Érase una vez una princesa tan blanca que la llamaron Blancanieves. Así arranca el cuento del corazón que una malvada mujer pidió como prueba de horror, así comienza el recuento de corazones con el que Rebecca Beltrán (textos) y Mercé López (ilustraciones) forjan con tinta bien caliente uno de los libros más originales y hermosos del año: Tu corazón en un cofre. Para todas las edades, incluso las que empiezan a ser de piedra. De mano, una colección real de corazones cuyo inventario sirve de imaginativo índice. Primera parada: el corazón de hielo de un lobo solitario que encuentra en la música la mejor forma para derretirlo. Luego, el corazón de tiza de un amor más allá de la muerte, pintado en la lápida de la ausencia. Con el rompecorazones llegamos a una guía del Homo sapiens que monopoliza miradas y provoca suspiros. Ejemplo: Casanova. A su vera, la rompecorazones, que es parecida, pero con pestañas interminables. Modelo. Mata Hari.

Sigamos. El corazón del Norte viaja por los mares de la pasión inevitable, quizás aparentemente imposible, entre dos seres que no tienen miedo a quemarse piel con piel. Con el corazón salvaje se despliegan hechizos y rebeldía, aventuras y libertad. Y, de pronto, una parada para la publicidad. ¿Cómo? ¿Qué? ¿Perdón? Sí, sí, para insertar un anuncio de Heart Tint, o sea, el mejor tinte para el corazón: ¡vivan los colores de las emociones! «¿Estás harta de que tu corazón y tu estado de ánimo no combinen?». Pues ya sabes, heart...

Después, unos sabios consejos para sobrevivir a una invasión de rompecorazones (evitar el contacto, neutralizar al enemigo, limpiar la zona...) y qué hacer en caso de mordisco en el corazón («procure que sólo sea un bocado...», «reduzca la hemorragia todo lo que pueda...», «si nada de esto funciona entréguese»), llegamos, inevitablemente, al corazón roto. Tan desangrado que incluso la letra pierde color y cuesta leer la página. Para compensar tanto destrozo, nada mejor que juntar dos corazones «dominados por un mismo latido, palpitando al unísono, el uno eco del otro y el otro eco del uno». Llegados a este punto se impone una lección de anatomía: manual de instrucciones. Primer uso, precauciones, funciones básicas, conexiones, limpieza y mantenimiento, resolución de problemas y funciones avanzadas. Muy útil, la verdad. Para amenizarlo, música de jukebox. Canciones de amor y canciones tristes. Volvemos al inventario: corazones de cristal y de melón (con receta para un cóctel de beso de sirena de lo más exótico), un mapamundi del doctor Strange Love y vitrinas con frascos que contienen pócimas mágicas contra las alergias del corazón (especialmente recomendable el Pinus halepensis, pegamento para corazones rotos). Corazones de latón y Marilyn llorando sangre de corazón miope, corazones alados y hambrientos, anuncios por palabras y palabras que anuncian latidos y latidos que atraen sueños que sueñan con ser inmortales.