Charles Ferguson ganó en 2011 el «Oscar» al mejor documental gracias a contar las desgracias de la crisis financiera en Inside job. Una de sus conclusiones más desoladoras era que los principales responsables se fueron de rositas, sin que la nueva administración Obama tomara cartas en el asunto. Ahora, Ferguson vuelve a la carga con un libro que nace de una frustración: siguen sin presentarse cargos penales «contra ningún alto directivo financiero en relación con la crisis financiera».

No es que falten pruebas de la existencia de comportamientos penalmente perseguibles, apunta Ferguson, y añade: «desde el estreno de mi documental ha salido a la luz mucho material nuevo, sobre todo a través de cadenas de correos electrónicos y otras pruebas presentadas en juicios privados, que pone claramente de manifiesto que muchos banqueros, incluidos algunos altos directivos, sabían exactamente lo que ocurría y que sus actividades eran altamente fraudulentas. Pero incluso dejando a un lado la crisis, disponemos ahora de pruebas de una conducta criminal generalizada e impune en el sector financiero. Además de los comportamientos que provocaron la crisis, hay pruebas de colaboración por parte de grandes bancos estadounidenses y europeos en el fraude de Enron y otros, en el blanqueo de dinero para los cárteles de la droga y el ejército iraní, en casos de evasión fiscal, ocultamiento de bienes de dictadores corruptos, connivencia para fijar precios y muchas formas de fraude financiero. Tenemos hoy pruebas irrefutables de que a lo largo de los últimos treinta años el sector financiero estadounidense se ha convertido en una industria canalla (rogue industry). El progresivo aumento de su poder y su riqueza le ha permitido subvertir el sistema político estadounidense (incluidos ambos partidos políticos), el gobierno y las instituciones académicas para emanciparse de toda regulación».

El avance de la desregulación, destaca el autor, «fomentó a su vez que la industria financiera se volviera menos ética y más peligrosa, capaz de provocar crisis cada vez más profundas y comportamientos cada vez más abiertamente delictivos. El sector financiero es hoy una industria parásita y desestabilizadora que constituye un freno importante para el crecimiento económico de Estados Unidos».

El contenido de Inside job en papel es tan sobrecogedor, ilustrativo e inquietante como lo es en la pantalla. Ferguson es implacable a la hora de acumular datos con los que sostener sus tesis demoledoras, no deja títere con cabeza y no se casa con nadie. Y su conclusión es tan amarga que conmueve: «Es triste admitir que hasta cierto punto el declive de Estados Unidos ha sido tolerado por su propio pueblo. A lo largo de los últimos treinta años, el pueblo estadounidense se ha vuelto menos instruido, menos inclinado al ahorro y a la inversión para el futuro y, comprensiblemente, mucho más cínico en cuanto a su participación en la política y en las instituciones estadounidenses. En consecuencia, la nueva oligarquía de este país lo tiene cada vez más fácil para manipular a amplios sectores de la población y lograr que toleren e incluso apoyen políticas que no hacen sino empeorar la situación del país. Y por supuesto muchos jóvenes estadounidenses han renunciado a la política por entero, en especial después de las traiciones de Obama».