Abra. El reencuentro. Pinturas y esculturas.

Sala del Edificio Histórico de la Universidad de Oviedo.

Hasta el 20 de junio.

Ésta es una exposición que cuenta la historia de la creación de un grupo artístico, de cómo ese grupo se mantuvo unido durante casi un decenio por la amistad y el respeto mutuo entre sus integrantes, además de por el entendimiento estético, la comprensión del arte en términos de arte contemporáneo y el rechazo a valores anecdóticos o cualesquiera otros ajenos a la estricta creación plástica y, finalmente, de cómo ese grupo, al que dieron el nombre de Abra, alcanzó un notable éxito y popularidad y llegó a exponer en Nueva York, lo que entonces era como poner la clásica pica en Flandes. Circunstancia esta de la creación de un grupo artístico que tuvo éxito y transcendencia en la sociedad y en los medios de comunicación, cosa que aunque en otras regiones españolas tuvo lugar, y en algunos casos en buen número, en Asturias nunca se había producido y nunca se volvió a producir.

Cuentan que, en el verano de 1980, estando Hugo O'Donell, María Jesús Rodríguez y el luarqués Vicente Pastor en la playa de Penarronda, concibieron la posibilidad de crear un grupo de arte. Y puede ser curioso recordar que esta playa ya había tenido un lugar en la pequeña historia del arte asturiano, porque «Playa de Penarronda» fue el título del cuadro con el que Bernardo Sanjurjo ganó el primer premio de la primera edición del histórico certamen nacional de pintura de Luarca y de Villa Pastur, un premio que dio lugar a la chusca anécdota de que un muy relevante personaje de la localidad fotografiase la playa para luego certificar ante notario -porque la temática del certamen en aquel inicio se debía referir a motivos comarcales y porque para algunos el arte aún andaba por aquellos derroteros- que la pintura premiada no se parecía a la playa en cuestión, tratando con eso de impugnar el premio, lo que no consiguió. Sucedía eso en 1970 y diez años después, cuando la idea de crear el grupo era concebida en la playa, el certamen de Luarca dedicaba precisamente su undécima edición en homenaje de Bernardo Sanjurjo, para entonces pintor ya consagrado y director de la Escuela de Artes Aplicadas de Oviedo y también referencia en la formación de la mayoría de los componentes del grupo Abra, como también lo fuera el profesor Fernando Alba, otro extraordinario artista por cuya obra escultórica no hicieron en su proyección y estímulo todo lo mucho que merecía quienes hubieran podido hacerlo.

El caso es que en octubre de aquel 1980, los tres de Penarronda, junto a Emiliano Alonso, Manolo Méndez, Ángel Nava y Astur Paredes forman el grupo Abra, al que poco después se incorporaba Pedro Pablo Alonso, licenciado en Ciencias de la Información, al principio como periodista, promotor o comisario -por entonces era frecuente la presencia de un crítico en los grupos artísticos- cuya gestión iba a ser decisiva en la promoción de Abra, y pronto también como el excelente pintor que era, y espero que siga siendo en los ratos libres que le deje la dirección de «El Diario de Mallorca». Sobre todas estas cosas y otras muchas de interés puede el lector informarse en el catálogo de la muestra que, aunque modesto por lo que todo el mundo sabe, recoge un muy buen texto de Esther Rodríguez Ortiz, que incluye un análisis biográfico-crítico de los artistas, y está diseñado por Astur Paredes.

Quizá sea interesante contextualizar la situación del arte en aquellos años ochenta, porque corrían tiempos de inusual agitación cultural y ansias de renovación plástica. A nivel nacional fue cuando se celebraron dos exposiciones que en Madrid se hicieron legendarias: «1980», que el realidad tuvo lugar en 1979 en la galería de Juana Mordó, y «Madrid D. F. (distrito federal)», ésa sí en el 80 y en el Museo Municipal. El gobierno se volcaba en promocionar «la nueva imagen del arte español», que ése fue el título de una gran exposición celebrada en el Museo Solomon R. Guggenheim de Nueva York, precisamente en 1980, aunque fueron muchas las muestras internacionales que gozaron de apoyo oficial por entonces, cuando se abrían galerías de arte casi a diario, aparecía Arco y la euforia artística llamó a todo aquello la «era del entusiasmo».

En Asturias, se abría en 1980 el Museo de Bellas Artes, retornaban las Bienales Ciudad de Oviedo, y los certámenes de Luarca o La Carbonera contribuían a crear un ambiente muy favorable al arte plástico.

Y entonces nació Abra, una primera exposición en el Museo de Bellas Artes, otra itinerante por diversas localidades asturianas, y luego la gran aventura que iba a colmar los sueños de los jóvenes artistas para figurar luego entre sus mejores recuerdos: la exposición en la Westbroadway Gallery de Nueva York, cosa que consiguieron por la calidad de su obra y el trabajo de todos ellos y aunque no contaron con el apoyo del Gobierno español, sí contaron con el de Antonio Masip, que entonces era Consejero de Cultura. Era en 1984, luego hubo otra muestra itinerante por Asturias con aquella obra y luego la despedida y cierre con la última exposición en el Museo en 1987.

Ahora la Universidad de Oviedo ha tenido la muy feliz idea de organizar una exposición en recuerdo de aquella importante iniciativa y también como homenaje a los artistas que la protagonizaron, representados por la obra creada entonces, y que asistieron a la inauguración, lo que supuso un entrañable acto de reencuentro compartido con otros muchos artistas asturianos y gran número de aficionados al arte. Conviene verla porque, aunque sea cierto que «el tiempo también pinta», la obra se sostiene y merece la pena contemplarla más allá de su significación histórica.