arte
Charris, una pintura que genera significados propios
En su figuración, lo literario nunca parece
un añadido: nace de la imagen y se justifica únicamente en ella

Una obra de Ángel Mateo Charris.
rubén suárez
Realiza su primera exposición en Asturias Ángel Mateo Charris (Cartagena, 1962), un artista que, aunque bien conocido dentro de la figuración española de las últimas décadas por su presencia en destacados espacios expositivos nacionales, incluyendo numerosas ediciones de Arco, en los medios artísticos asturianos quizá lo sea también, y especialmente, por su participación en el grupo de los conocidos como neometafísicos españoles -en alusión a su acercamiento a la pintura italiana de dicha tendencia, como se sabe-, movimiento propiciado por Dis Berlín a través de las exposiciones «El retorno del hijo pródigo» en su galería El Caballo de Troya, de todo lo cual tuvimos frecuente referencia, entre otros medios, por textos de Juan Manuel Bonet, tan vinculado a Asturias, y también por la relación con nuestro Pelayo Ortega, buen amigo de Charris por otra parte, con aquel grupo de principios de los noventa.
Aunque, citando obligadamente lo anterior, hay que añadir que no es éste un artista fácil de encasillar en una orientación estilística determinada, más allá de reconocer la «arquitectura» literaria de su pintura y del significado de su pintura, ya que podría participar de diferentes versiones de la llamada narración figurativa española sin entregarse del todo a ellas. Porque, por ejemplo, para ser del todo metafísico no parece su pintura lo suficientemente inquietante, desolada y siniestra, sí «neopop»; no comparte su banalidad conceptual, demasiado sentido del humor para el surrealismo ortodoxo, y, si citamos a Eduardo Arroyo por hablar de otro narrativo, no persigue centrarse en la transcendencia social, política y crítica a través de anécdotas, personajes e iconos, por no hablar de otros cultivadores de la crónica de la realidad.
Sí parece relevante para acercarse a su singular universo artístico citar la vocación y la condición de viajero que reivindica a menudo; «una manera de poner en cuestión constantemente lo aprendido y también una forma de esponjar la obra». Viaja y se nutre del mundo del arte y de lo visto y lo vivido y en ocasiones, en el curso del proceso, algo le puede llevar a cambiar el rumbo de su pintura, como metafóricamente puede entenderse en esta exposición titulada «On the road to Damascus», coloquialmente traducida por todo el mundo como «El viaje a Damasco». Además, y para mí, otro dato relevante en su obra me parece contenido en una interesantísima cita de C. T. Dreyer que viene en uno de sus catálogos: «Imagina que estamos en una habitación. De repente nos dicen que detrás de una puerta hay un cadáver. En ese momento la habitación se transforma, los objetos cotidianos parecen diferentes. La luz y la atmósfera cambian, sin cambiar físicamente. Cambiamos nosotros y nuestra percepción de los objetos». Y así, en esa tensión, está buena parte de la obra de Ángel Mateo Charris, o al menos a mí, que también me gusta comportarme como «uno de esos forenses de las series de televisión que recogen datos en la escena del crimen para llegar a conclusiones», así me lo parece.
En resumen, Ángel Mateo Charris da la impresión de ser un viajero que encuentra en la pintura un lugar desde el que describir paisajes y paisanajes y fabular con ellos singulares historias que tienen su punto de extrañeza en cuestiones como la ambigüedad, la identidad o la paradoja, más dependientes aún de la imaginación que de la memoria. Sus imágenes son reflexiones metapictóricas, fruto de un código personal que incluye la ironía, la ternura, el ingenio y la fantasía, expresadas en una pintura figurativa original y de evidente entidad, creatividad y expresividad que son específicamente plásticas, en virtud de lo cual lo literario nunca parece artificial, añadido, sino que nace de la misma imagen, de su fondo y raíz, y se explica y justifica únicamente en ella. Son imágenes que generan significados propios y en lo conceptual, emocional y pictórico van más allá de la ilustración, lo que tengo la impresión, tras echar un vistazo a su reciente trabajo para una sugestiva edición de Grandes esperanzas de Dickens, que sucede incluso cuando hace de ilustrador.
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