vaya del tema, «es que todas las cosas están relacionadas y unas tiran de las otras».

En este continuum vital, lo que une y lo que diferencia a los personajes es que cada cual alberga dentro de sí un deseo que marca profundamente sus vidas. Le Clézio se preguntaba, muy acertadamente, qué queda de los deseos cuando quien los desea desaparece; una contestación posible es que queda esta novela, la transposición de aquellos en palabras, según Marina Mayoral.