Ha sido tal la penetración del desdichado monstruo de Frankenstein en el imaginario colectivo que su figura ha eclipsado, por culpa y arte del cine, a la novela en cuyas páginas cobró vida. De tal modo se ha separado el gigante de su cuna que a menudo se olvida cómo, en realidad, Frankenstein o el moderno Prometeo (1818), de Mary W. Shelley (1797-1851), es la cumbre de la novela gótica y el pórtico a la ciencia ficción. Esta escisión ha generado masas que creen conocer una historia dieciochesca cuya matriz romántica se les escapa, así que la mejor manera de subsanar el lapsus es leer de una vez la novela. Y un modo óptimo de hacerlo es en la edición que, con traducción de Rafael Torres, epílogo de Joyce Carol Oates y aplastantes ilustraciones de Lynd Ward presenta ahora Sexto Piso. El expresionismo decadente de las xilografías que Ward (1905-1985), uno de los padres de la novela gráfica, concibió para la edición de 1934 refleja todo el lirismo visionario de una obra que debe más al Paraíso Perdido que a los hermanos Lumière.