Los anclajes son necesarios para entender mejor algunas novelas. Por ejemplo, ¡La exclusiva! (Anagrama). Su autora es Annalena McAfee, que fue durante muchos años periodista cultural y editora del suplemento literario del periódico «The Guardian». Además, tiene experiencia como jurado en premios de lo más exigentes. Y un dato aparentemente anecdótico pero que quizá no lo sea tanto: está casada con el escritor Ian McEwan. Recordemos, sin ir más lejos, que Amsterdam, tal vez la novela más redonda de éste, tenía muchas conexiones con elmundo del periodismo. Es decir, que estamos ante una autora que conoce de primera mano el terreno por el que se mueve, tiene un alto concepto de la autoexigencia y un lector sin duda influyente en casa. ¡La exclusiva!, cuyo título en español recuerda inevitablemente al clásico de Evelyn Waugh ¡Noticia bomba! es, en primer lugar, una obra de las que justifican el dinero de la compra: muy entretenida, construida con rigor, habitada por personajes que se desarrollan como seres muy humanos y no como arquetipos sin vida propia, dialogada con amplios registros que garanticen la autenticidad y vestida con una prosa elegante y precisa, muy de corte inglés.

Pero la novela de McAfee tiene un interés extra en los tiempos que corren, y más en los turbulentos días que vive el periodismo en Reino Unido con escuchas, denuncias, carreras cortadas en seco y prácticas profesionales lamentables. El gusto de la autora por la literatura infantil tiene su traslación en el toque de sugerente fábula que aplica a su obra, huyendo de grandes solemnidades para que la narración fluya con la viveza de quien tiene muchas cosas que contar y no se va por las ramas para hacerlo. Y el objetivo principal no es otro que organizar una «pelea» dialéctica entre dos formas muy distintas y distantes de hacer periodismo. Por un lado, Honor Tait, una anciana que en sus momentos de esplendor fue una mujer de rompe y rasga que conoció muy de cerca el Hollywood de vino y rosas, con una vida amorosa más que intensa y muchos secretos que mantener escondidos. Y, sobre todo, una periodista viajera y apasionada que vivió en persona algunos de los acontecimientos más importantes del siglo pasado. De bellísima testigo de la Historia a escritora obligada a regañadientes a hacer promoción de su libro.

Esa periodista/estrella recibe a Tamara Sim, veinteañera que trabaja por cu cuenta para una revista de chismorreos, autodidacta y con escasa preparación intelectual. Sus lagunas culturales son para echarse a reir por no llorar. A cambio, sabe lo que quiere y cómo conseguirlo. Dos mujeres de orígenes opuestos que se dedicarán a la esgrima verbal con sus armas y sus argucias, de ética enfrentada. McAfee se dedica a contar ese duelo femenino cambiando los registros con habilidad de gran lectora y perfeccinista nata, y así es habitual que el lector pase de la risa (casi siempre helada) a la inquietud pasando por un regusto amargo. Y, poco a poco, las páginas empiezan a expandirse alrededor de las dos mujeres para estallar una auténtica guerra entre periódicos. La novela supura ironía y mordacidad a partes iguales, y tal vez por eso, entre tanta cicuta literaria, palpite como poso definitivo una nostalgia con miedo a la derrota. La novela transcurre en 1997. Internet aún no se había convertido en un ciclón pero ya empezaba a soplar una ligera brisa que agitaba las hojas de papel.